Resultado de un trabajo de investigación meritorio por el esfuerzo que supone, la interpretación que se desprende de sus páginas aparece ya implícita en el título: el proceso revolucionario que causó miles de muertos en la provincia de Toledo así como una persecución religiosa que destruyó el ingente patrimonio artístico cultural acumulado durante siglos, viene definido como una “utopía”, es decir un “Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación” en palabras del Diccionario de la Real Academia. Frágil utopía, sostenida sobre “la esperanza republicana” a la que pondría fin “la derrota, el castigo y los cuarenta años de franquismo”. Para Ruiz Alonso: “A pesar de los conflictos y de los problemas, los campesinos y jornaleros toledanos nunca estuvieron tan cerca de disfrutar una sociedad igualitaria como bajo la II República y la Guerra Civil” (Tomo II, págs.525-526).
El señor Ruiz Alonso está en su derecho de admirar las sociedades igualitarias que sean de su gusto pero los frentepopulistas tenían muy claro cuáles eran los respectivos modelos de sociedad que trataban de imponer y la historia ha demostrado con el tiempo hasta qué punto de degradación de lo humano, terror y aniquilamiento se ha llegado en los países que se vieron sometidos durante años a dichos esquemas igualitarios. El modelo, para el diputado del Frente Popular Antonio Mije, era la Rusia soviética:
Allí tenemos la atalaya luminosa que nos alumbra el camino; allí hay un pueblo orgulloso, un pueblo libre, que no sufre ni explotación ni hambre, que se ha libertado por completo y que marcha a la cabeza de las muchedumbres de trabajadores del mundo entero. Camaradas de Badajoz, miremos el camino de la Unión soviética, y tendamos a impulsar pronto el Frente Popular, y unámonos en un solo partido para que España, por encima de los fascistas, le tienda la mano y diga: “Igual que tú, he hecho mi revolución; hermana soy en el concierto de los países soviéticos del mundo”» (de un discurso pronunciado en Badajoz y reproducido en Claridad el 19-mayo-1936).
Tampoco debía entusiasmar este igualitarismo a los centenares de campesinos y jornaleros que fueron asesinados en la zona controlada por los frentepopulistas: 196 jornaleros y 656 labradores –según el propio Ruiz Alonso— sin contar a los propietarios agrícolas que no trabajaban directamente la tierra.
Realidad ésta, la del terror provocado por los utópicos milicianos, que lleva a una de las más deleznables manipulaciones del libro que estamos comentando al describir la suerte corrida por el diputado Dimas Madariaga en los siguientes términos: «El 28 de julio de 1936, Dimas Madariaga murió a consecuencia de un enfrentamiento armado con campesinos cerca de Escalona (información de I.Herreros)» (pág.548).
Suponemos que se trataría de campesinos utópicos e igualitarios pero definir sucesos cómo el que costó la vida al diputado Madariaga de “muerte como consecuencia de un enfrentamiento armado” roza lo orwelliano. No en vano, la experiencia del escritor inglés George Orwell en la zona roja le brindó numerosos ejemplos de mentiras y de deformaciones de orden político que, proyectadas al pasado, nos sitúan ante una peculiar manera de re-escribir la historia.
El entonces cura párroco de Piedralaves (provincia de Ávila) dejó un detallado relato sobre lo sucedido a Madariaga que puede leerse en un libro de tan fácil acceso a los investigadores como es la Historia de la Cruzada Española (Tomo III en la re-edición de Datafilms, 1984, pág.365). Resumimos lo ocurrido: cuando el 27 de julio llegó un grupo de milicianos a la población abulense en la que se encontraba pasando unos días, salió de su casa internándose en el monte unos tres kilómetros esperando a que se alejasen. Pero alguien descubrió el camino que había emprendido:
Los milicianos siguieron su rastro como el de una res en una cacería y al fin le encontraron. Dimas Madariaga se encaró con ellos valerosamente: "Tú eres Madariaga". "Diputado fascista y católico", exclamó uno. Soy de los que nunca niegan al Divino Maestro, respondió el diputado a sus verdugos. Y cayó en el momento atravesado por una descarga.Convertir a un asesinado en víctima de un enfrentamiento armado no es una idea original ni de Ruiz Alonso ni de su informante (I.Herreros).
Como se trataba de un diputado de Acción Popular y vicepresidente del Congreso, la muerte de Madariaga no podía pasar desapercibida como la de otros miles de españoles que estaban sucumbiendo en los mismos días como consecuencia de la actividad represiva de aquellos utópicos milicianos. La prensa incautada en Madrid publicó «que en un choque habido cerca de Escalona (Toledo) entre fascistas y campesinos, halló la muerte el diputado cedista D.Dimas Madariaga. No es necesario advertir que éste figuraba en el grupo fascista» (ABC, 29-julio-1936). No hubo tal grupo, ni tal choque como I.Herreros ha hecho creer a José María Ruiz Alonso siguiendo probablemente la información publicada en el ABC madrileño o en otros periódicos como La Vanguardia de Barcelona que se hacía eco de un telegrama enviado desde Escalona y difundido por el periódico socialista Claridad. En agosto de 1939 varios de los criminales caían en manos de la policía. El nombre de alguno de estos asesinos, juzgado en consejo de guerra y ejecutado, figura en esas relaciones de “víctimas del franquismo” que tanto difunden los voceros de la memoria histórica y nos instruye acerca de la naturaleza de lo que realmente ocurrió.
Un ejemplo más de cómo la "historiografía" de nuestros días reproduce, sin mayor argumentación, los esquemas de la propaganda roja. Las consecuencias, las pueden sacar los propios lectores.