Rafael Casanova resulta herido en el asedio de Barcelona. (Lámina de F.Blanch) |
El episodio se enmarca en la Guerra de Sucesión, que tuvo carácter de guerra civil en España y fue también internacional, y se extendió entre 1701 y 1715. Muy en resumen, y dejando aparte que las grandes potencias exteriores querían repartirse las posesiones hispanas en Europa, fue así: en 1700 murió sin hijos Carlos II de España, que fue el último rey de la dinastía de los Austrias, y nombró sucesor a Felipe de Borbón, el que sería Felipe V. Ello significaba un cambio de dinastía, que pasó de los Austrias españoles a los Borbones, aunque las dos dinastías estaban muy mezcladas por matrimonios. En un primer momento, Felipe V fue aceptado de modo general en España y en el resto de Europa, excepto por el Imperio austríaco, ya que este consideró que el archiduque Carlos tenía más derechos a la corona. Pero cuando Luis XIV de Francia creó la impresión de que Francia y España podrían llegar a unirse bajo un solo rey, Inglaterra y Holanda se pusieron de parte del Archiduque, pues creían que el posible reino hispanofrancés sería una potencia imbatible en Europa, y la política inglesa consistió siempre en oponerse a la mayor potencia del continente. Y así empezó la guerra. Por otra parte es difícil imaginar que los españoles hubieran aceptado la unión con Francia.
Contra la leyenda, Felipe V no tenía pensado suprimir los fueros y privilegios de Aragón, Cataluña y Valencia. Al contrario, enseguida fue a Barcelona, donde juró ante las Cortes las viejas normas feudales de la región. Había allí pocos partidarios del Archiduque, y cuando, en 1704, la flota angloholandesa se presentó ante Barcelona, no recibió apoyo, por lo que en venganza bombardeó duramente la ciudad antes de irse a tomar Gibraltar. Sin embargo, al año siguiente, la oligarquía de Barcelona pactó con los ingleses, en la llamada Conspiración de Génova, y pasó a apoyar al Archiduque. No se sabe bien qué motivó el cambio de postura, porque Felipe V no amenazaba por entonces los fueros regionales. Probablemente el cambio se debió al dominio de la flota angloholandesa en el Mediterráneo occidental, que podía bloquear el comercio de todo Levante, de Barcelona, Valencia, etc. Y por otra parte, los potentados barceloneses debieron de pensar Felipe V podría perder la guerra. Esta mezcla de temor, interés y esperanza parece una buena explicación de la mudanza política de los potentados barceloneses (y valencianos). Hay que decir también que Cataluña era probablemente la parte más antifrancesa de España, debido a que la ocupación de la región por Francia unos decenios antes, había dejado un pésimo recuerdo.
Sea como fuere, el cambio se produjo, aunque hay que decir que no todos los catalanes, ni mucho menos compartían aquel repentino fervor por el Archiduque. Una gran parte de Cataluña estaba a favor de Felipe V (en toda España se dieron divisiones semejantes) y los austracistas quedarían limitados al triángulo Igualada-Barcelona-Tarragona.
En el curso de la contienda los austracistas o partidarios del Archiduque llevaron las de perder y cuando los vencedores felipistas pusieron sitio a Barcelona, en julio de 1713, bastantes catalanes participaron en las tropas del asedio. Los austracistas se defendieron valerosamente durante más de un año, dándose el caso de que entre tanto su pretendiente al trono, el Archiduque Carlos, había ascendido a emperador de Austria y de hecho renunciado al trono hispano, lo que da un aire extraño a toda la situación. Los ingleses, muy contentos con otras ganancias (Gibraltar y Menorca en la propia España) se desentendieron de sus promesas de tutelar las “libertades” catalanas, y Felipe V las derogó mediante los Decretos de Nueva Planta. En cuanto a Casanova, que había invocado la libertad de Cataluña y de toda España, no cayó en la lucha, sino que huyó de la ciudad, y más tarde fue perdonado y vivió tranquilamente en Cataluña como un próspero abogado. Felipe V, en castigo por lo que consideraba infidelidad de Cataluña, abolió sus fueros. Y sancionó la creación de los Mozos de escuadra para perseguir a los residuos austracistas de la región. Curiosamente, así llaman ahora a una policía autonómica a la que pretenden dar carácter separatista
Hay que decir que las llamadas “libertades catalanas” lo eran solo para las clases altas. Consistían en una opresión brutal de los señores y potentados sobre la masa de la población. De hecho, los señores tenían derecho de vida y muerte sobre los campesinos, es decir, de impunidad, y de imponerles todo tipo de cargas, los “malos usos”, que habían dado lugar a guerras civiles y a bandolerismo endémico. En cierto sentido seguían las normas preconizadas por el fraile medieval Eiximenis, que llamaba a los gobiernos a apoyar en todo a los comerciantes y a tratar con hambres, golpes y duros castigos a los campesinos, que según él no entendían otro lenguaje. Las leyes de Castilla eran mucho más benévolas con las clases bajas a las que otorgaban más derechos, y no habían faltado peticiones en Cataluña y Aragón de que se implantasen en esas regiones.
Lo que perdió Cataluña entonces, fueron unas leyes sumamente opresivas, que los separatistas llaman “libertades”, y a cambio ganó mayor estabilidad interna, mayores posibilidades de comercio con América, una situación mejor para el pueblo trabajador y estímulo para el resurgimiento económico regional. Cosas que los separatistas, al parecer no estiman demasiado.
Así pues, ni la guerra fue de secesión o separación sino de Sucesión al trono de España, no a un trono catalán que nunca había existido. Casanova era en realidad un patriota español. Y las dichosas libertades eran privilegios oligárquicos extremadamente abusivos. En fin, los mitos tienen una gran carga emocional, y por eso son difíciles de erradicar. Pero erradicarlos es también cuestión de salubridad pública.
Publicado en La Gaceta
Pío Moa |