«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

sábado, 21 de julio de 2012

ÁNGEL DAVID MARTÍN RUBIO: República, Alzamiento y Guerra

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General Primo de Rivera
Como consecuencia de su turbulenta historia durante el siglo XIX, España entra en el siglo XX en una situación muy deficiente. Su estructura económica no está a la altura de las necesidades. Su estructura social es particularmente propicia al choque revolucionario: grupos proletarios grandes y con pocas posibilidades de mejora, campesinos sin tierra, clase dirigente egoísta e ineficiente, intelectuales resentidos… todo ello es en buena medida consecuencia de las deficiencias políticas.
En poco más de un siglo hubo muchas situaciones políticas, cada una con su Constitución que era un programa; pero ninguno de estos regímenes se consolidó ni puso en marcha instituciones aceptadas, respetadas y cumplidas. Ríos Rosas, Presidente de la Cámara del Congreso de los Diputados durante varias Legislaturas durante el siglo XIX, lo confesó en el Parlamento: “Es preciso decir la verdad al país; es preciso decirle que todos, vosotros y nosotros, hemos sido dictadores; que todo ha sido mentira y farsa”.
Fracasado el intento del general Primo de Rivera de poner orden administrativo y económico sin nuevas ideas políticas, la oligarquía desplazada se pone de acuerdo para deshacer lo existente sin mucho que ofrecer a cambio. En medio de la crisis económica de los años 1930 y 1931, no se puede ni volver al turno pacífico de los partidos, ni encontrar figuras para un Gobierno Nacional, ni volver a ensayar un Dictador. La Monarquía, casi sin defensores, fue desechada primero y eliminada después por una coalición de viejos políticos, intelectuales, masas socializantes, separatistas y sectarios.
Caída de la Monarquia e implantación de la República
En realidad, la República se estableció como resultado de la actuación de una minoría audaz que se adueñó del Estado con el pretexto de unas elecciones municipales que no ganó y que, por sí mismas, no permitían ese fin. Decisiva resultó la presión del Comité revolucionario que venía actuando desde meses atrás y que el 13 de abril dirigía un manifiesto al país acompañado de manifestaciones y alborotos en la calle.
En la entrevista del Conde de Romanones con el presidente de dicho Comité, Alcalá Zamora, éste se negó a aceptar ningún acuerdo y solo se avino a conceder un plazo para que el rey saliera de Madrid, transcurrido el cual no respondía de lo que ocurriera. Alfonso XIII se dio por enterado de la amenaza, renunció a defender el Estado de que era cabeza y abandonó España. La monarquía liberal implantada en España por la fuerzas de las armas un siglo atrás caía ahora víctima de sus propias contradicciones.
Más tarde, José Antonio Primo de Rivera describe, en sus discursos y escritos, que muchos creyeron ver en la fecha inaugural de la República una ocasión jubilosa para la devolución de un espíritu nacional colectivo y la implantación de una base material humana de convivencia entre los españoles. A mi juicio, estuvo más avisado Ramiro Ledesma al detectar que toda la propaganda del movimiento antimonárquico se hizo sobre la oferta de un régimen burgués-parlamentario, sin apelación ninguna a un sentido nacional ambicioso y patriótico, y sin perspectiva alguna tampoco de trasmutación económica, de modificaciones esenciales que respondieran al deseo de una economía española más eficaz y más justa. En realidad, la parte mayoritaria y más sana del pueblo español se alejó paulatinamente del nuevo Régimen al comprobar cómo la Constitución y la práctica política de los años siguientes daban paso a una política sectaria, arbitraria y ajena a sus más profundas convicciones.
14 de abril: el "júbilo popular" visto por Sáenz de Tejada
La Constitución de 1931
Decir que la Segunda República fue un fracaso es casi una tautología pero, desde luego, dicho fracaso no se debió a ninguna negra conspiración de presuntas fuerzas reaccionarias opuestas al progreso que el nuevo régimen habría propiciado sino al planteamiento que éste siguió desde el principio.En efecto, la República de 1931 no se concibió simplemente como una forma de Gobierno en la que el Presidente era designado por sufragio universal porque quienes la implantaron la dotaron de un contenido político que nació lastrado por la hipoteca que suponía el pacto previo con el Partido Socialista y los separatistas.
Como eran conocedores del verdadero estado de la opinión pública, sorprendida por el audaz éxito de los golpistas, ninguno de los que trajeron la República estaba dispuesto a admitir unas elecciones democráticas. Desde luego, no se puede dar la consideración de democrático al plebiscito que sirvió para formar las Cortes Constituyentes pues el proceso estuvo controlado en todos sus pasos por el auto-proclamado Gobierno Provisional. No existía oposición porque la coalición republicano-socialista era la única de las fuerzas en presencia que tenía una organización interna ya previamente establecida mientras que las derechas venían siendo aterrorizadas con episodios como los incendios y saqueos de conventos, iglesias, bibliotecas… llevados a cabo en numerosos lugares de España poco antes de las elecciones y carecieron de tiempo y de unas circunstancias que permitieran articular los nuevos partidos. Además, las izquierdas —según el más viejo estilo caciquil— contaron con todo el apoyo del Ministerio de la Gobernación.
Años más tarde el propio el propio Alcalá Zamora reconocerá que aquellas Cortes “adolecían de un grave defecto, el mayor sin duda para una Asamblea representativa: que no lo eran, como cabal ni aproximada coincidencia de la estable, verdadera y permanente opinión española”. En consecuencia: “La Constitución se dictó, efectivamente, o se planeó, sin mirar a esa realidad nacional […] Se procuró legislar obedeciendo a teorías, sentimientos e intereses de partido, sin pensar en esa realidad de convivencia patria, sin cuidarse apenas de que se legislaba para España”. Y con toda la trascendencia que da a sus palabras su condición de Presidente del Gobierno Provisional formula esta acusación sobre el nuevo estatuto jurídico: “se hizo una Constitución que invitaba a la guerra civil”.
El balance del primer bienio, llamado republicano-socialista por el color político del Gobierno presidido por Azaña no puede ser más deplorable: numerosos incendios de iglesias además de los ya citados; la permanente situación de anormalidad constitucional por el mantenimiento en vigor de leyes como la citada o la llamada de Vagos y Maleantes que preveía la creación de campos de trabajo; eliminación de la educación de iniciativa religiosa con grave perjuicio directo para cientos de miles de estudiantes; concesión del derecho de autonomía a Cataluña que empezó a ser utilizado inmediatamente para socavar la legalidad y, más tarde, sublevarse contra ella; frustración de las expectativas de una reforma agraria, deterioro de las condiciones de vida reflejada en el aumento de las muertes por hambre, que volvieron a cifras de principios de siglo; brutalidad policial de la que los sucesos de Casas Viejas son únicamente un ejemplo; aumento espectacular de la delincuencia y deterioro del orden público con huelgas, incendios, saqueos, atentados, explosiones, intentonas revolucionarias… en dos años la República provocó un número mucho mayor de muertes de obreros que las que habían tenido lugar durante todo el período histórico anterior.
Pero fue el Partido Socialista quien finalmente destruyó aquella República de la que estaba llamado a gestionar su agonía sometido a los dictados de Moscú.El predominio del Partido fundado por Pablo Iglesias se debió a la falta de una base social en la que sustentar el régimen naciente. A la vista del resultado electoral, Azaña descartó a los republicanos radicales de Lerroux y dio entrada en su Gobierno a un partido marxista cada vez mas escorado hacia la ruptura revolucionaria con las instituciones democráticas. Ya en 1931, el socialista Largo Caballero, Ministro de Trabajo, advirtió con toda claridad del papel que aguardaba a los republicanos al amenazar con la guerra civil si las Cortes Constituyentes eran disueltas cuando terminaron de cumplir su misión:
“ese intento sólo sería la señal para que el Partido Socialista y la Unión General de Trabajadores lo considerase como una nueva provocación y se lanzasen incluso a un nuevo movimiento revolucionario. No puedo aceptar tal posibilidad que sería un reto al partido y nos obligaría a ir a una guerra civil” (Informaciones, Madrid, 23-noviembre-1931).
Y en 1933 se decía:
“Vamos legalmente hacia la evolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente. Esto, dirán los enemigos, es excitar a la guerra civil. Pongámonos en la realidad. Hay una guerra civil. ¿Qué es si no la lucha que se desarrolla todos los días entre patronos y obreros? Estamos en plena guerra civil. No nos ceguemos, camaradas. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar” (El Socialista, Madrid, 9-noviembre-1933).
Las amenazas se convirtieron en realidad en Octubre de 1934 y a partir de la ocupación del poder por el Frente Popular en febrero de 1936.
1934: golpe de estado socialista-separatista
La reacción del país determinó el acceso al Par­lamento, en noviembre de 1933, de una mayoría de derechas y centro. Pero la respuesta a esta decisión democrática la dio el Partido Socialista, de defi­nido carácter marxista y subversivo, preparando y llevando a  cabo un verdadero golpe de estado.La revolución se desencadena en octubre del mismo año 1934 con el pretexto de que un partido político la CEDA, triunfante en las recientes elecciones, obtuviera en el Gobierno una parti­cipación no desproporcionada ni abusiva, sino modesta e inclu­so inferior a su importancia numérica en el Parlamento.La llamada Revolución de Octubre fue, en realidad, un fracasado golpe de estado protagonizado por una amplia coalición de izquierdas y separatistas. Sólo en Asturias, las bajas causadas por la revolución fueron 4.336, de las cuales 1.375 muertos y 2.945 heridos; fueron incendia­dos o deteriorados 63 edificios particulares, 58 Iglesias, 26 fá­bricas, 58 puentes y 730 edificios públicos.
Salvador de Madariaga ha reconocido que “con la revolución de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936”.Y es que estos sucesos son la prueba de que, para Azaña y los socialistas, no se admitía que la República fuese una forma de Estado en la que cupiesen tendencias políticas diferentes sino que en la práctica se la consideraba un régimen que negaba el derecho a la existencia a quienes no comulgasen con sus postulados.
Sofocada la revuelta con las armas quedó de manifiesto la incapacidad de los más altos poderes para responder al atentado sufrido y, mientras la propaganda izquierdista convertía a los delincuentes en mártires y al Gobierno en verdugo, los mismos organizadores de la Revolución se preparaban para un segundo y definitivo asalto al poder que tendría lugar después de las elecciones del 16 de febrero de 1936.
En un artículo vetado por la censura, José Antonio habló de “victoria sin alas” para referirse a la del 19 de noviembre de 1933, cuando las elecciones dieron paso a una sucesión de gobiernos en los que la CEDA apoyaría en el parlamento al Partido Radical.
Más tarde, con una timorata presencia en el banco azul, Gil Robles eligió un camino que significaba el suicidio y la definitiva bancarrota de su partido: estrechar vínculos con los desprestigiados radicales de Lerroux arrastrando en su fracaso las banderas que no había sabido defender. El “bienio estúpido” —como lo calificó el propio José Antonio en varias ocasiones— se liquidaba como fruto de una maniobra calculada por Alcalá Zamora sin que la CEDA hubiera cumplido su programa electoral y sin haber aprovechado la ocasión que se abría después de haber neutralizado la ofensiva socialista y separatista de Octubre de 1934:
“Ni reforma agraria, ni transformación económica, ni remedio al paro obrero, ni aliento nacional en la política. Chapuzas para remediar algún estrago del bienio anterior y pereza. Pereza mortal para dejar que los problemas se corrompan a fuerza de días, hasta que llegue otro problema y los quite de delante” (“España estancada”, Arriba, 21-marzo-1935).
Asesinato de Calvo Sotelo: el detonante de la Guerra Civil
De las elecciones de febrero de 1936 al Alzamiento
La inmensa mayoría de políticos izquierdistas que integraron el Frente Popular con vistas a dichas elecciones preconizaba la acción directay enarbolaban la misma bandera de la revolución de Asturias; por ello, nada tiene de extraño el hecho de que, con ocasión de la convocatoria, se concertaran para utilizar los cauces democrá­ticos del sufragio universal y al propio tiempo actuar con métodos radicales que habían de provocar un ambiente de violencia que retrajera de las urnas a numerosas personas.En definitiva, lo que se trataba era de asaltar el Poder utilizando todos los medios para lograr con el fraude, la violencia y el amaño, la mayoría que, como era previsible, el cuerpo electoral había de negarles.
El proceso que llevó al Frente Popular desde un ajustado resultado electoral a redondear una mayoría en las Cámaras tuvo su culminación con la ilegal destitución del Presidente de la República y su sustitución por Manuel Azaña. Durante los meses que transcurren entre febrero y julio de 1936 se asiste al desmantelamiento del Estado de Derecho con manifestaciones como la amnistía otorgada por decreto-ley, la obligación de readmitir a los despedidos por su participación en actos de violencia político-social, el restablecimiento al frente de la Generalidad de Cataluña de los que habían protagonizado el golpe de 1934, las expropiaciones anticonstitucionales, el retorno a las arbitrariedades de los jurados mixtos, las coacciones al poder judicial… Al tiempo, actuaban con toda impunidad los activistas del Frente Popular protagonizando hechos que, una y otra vez, fueron denunciados en el Parlamento sin recibir otra respuesta que amenazas como las proferidas contra Calvo Sotelo, sacado de su domicilio asesinado poco después por un piquete compuesto por miembros de las fuerzas de orden público y elementos civiles vinculados al Partido Socialista.
Ángel Ossorio y Gallardo, un colaborador ilustre del Frente Popular definía en el estado de cosas vigente en los siguientes términos:
“A estas horas ―hablemos claro, aunque nos duela―, ni el Gobierno, ni el Parlamento, ni el Frente Popular significan en España nada. No mandan ellos. Mandan los inspiradores de las huelgas inconcebibles; los asesinos a sueldo y los que pagan el sueldo a los asesinos; los mozallones que saquean los automóviles en las carreteras; los que tienen la pistola como razonamiento… ¿hay alguien contento, o siquiera conforme, con tal estado de cosas? Nadie. Ninguno sabe lo que va a pasar aquí, ni presume quién sacará el fruto de la anárquica siembra” (La Vanguardia, Barcelona, 19-junio-1936).
Y los socialistas pedían desde Claridad:
“Si el estado de alarma no puede someter a las derechas, venga, cuanto antes, la dictadura del Frente Popular. Es la consecuencia lógica e histórica del discurso de Gil Robles. Dictadura por dictadura, la de las izquierdas ¿No quiere el Gobierno? Pues sustitúyale un Gobierno dictatorial de izquierdas […] ¿No quiere la paz civil? Pues sea la guerra civil a fondo […] Todo menos el retorno de las derechas. Octubre fue su última carta y no la volveremos a jugar más”.
La dictadura del Frente Popular y la Guerra Civil. Faltaban apenas unos meses para que los españoles pudieran comprobar que las amenazas del Partido Socialista Obrero Español no eran en vano.
En conclusión, lejos de entender lo ocurrido desde el 16 de febrero de 1936 como la consecuencia de una victoria electoral de las izquierdas, hay que hablar de un proceso de ocupación del poder por parte del Frente Popular. En realidad, lo ocurrido en la retaguardia frentepopulista a partir del comienzo de la guerra se había incoado en los meses anteriores, la diferencia radica en que, desde el 18 de julio, se entra en un momento distinto del proceso al sacudirse las organizaciones revolucionarias la relativa tutela que el Gobierno republicano venía ejerciendo.
La táctica utilizada hasta entonces pretendía desembocar en la nueva situación a partir de un deterioro progresivo de las condiciones socio-políticas que se estaba logrando mediante la actividad violenta; ahora los revolucionarios pueden actuar sin traba alguna, es decir sin las escasas limitaciones que les imponía su colaboración con un Gobierno que dependía de ellos para sostenerse en el poder.Asesinato de Calvo Sotelo: el detonante de la Guerra Civil

Alzamiento: las fuerzas en presencia
El Alzamiento comenzó en Marruecos el 17 de julio y se extendió a la Península los días sucesivos. Los hechos se sucedieron de forma dramática y con suerte de lo más irregular:
―    En Pamplona, el general Mola pudo contar en el plazo de unas pocas horas con miles de requetés que llegaban de toda Navarra; unidos a las fuerzas que se impusieron en La Rioja y Soria, llegaron hasta los pasos de Somosierra.
―    En la Meseta superior fue relativamente fácil el Alzamiento; en Valladolid tenían los falangistas su principal reducto.
―    La sublevación en Galicia fue un poco más tardía y se luchó sobre todo en El Ferrol donde elementos de la marinería se unieron a las milicias obreras y el combate se prolongó por tres días pero tuvo como compensación para los sublevados la captura de la mayor parte de los buques de guerra de que luego pudieron disponer.
―    En Zaragoza, el general Cabanellas, sinceramente republicano pero disgustado por los abusos del Frente Popular, sumó al Alzamiento uno de los puntos que el gobierno consideraba más seguros.
―    En Sevilla el General Queipo de Llano, otro republicano militante, logró dominar la ciudad con un puñado de hombres hasta que llegaron refuerzos procedentes de Marruecos.
En cambió, el Alzamiento fracasó en Málaga, Alicante, Valencia, Bilbao y otras muchas ciudades del Centro, Cataluña y Norte. Y si triunfó en otras como Toledo, Granada, Oviedo y Gijón, sus fuerzas quedaron cercadas muy pronto. Parte de las guarniciones de Madrid y Barcelona se sublevaron demasiado tarde, cuando ya las fuerzas gubernamentales estaban preparadas y resultaron inútiles sus esfuerzos.
Durante los primeros días hubo en toda España una terrible confusión. Ni el Gobierno ni los autores del Movimiento podían asegurar si éste había triunfado o no. Pero los gobernantes se hicieron cargo de la situación y después de varias crisis ministeriales el nuevo primer ministro José Giral accedió a armar a las milicias obreras, hecho ya consumado en parte. En paralelo al Alzamiento ocurrió la revolución, la completa implosión política de un sistema (en expresion de Stanley G. Payne). Desaparecieron en el acto las instituciones y toda la legalidad quedó, de hecho, en suspenso pero no había sido el levantamiento militar el causante de la revolución sino el armamento de las masas por el Gobierno.
En resumen, en julio de 1936 nacieron dos pretensiones de legitimidad distinta, cada una de las cuales reconocía como válido únicamente a un sector de la población. En sus argumentos de propaganda, el Gobierno de Madrid sostendría que era el único legítimo como continuador de la situación existente antes de la sublevación. Pero este Gobierno ―que invocaba una legitimidad nacida, a su vez, de la ruptura violenta de 1931― estaba compuesto por aquellos mismos que en octubre de 1934 consideraron justo tomar las armas para derribar el entonces legítimo Gobierno de la República y, en el lado de enfrente, estaban los que en aquella oportunidad la defendieran eficazmente. Por ello, parece que lo más adecuado a la realidad es reconocer que la República de abril de 1931 desapareció en julio de 1936.
Una semana después del Alzamiento, hacia el 25-julio, tanto unos como otros comenzaron a tener conciencia clara de la situación: pudieron comprobar que la sublevación no se había impuesto en toda España pero tampoco había fracasado.
El Cuartel de la Montaña tras su asalto por los revolucionarios del FP
Superioridad material frentepopulista
En efecto, superadas las indecisiones y cambios de los primeros momentos, el Movimiento triunfó en Galicia, Castilla-León, Navarra, Álava, La Rioja, casi todo Aragón, un pequeño enclave en la Baja Andalucía, Cáceres, Baleares, Canarias y Marruecos. La ventaja que confería a los sublevados el control de estos vitales territorios extrapeninsulares quedaba en parte compensada por el dominio del mar que inicialmente ejercía la República. Ésta controlaba Castilla-La Mancha, Madrid, Cataluña, Valencia, Murcia, Badajoz, la zona este-sur de Andalucía y un enclave que abarcaba la cornisa cantábrica desde Asturias a Irún.
El Frente Popular contaba —pese a la división de las Fuerzas Armadas— con un potencial militar considerable; con mandos superiores en mayor número que los sublevados y con efectivos humanos y armamento más que suficiente para contrarrestar la acción enemiga. La superioridad de medios materiales en Marina y Aviación era abrumadora.
Aunque las cifras globales de efectivos militares peninsulares se equilibran, los sublevados contaban con una ventaja de primer orden al disponer de la totalidad del Ejército de África, cuya oficialidad era muy adicta y militante y consideraba a Franco su jefe natural. Pero para aprovechar este potencial, tenían que superar un obstáculo: el traslado de las tropas a la Península.
En cuanto a población y recursos materiales, el desequilibrio inicial era netamente favorable al Frente Popular. La industria militar y la civil de armamento estaban en gran parte en las zonas depedientes del Gobierno y lo mismo ocurría con la industria metalúrgica, química y textil y la flota mercante. La producción minera favorecía también al Gobierno que controlaba por completo el aparato central de la Administración del Estado y la totalidad de los recursos financieros, con el oro del Banco de España.
La producción agrícola cerealista quedó repartida equilibradamente, aunque la zona republicana tenía que alimentar a mayor número de personas. La agricultura intensiva mediterránea quedó en zona gubernamental íntegramente, la producción ganadera y forestal se dividió equilibradamente; y sólo la pesca se inclinó a favor de los sublevados, con la industria conservera de pescado. Los excedentes agrícolas exportables estaban a disposición del Gobierno.
En un discurso pronunciado el 8 de agosto de 1936, Indalecio Prieto basaba un pronóstico acerca de la victoria inapelable del Frente Popular en su predominio material. El error estuvo en no tener en cuenta el factor moral que fue decisivo.
Voluntarios requetés de las Brigadas Navarras
La superioridad moral
Los republicanos adoptaron desde el principio una moral de resistencia (el famoso No pasarán), mientras que los sublevados se lanzaron por todas partes a la ofensiva. La división política, la desconfianza entre partidos burgueses y obreros, el doble poder Gobierno-comités, el recelo hacia los militares profesionales… frenaron la iniciativa republicana y rebajaron su voluntad general de vencer y su moral colectiva. La zona nacional —muy unida desde el principio por factores, entre otros, como el religioso— no conoció aquellos elementos de división y freno y su voluntad de vencer se puso de manifiesto mucho más claramente que en zona enemiga; y demostró también voluntad de resistir hasta el fin por razones morales, como en las resistencias decisivas del Alcázar de Toledo, las ciudades de Oviedo y Huesca y el Santuario de la Virgen de la Cabeza (Jaén), que no tienen parangón en el bando opuesto.
En síntesis, ambos bandos contaban con fuerzas considerables y con el apoyo de amplios sectores de la población. Los pocos intentos de conciliación que se hicieron fracasaron muy pronto porque lo que unos y otros querían hacer en España era diametralmente opuesto. Aunque fuera trágico reconocerlo, la única salida a la situación era el enfrentamiento militar: una guerra civil que iba a presentar rasgos muy complejos:
  1. Una lucha entre revolución y contrarrevolución, entre una izquierda mayoritariamente totalitaria y una derecha que había llegado a hacerse autoritaria.
  2. Una guerra religiosa, por la persecución exterminadora contra la Iglesia católica en zona republicana que dio un carácter de Cruzada a la movilización en el bando contrario.
  3. Una guerra en el seno de las propias izquierdas acerca del modelo que había de reemplazar a lo destruido por la revolución.
  4. Una pugna entre varias concepciones de España en la que los regionalismos catalán y vasco iban a desempeñar un papel secundario, pero de ningún modo irrelevante.

ÁNGEL DAVID MARTÍN RUBIO: Calvo Sotelo: crimen de Estado

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En febrero de 1936, con la ocupación del poder por el Gobierno respaldado en las Cortes republicanas por el Frente Popular, el proceso revolucionario entra en una nueva etapa. No olvidemos que la ofensiva se había iniciado con anterioridad y en ella se venían utilizando los métodos radicales de la acción directa junto a otros tendentes a la ocupación de los resortes gubernamentales.
El fraude electoral y la destitución del Presidente de la República provocaron una ilegitimidad que no se revela menos radical en lo que se refiere al ejercicio del poder tanto en la labor parlamentaria y de Gobierno como en la tolerancia y aliento de los incendios, despojos y asesinatos cuyo balance provisional se hizo varias veces desde el Parlamento.
Datos biográficos
Pocos de entre los diputados derechistas tenían una trayectoria profesional y política más brillante que el autor de buena parte de estas denuncias de la situación revolucionaria que se vivía en la República del Frente Popular. José Calvo Sotelo cuya más reciente y completa biografía fue publicada por Alfonso Bullón de Mendoza (José Calvo Sotelo, Ariel, 2004). Nacido en Tuy (Pontevedra) el 6 de mayo de 1893, se licencia en Derecho en Zaragoza y en los estudios para el doctorado en la Universidad de Madrid se hace acreedor a la predilección de su catedrático Gumersindo Azcárate que admira ya en él la ciencia jurídica así como su elocuencia, precisión lógica y rigor metódico. Obtiene el premio extraordinario del Doctorado con su tesis acerca del abuso del derecho como limitación del derecho subjetivo.
Hace oposiciones a oficial de Administración del Ministerio de Gracia y Justicia. Intensifica los estudios, se le ve frecuentar las bibliotecas, concurre a los círculos literarios y al Ateneo, donde más de una vez se enfrenta con Azaña y el grupo de intelectuales que le respalda. En 1915 es nombrado secretario de la sección de Ciencias Morales y Políticas. Por estos años trabajará activamente en las filas del maurismo y como crítico musical y de Bellas Artes en la Redacción de El Debate. En 1916 obtiene el número uno en las oposiciones de Abogados del Estado y, destinado a Toledo, contrae matrimonio con Enriqueta de Grondona dando origen a un hogar cristiano y ejemplar. Desde 1917 es profesor auxiliar de la Facultad de Derecho en Madrid y en 1919 es elegido diputado a Cortes por Carballino. En 1921 vuelve a representar al distrito y es designado gobernador civil de Valencia.
Formado el Directorio Militar que preside el General Primo de Rivera, el 23 de diciembre de 1923 Calvo Sotelo se le confía la Dirección General de Administración Local y, desde allí, promueve los Estatuto Municipal y Provincial. Más tarde llega al Ministerio de Hacienda desde el que pone en marcha medidas destinadas a evitar la ocultación de la riqueza, la vigorización de los instrumentos fiscales de liquidación, recaudación e inspección y a que la imposición fiscal recayera preferentemente sobre las rentas personales. Tal vez el aspecto más trascendente de su labor sea la creación del Monopolio de los Petróleos, al igual que del Banco Exterior de España como un medio para apoyar las exportaciones.
Con la proclamación de la República, vivirá varios años exiliado en Portugal y Francia y, a su regreso a España en 1934, reanuda la actividad política al frente de Renovación Española representando a los monárquicos alfonsinos cada vez más distanciados del liberalismo. Calvo Sotelo se convertirá en el más destacado dirigente político de las derechas sobre todo una vez que quedó completamente desacreditada la táctica liberal y colaboracionista de Gil Robles.
11-marzo-1936: incendio de la Iglesia de San Luis (Madrid) por los frentepopulistas
Primavera trágica
En 1936, presenta su candidatura por Orense y vuelve a triunfar como en los anteriores comicios pero el Frente Popular propone la anulación de su acta. Tan patente era el atropello, que Mariano Ansó Zunzarren (que habría de ser en 1937 Ministro de Justicia del Frente Popular) hizo uso de la palabra para hacer constar en la sesión celebrada el  2 de abril de 1936 que la referida Comisión modificaba su criterio y proponía su proclamación como Diputado a Cortes si bien reconociendo “los sacrificios” que habían tenido que hacer para llegar a este cambio de opinión, y que lo habían realizado “para que uno de los enemigos más encarnizados del régimen, de los Gobiernos republicanos y del Parlamento, no pueda salir con justicia a la calle a decir que nos hemos entregado a una persecución sañuda e injusta”.
Son de sobra conocidas las intervenciones de Calvo Sotelo en el Parlamento denunciando las violencias y coacciones llevadas a cabo por los frentepopulistas en toda España. Debe tenerse en cuenta que, desmoralizada la CEDA, encarcelado José Antonio Primo de Rivera y sometida la prensa a una censura rígida por parte del Gobierno, únicamente llegaba a los más apartados rincones noticia exacta de lo que estaba ocurriendo a través de sus discursos. Por eso no resulta extraño que se convirtiera en objetivo preferente del Frente Popular cuyos miembros no se recataron de amenazarle de muerte en la propia Cámara. Dejando aparte palabras como las de Dolores Ibarruri la Pasionaria: “este hombre ha hablado por última vez”, quien empleó unos términos más claros  fue el presidente del Gobierno Santiago Casares Quiroga. Para Bullón de Mendoza, la intención de Casares no era amenazar de muerte a Calvo Sotelo pero sus palabras tuvieron el efecto de “marcarle como blanco” (Cfr. ob.cit., 634ss.). Calvo Sotelo le replicaba en los siguientes términos el 16 de junio de 1936:
Yo tengo, señor Casares Quiroga, anchas espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el gesto de reto y para las palabras de amenaza. Le he oído tres o cuatro discursos en mi vida, los tres o cuatro desde ese Banco Azul, y en todos ha habido siempre la nota amenazadora. Bien, señor Casares Quiroga. Me doy por notificado de la amenaza de su señoría. Me ha convertido su señoría en sujeto, y por tanto no sólo activo, sino pasivo, de las responsabilidades que puedan nacer de no sé qué hechos. Bien, señor Casares Quiroga. Lo repito: mis espaldas son anchas; yo acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades que se puedan derivar de actos que yo realice, y las responsabilidades ajenas, si son para bien de mi Patria y para gloria de España, las acepto también. ¡Pues no faltaba más! Yo digo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: “Señor, la vida podéis quitarme, pero más no podéis”. Y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio. Pero a mi vez invito al señor Casares Quiroga a que mida sus responsabilidades estrechamente, si no ante Dios, puesto que es laico, ante su conciencia, puesto que es hombre de honor; estrechamente, día a día, hora a hora, por lo que hace, por lo que dice, por lo que calla. Piense que en sus manos están los destinos de España, y yo pido a Dios que no sean trágicos. Mida su señoría sus responsabilidades; repase la historia de los veinticinco últimos años y verá el resplandor doloroso y sangriento que acompaña a dos figuras que han tenido participación primerísima en la tragedia de dos pueblos: Rusia y Hungría, que fueron Kerensky y Karoly. Kerensky fue la inconsciencia; Karoly, la traición a toda una civilización milenaria. Su señoría no será Kerensky porque no es inconsciente; tiene plena conciencia de lo que dice, de lo que calla y de lo que piensa. ¡Quiera Dios que su señoría no pueda equipararse jamás a Karoly!” .
A partir de este punto seguimos –en ocasiones literalmente tal como fueron expuestos en el libro La dominación roja en España (pp. 6-14)- los testimonios aportados en la Causa General.


El crimen de Estado
El 29 de junio de 1936, el agente de Policía de la plantilla de Madrid, Rodolfo Serrano de la Parte, es llamado a la Dirección General de Seguridad, que desempeña José Alonso Mallol, para que, en unión del también agente José Garriga Pato, se encargue de la escolta de Calvo Sotelo, sustituyendo a la anterior, compuesta por elementos de confianza. Cuando comparecen ante el jefe del personal, Lorenzo Aguirre Sánchez se les hace saber que su misión no sería de protección, sino de espionaje, debiendo dar cuenta diaria y detallada de las personas con quienes se relacionara. Dos días más tarde, les advierte -en nombre del Director General de Seguridad- que, en caso de ocurrir un atentado, debían simular una protección si sucedía en sitio céntrico y si era descampado, ayudar a darle muerte.
Rodolfo Serrano, incapaz de cumplir esta orden, se lo comunica inmediatamente al Diputado a Cortes D. Joaquín Bau Nolla, íntimo amigo de Calvo Sotelo en una entrevista que se inicia en los pasillos de la Cámara de los Diputados y se continúa al día siguiente en una cervecería de la calle de Alcalá. Cuando Bau y Calvo Sotelo visitan al Ministro de la Gobernación para darle cuenta de las denuncias, éste no tiene en cuenta las advertencias y Aguirre, no sólo continuó con la confianza del Gobierno, sino que más tarde fue premiado con el cargo de Jefe Superior de Policía de Madrid mientras que Serrano de la Parte era trasladado inmediatamente a Galicia.
En las primeras horas de la noche del 12 de julio de 1936, el Teniente de Asalto, afecto al Frente Popular, José Castillo, es asesinado por unos desconocidos al cruzarse con él en la calle, no habiendo el Gobierno del Frente Popular logrado averiguar ni decir quiénes fueron los asesinos. Con razón afirma Luis Suárez:
Comparar el asesinato del teniente Castillo con el del líder de la oposición tratando de justificar la segunda, parece incorrecto. En primer término porque la venganza nunca es un valor positivo. La muerte de Castillo carece de justificación y correspondía al Gobierno, la policía y los tribunales detener, juzgar y castigar a los culpables. Era una más en la cadena de violencias que Gil Robles denunciara y constituía negligencia e incapacidad del Gobierno el que no se corrigieran debidamente. Pero el asesinato del jefe de la oposición tenía todas las características de un crimen de Estado, ejecutado por policías de uniforme, que empleaban su poder oficial con alevosía y nocturnidad. Un Estado que consentía tales cosas y no quería o no podía castigarles había perdido, sin duda, toda legitimidad: cualquier ciudadano podía ser impunemente asesinado. Éste es un dato histórico” (Franco: Crónica de un tiempo. I. El General de la Monarquía, la República y la Guerra Civil. Desde 1892 a 1939, Actas Editorial, Madrid, 1999, 313-314).
A partir de este suceso, los jefes y oficiales del Cuerpo de Asalto del cuartel de Pontejos, inmediato al Ministerio de la Gobernación, celebran conferencias con este Ministro, con el Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de la Guerra, Casares Quiroga, y con el Director General de Seguridad, Alonso Mallol. Las principales figuras que mantienen estas entrevistas son el Comandante Ricardo Burillo Stolle, el Teniente Máximo Moreno y el Capitán Fernando Condés, de la Guardia Civil este último, todos ellos de la entera confianza del Frente Popular.
En las primeras horas de la madrugada del 13 de julio de 1936 sale del cuartel de Pontejos el autocar número 17, al servicio del Cuerpo de Asalto. Es conducido por el guardia Orencio Bayo Cambronero, y ocupan asientos al interior: Victoriano Cuenca, pistolero y persona de absoluta confianza de Indalecio Prieto; José del Rey Hernández, guardia del Cuerpo indicado, adscrito a la escolta personal del Diputado socialista Margarita Nelken, y los también guardias de Asalto Amalio Martínez Cano, Enrique Robles Rechina, Sergio García, Bienvenido Pérez Rojo, Ismael Bueso Vela, Ricardo Cruz Cousillos y Aniceto Castro Piñeira. El estudiante del último curso de Medicina, Federico Coello García, afiliado al Partido Socialista y persona de la intimidad de Indalecio Prieto; Santiago Garcés y Francisco Ordóñez, de las Juventudes Socialistas, también hombres de acción y de la confianza de Prieto. Al mando de todos, en el mismo vehículo, iba, vestido de paisano, el Capitán de la Guardia Civil Fernando Condés. Pocos minutos después parte detrás del autocar un coche de turismo, ocupado por los oficiales del Cuerpo de Asalto, Capitanes Antonio Moreno Navarro e Isidro Avalos Cañada, y los Tenientes Andrés León Lupión, Alfonso Barbeta y Máximo Moreno. Se dirigen directamente al domicilio de Calvo Sotelo en el número 89 de la calle de Velázquez.
Descienden del autocar el Capitán Condés, José del Rey, Victoriano Cuenca y algunos otros números de Asalto; franqueado el portal por el sereno, suben al piso; llaman al timbre de la puerta y acude una criada que, sin abrir, pregunta quién es, contestándosele que abriese a la Autoridad, que iba a hacer un registro. La criada se retira sin abrir y da cuenta de lo que ocurre al dueño de la casa, que se encontraba descansando; se levanta, sale al recibimiento y abre la puerta de entrada, preguntando qué deseaban. Replica el Capitán Condés -que, como se ha dicho, iba vestido de paisano- exhibiendo su carné militar, “que tiene que hacer un registro”. Se distribuyen por las habitaciones, fingiendo la práctica del mismo, inutilizan el teléfono y manifiesta el Capitán a Calvo Sotelo que la Dirección General de Seguridad ha ordenado su detención. Éste hace patente su calidad de Diputado a Cortes, que prohíbe esa detención, salvo en casos de flagrante delito, que no existe; pretende hablar con la Dirección de Seguridad, notando entonces que está inutilizado el teléfono; impiden a los familiares salir del domicilio en demanda de auxilio, siendo ineficaces las protestas del Jefe del Bloque Nacional, que no tolera, como Diputado, su detención, y cede ante la palabra de caballero que da el Capitán Condés de que dentro de cinco minutos se encontrará en la Dirección General de Seguridad, en la que podría alegar cuanto estimase oportuno.
Entra en el dormitorio para terminar de vestirse, y allí le siguen Condés y Del Rey. Mientras, su señora prepara un maletín con los útiles más precisos de aseo, unas cuartillas y una pluma, y ruega angustiosamente a su marido que no se marche. En el cuarto de sus hijos; da un beso a cada uno de ellos, que duermen. La mayor, Conchita, despierta y pregunta a su padre adónde va; la tranquiliza Calvo Sotelo, así como a su esposa, de la que se despide en el recibimiento prometiéndola que en cuanto llegue a la Dirección General de Seguridad hará por comunicar con ella, y mirando a los que le rodeaban, agregó: “si es que estos señores no me llevan a pegarme cuatro tiros”.
Baja rápido la escalera, y ya en el portal, encarga al portero que avise a sus hermanos, pero que nada digan a sus padres. Cuando sube al autocar número 17, se vuelve, buscando al Capitán Condés con la vista, preguntándole si subía, y al contestarle que sí, dijo: “Vamos a ver qué nos quieren”, despidiéndose de los familiares, que estaban en los balcones, diciéndoles adiós con la mano.
Calvo Sotelo se sienta en el tercer departamento del autocar, contando como primero el correspondiente al conductor, y ocupa el cuarto asiento del autocar en dicho departamento; a su derecha y a su izquierda se colocan un guardia de Asalto y un guardia del escuadrón de Caballería, también de Asalto, respectivamente. Inmediatamente detrás del diputado se sienta Victoriano Cuenca; el Capitán Condés y José del Rey ocupan los asientos contiguos al del conductor, y son distribuidas en los demás lugares, las personas que antes se mencionaron, cuidando Condés de que no ocuparan los asientos inmediatamente anteriores a Calvo Sotelo.
El vehículo se pone en marcha, recorre unos cuantos metros, y al llegar a la altura del cruce de la calle de Ayala con la de Velázquez, Victoriano Cuenca empuña una pistola, que dirige hacia la nuca del diputado y sin que éste pueda darse cuenta de la agresión -está dando su espalda al agresor-, hace dos disparos consecutivos, tan inmediatos, que dan la impresión a los que van en el automóvil de que ha sido un solo disparo.
El cadáver de Calvo Sotelo en la mesa de autopsias
El cuerpo es abandonado en el Cementerio del Este y los asesinos vuelven al Cuartel de Pontejos. El guardia Tomás Prez limpia inmediatamente el autocar y hace desaparecer las manchas de sangre.
Mientras, los familiares y amigos de Calvo Sotelo se movilizan para tratar de averiguar qué le ha ocurrido; unos y otros se encargan de hacer llegar a la Dirección General de Seguridad y al Ministerio de la Gobernación las noticias y detalles del secuestro pero no se toma medida alguna Y eso a pesar de que el subsecretario de Gobernación Ossorio y Tafall fue informado por el Teniente Coronel de Asalto Sánchez Plaza de que el autocar número 17 había llegado al cuartel de Pontejos con manchas de sangre que, según los guardias ocupantes, se debían a la hemorragia nasal de uno de ellos, y que todos habían sido de nuevo distribuidos para prestar diversos servicios y el Director General de Seguridad conocía lo ocurrido en el domicilio de Calvo Sotelo por la información de un Comisario de Policía. La única medida que se adopta a las ocho de la mañana del día 13 de julio de 1936, es la detención del chófer conductor del autocar número 17 y la de un oficial de Asalto, con la impresión de que se procuraba únicamente cubrir las apariencias.
Sobre el mediodía del 13 de julio de 1936 la Dirección del Cementerio del Este ponía en conocimiento de la Alcaldía de Madrid que el cadáver de Calvo Sotelo se encontraba en el Depósito del cementerio, dónde había sido reconocido por el comunicante.
El cadáver se amortajó con hábito franciscano y con una bandera de España. Sobre su tumba, Antonio Goicoechea pronunció unas palabras que se convirtieron en realidad a los pocos días:
No te ofrecemos que rogaremos a Dios por ti; te pedimos que ruegues tú por nosotros. Ante esa bandera colocada como una cruz sobre tu pecho, ante Dios que nos oye y nos ve, empeñamos solemne juramento de consagrar nuestra vida a esta triple labor imitar tu ejemplo, vengar tu muerte y salvar a España, que todo es uno y lo mismo; porque salvar a España será vengar tu muerte, e imitar tu ejemplo será el camino más seguro para salvar a España”.
Entierro de Calvo Sotelo

La responsabilidad del Gobierno
La actuación judicial se verá entorpecida por los elementos del mismo Gobierno. Cuando se trata de practicar una diligencia de reconocimiento en rueda, para que familiares y criados reconozcan a las personas que se habían presentado en el domicilio de Calvo Sotelo en la madrugada del día 13, no son los que allí estuvieron los que fueron a la rueda, sino otros guardias de Asalto y personas diferentes.
Cuando se logra fijar la actuación del Teniente Máximo Moreno; éste, que en el mismo día 13 de julio se refugió en la Dirección General de Seguridad, elude presentarse ante la Autoridad judicial, y, amparado por el Gobierno, continúa en aquel edificio para evitar el otro, interrogatorio judicial y las posibles represalias de elementos hostiles o simplemente indignados por el hecho ocurrido. Compareciendo, por fin, un día a las cuatro de la tarde, acompañado del Fiscal General de la República, y, según las declaraciones que constan en la Causa General, se limito la declaración a un acto puramente formulario. No obstante la defectuosa investigación judicial, el 25 de julio de 1936 un grupo de diez o doce milicianos se apoderó del Sumario en el Palacio de Justicia y lo hizo desaparecer.
No resulta necesario demasiado énfasis para poner de relieve la responsabilidad del Gobierno y el deterioro irreversible del Estado de Derecho que revelaba el asesinato de Calvo Sotelo  así como su significación histórica en el proceso revolucionario que se había iniciado en febrero de 1936. La responsabilidad indirecta, por omisión, está fuera de toda duda, la implicación directa no se puede probar con un documento escrito que, lógicamente, no existió y estaría relacionada con toda la serie de conversaciones, sostenidas entre los ejecutores y altos cargos, cuyo contenido exacto desconocemos. En todo caso, no debemos olvidar que el Gobierno se sostenía gracias al apoyo Parlamentario de los promotores de todas las violencias llevadas a cabo durante este período por las organizaciones del Frente Popular
Cerrados todos los caminos a las soluciones políticas
Al cerrarse el 15 de julio la última sesión de la Diputación Permanente de las Cortes podía hacerse el siguiente balance:
Desacreditado el sufragio, invalidado el Parlamento, asesinado por fuerzas servidoras del Estado el Jefe más representativo de la oposición, aceptada la violencia y la beligerancia como norma gubernamental, desatada la pasión sanguinaria, parecen cerrados todos los caminos a las soluciones políticas y a la esperanza. Estas son las conclusiones que se deducen del acta de la dramática sesión, que es como un responso a las instituciones democráticas muertas a mano airada por quiénes se habían erigido en sus definidores y guardianes» (Joaquín Arrarás).
Como a otros muchos españoles, el asesinato de Calvo Sotelo conmovió profundamente a Francisco Franco. Él estaba convencido que al Ejército no le es lícito sublevarse contra un Partido ni contra una Constitución porque no le guste; pero tiene el deber de levantarse en armas para defender a la Patria cuando está en peligro de muerte. Estaba decidido a sumarse al Alzamiento pero ahora se vio impelido con toda urgencia a una sublevación en la que era necesario adelantarse al enemigo si se esperaba tener alguna posibilidad de éxito:
“Al mediodía del 13 de julio con gran indignación mi primo afirmó que ya no se podía esperar más y que perdía por completo la esperanza de que el gobierno cambiase de conducta al realizar este crimen de Estado, asesinando alevosamente a un diputado de la nación valiéndose de la fuerza de orden público a su servicio. La decisión de Franco era definitiva e irrenunciable. Yo no lo dudé un momento y puedo afirmar que sentí deseos de que cuanto antes se alzase contra el gobierno del Frente Popular mucho mejor, pues nos estábamos exponiendo a que los comunistas nos ganaran la mano y, con ello, se llevasen la ventaja de la iniciativa. Este horrendo crimen había de unir a todos los elementos de orden y justificaba por completo la iniciación del movimiento militar” (Franco Salgado-Araujo, Francisco, Mi vida junto a Franco, Planeta, Barcelona, 1977, 150).

Aborto y sanción real: Diez preguntas que siguen pendientes

En marzo de 2010 hicimos públicas diez preguntas a la Conferencia Episcipal Española acerca de la sanción real a la legislación abortista. Lógicamente, no recibieron respuesta.

Al cumplirse este 5 de julio un aniversario más de la inicua ley de 1985, las reiteramos añadiendo una más: ¿Acaso el catolicismo del Gran Duque de Luxemburgo o de los soberanos de Liechtenstein es diferente del que practica el Jefe del Estado español  y éste no necesita pronunciarse frente a la despenalización del aborto o de la eutanasia?

1.      El comportamiento del Jefe del Estado al sancionar y firmar la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo ¿está de acuerdo con la moral católica en los términos en que vaticinó el portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Mons.Martínez Camino: “seguro que sabrá, como católico, adecuarse en sus actuaciones a la moral católica, que es una para todos los católicos”?

2.      Cuando se pretende eludir las responsabilidades más altas como si la intervención de los Poderes públicos se limitara a dar fe de la voluntad popular ¿No es cierto que el Jefe del Estado, al promulgar la ley dice expresamente: “Mando a todos los españoles, particulares y autoridades, que guarden y hagan guardar esta ley orgánica”?

3.      ¿Al estar en juego la vida de cientos de miles de seres humanos, no se debería haber seguido el criterio de los juristas que sostienen la capacidad legal del Jefe del Estado en el ordenamiento vigente para negar la sanción a una Ley?

4.      El 6 de julio de 1985 el periodista Abel Hernández afirmó en Diario 16 que “la obligación constitucional del Rey es firmar las leyes aprobadas en el Parlamento. ‘No tenía otra disyuntiva que firmar o irse’, según una destacada personalidad. Evidentemente al Papa le parece muy bien que el Rey Juan Carlos siga en su puesto. La misma actitud mantiene el Episcopado español según he podido comprobar directamente en la dirección de la Iglesia española” ¿Era esto cierto? ¿Se ha repetido la historia 25 años después con protagonistas diferentes?

5.      Los que han implantado la ley del aborto son autores conscientes y contumaces de de una gravísima violación del orden moral ¿Cómo se les va a aplicar el canon 915, que excluye de la Comunión eucarística a los que persisten en “manifiesto pecado grave”.

6.      Los católicos que con leyes o actos de gobierno, promueven, facilitan y protegen jurídicamente la práctica del aborto merecen la calificación moral de pecadores públicos ¿Cómo se va a concretar el trato que se les dispensará en la administración de los Sacramentos mientras no reparen según su potestad el gravísimo daño y escándalo producidos?

7.      ¿En qué situación moral quedan los católicos que dan su voto a los partidos que han  promovido y aprobado esta ley o han apoyado a la vigente hasta ahora?

8.      ¿No es cierto que resulta contradictorio dar por bueno un sistema que lleve jurídicamente a efectos inadmisibles y que no es posible en conciencia instalarse tranquilamente en él, sin hacer lo necesario por enderezarlo y por desligarse de responsabilidades que no se pueden compartir?

9.      ¿Acaso no es verdad que no se puede aceptar un orden constitucional por el que la suprema Magistratura se vea obligada a sancionar leyes absolutamente inmorales y que esto se aplica también al caso de la Monarquía parlamentaria o constitucional?

10. Si la Constitución, en su concreta aplicación jurídica, permite dar muerte a algunos, resulta evidente que la misma ley fundamental deja sin protección a los más débiles e inocentes, hecho que hay que añadir a la nefasta gestión de  los gobernantes ¿Qué consecuencias concretas se derivan a la hora de valorar moralmente el sistema político implantado en España en 1978?

Publicado en TD, 6 de julio de 2012

Y si hoy nos arrancan las cruces...



El Consejo General del Poder Judicial ha dejado sin efecto el expediente iniciado por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña contra el juez de lo contencioso-administrativo de Lérida apercibiéndole por tener un crucifijo en la sala de vistas. La noticia apenas se puede considerar una tregua y difícilmente puede ser visto como una victoria teniendo en cuenta las razones, puramente fácticas y positivistas, aducidas para no entrar en el fondo del asunto.

Cada vez que se habla de quitar los crucifijos de lugares públicos o de suprimir símbolos religiosos hay que reconocer que quienes promueven estas blasfemias demuestran coherencia para el error. Mucha más que aquellos otros -a veces denominados conservadores- que, en el fondo, comparten los principios en los que se inspiran dichas iniciativas aunque, a veces, se rasgan las vestiduras condenando sus consecuencias sin llegar a cuestionar el sistema que las ampara. Para estos últimos, el crucifijo es poco más que un signo cultural; no dice nada, no impone nada. Por eso piensan que puede estar sin problemas en instituciones como las escuelas, los ayuntamientos o los juzgados, instituciones que han abandonado hasta las más elementales referencias de lo que representan los valores de una sociedad sana. Sitios en los que igual se adoctrina para la ciudadanía que se practica la mal llamada educación sexual o se gestiona la corrupción económica y moral.

Es aleccionador que el argumento para mantener la imagen de Cristo en el Juzgado de referencia haya sido que sirve como instrumento para que se pueda ejercer el derecho individual al juramento. Y el ejemplo utilizado no puede ser más nefasto: los ministros que juran ante el Señor al tiempo que se integran en Gobiernos que promueven la descristianización.

Por el contrario, a quienes promueven la retirada de los crucifijos, sí les molestan y parecen ser los más conscientes de que puede haber pocos signos más radicales que un Dios crucificado. A Él pertenecen todos los derechos y nuestro es solamente el deber de rendirle adoración. Y porque tenemos el deber de adorar a Dios, tenemos el derecho de tener nuestras familias cristianas, nuestros templos, nuestras escuelas católicas... Y lo mismo habría que decir de las restantes instituciones sociales y polítitcas.

Esto último lo proclamaban las estrofas del himno de la fiesta de Cristo Rey que proclamaban a Nuestro Señor como Rey de la familia, del Estado, y de la Ciudad terrenal y que, con toda lógica teniendo en cuenta la pseudo-teología que la inspiraba, fueron suprimidas en la desgraciada reforma litúrgica promovida por el concilio Vaticano II:
Que con honores públicos te ensalcen
Los que tienen poder sobre la tierra;
Que el maestro y el juez te rindan culto,
Y que el arte y la ley no te desmientan.
Que las insignias de los reyes todos
Te sean para siempre dedicadas,
Y que estén sometidos a tu cetro
Los ciudadanos todos de la patria.
La renuncia a proclamar la necesidad del Reinado Social de Cristo Rey tiene su mejor expresión en la verdadera negación de su Realeza significada por esta transformación que ha pasado casi desapercibida.

A nadie extrañará que una vez arruinado el universo de valores vigentes hasta no hace mucho tiempo, su lugar vaya siendo ocupado por una nueva hegemonía: la de esa mentalidad, hoy dominante, sustrato permanente de una práctica política que es, al mismo tiempo, la consecuencia y el principal motor del proceso. Al servicio de esta estrategia se ponen medios tan dispares como la democracia, la demolición del Estado nacional, la inmigración, la auto-demolición de la Iglesia, la memoria histórica, la destrucción de la familia, la desmoralización del Ejército, la educación para la ciudadanía, la cultura de la dependencia promovida por una gestión económica de los recursos dirigida por el Estado…

Siguiendo este modelo, el sistema político actualmente implantado en España se edificó sobre tres pilares levantados entre 1978 y 1985: la destrucción de la nación (autonomías), la destrucción de la familia (divorcio) y la destrucción de la vida (aborto); hoy únicamente estamos asistiendo a las últimas consecuencias del proyecto puesto en marcha por las fuerzas políticas entonces dominantes. El árbol se plantó, ahora basta recoger sus frutos y lo único que admite una mínima disputa es quién habrá de llevarse la cosecha.

Muchos se preguntan si es posible salir de esta situación. Si hay alternativa, únicamente será posible en la medida que tenga lugar la recuperación de la hegemonía en la sociedad civil. Algo que implica la lucha por la Verdad ―que no se impone por sí misma― y la capacidad de generar instrumentos coercitivos que, al amparo de la ley, actúen como freno de las tendencias disgregadoras.
Por eso es lástima que en lugar de aceptar ovinamente los hechos, los católicos españoles no reaccionemos como vaticinaba el nicaragüense Pablo Antonio Cuadra Cardenal (1912-2002), poeta católico y colaborador de la revista Acción Española en los años en que la siniestra Segunda República española (esa que añoran algunos que no la conocieron) ordenó retirar los crucifijos de las escuelas:
¡Ay Virgencita que luces,
ojos de dulces miradas!
Que vieron llegar las Espadas,
que dieron paso a las Cruces.

Mira a tus Tierras Amadas!
Y si hoy nos arrancan las Cruces,
¡Brillen de nuevo las luces
del filo de las espadas!
Publicado en TD, 28 de junio de 2012

domingo, 8 de julio de 2012

Mérida: la "Guernica" extremeña por Moisés Domínguez Núñez

Tupolev SB-2 Katiuska, modelo de bombardero soviético que actuó sobre Mérida













MOISÉS DOMÍNGUEZ NÚÑEZ.- Debido a que la “guerra de la propaganda” fue la única que ganó el Frente Popular, uno de los aspectos menos conocidos, pero no por ello menos importantes, en el estudio del conflicto fraticida en Extremadura es el bombardeo de poblaciones civiles en la retaguardia extremeña nacional. Estas acciones indiscriminadas han pasado casi desapercibidas y ocultadas por los ríos de tinta que se han escrito sobre la represión en Extremadura del bando ganador de la Guerra Civil.
Hoy nos proponemos dar a conocer algunos de los bombardeos que causaron más  víctimas civiles durante la Guerra Civil en Extremadura y que demuestra la criminal actuación de la aviación gubernamental en estas tierras. Porque esta actuación no se produjo un día concreto y de forma esporádica y casual sino que fue constante y causó un goteo interminable de muertes y heridos. Como muy bien expresa el profesor Stanley G.Payne:
El bombardeo de ciudades había sido una práctica normal de los republicanos en las primeras semana de la guerra civil, que en varias ocasiones, a comienzos del conflicto, se jactaron del daño causado a las ciudades controladas por los nacionales[1].
Una base principal de este trabajo se basa en los testimonios y las vivencias propias recogidas por periodistas que visitaron la ciudad y que fueron notarios excepcionales de estas criminales acciones bélicas aéreas.

Bombardeos en Mérida: el testimonio de los periodistas
Mérida era un importe nudo de comunicaciones férreas, telefónicas y eléctricas y desde que fue tomada por los rebeldes el 11 de Agosto de 1936 estuvo en el punto de mira de la aviación frentepopulista durante los años 1936 y 1937.
El 12 de Agosto de 1936 la 1ª escuadrilla del Grupo de Reconocimiento Nº21 compuesta por Breguet XIX al mando del Capitán Juan Quintana Ladrón de Guevara, ante la carencia de defensas antiaérea, agotará en el ataque a Mérida todas las bombas existente en el aeródromo de Don Benito. De hecho el Capitán Quintana solicitará a Madrid el envío urgente de bombas y munición ametralladora.
El 13 de Agosto va a ser uno de los días en que con más virulencia atacó la aviación leal a Emerita Augusta. Decenas de muertos por las calles que no son retirados, heridos terriblemente mutilados andando como zombis por una ciudad desierta en busca de asistencia sanitaria y escenas pavorosas de destrucción y muerte serán relatadas por los corresponsales que sufrieron en primera persona este bombardeo en el que, como dijo un periodista portugués: “Quási dez mil quilos de metralla foram lançados pelos aeroplanos de Madrid”.
El corresponsal portugués del Diario de Lisboa Leopoldo Nunes nos deja una visión dantesca de la ciudad:
El avión, volando muy alto, dejó caer cincuenta bombas.
Como eran de cinco kilos, no tenían gran eficacia, pero destruyeron
algunos tejados y provocaron incendios. Hubo muchos heridos.

Juro que es la emoción más intensa que se puede sentir la
que se experimenta de un bombardeo aéreo. No se puede
huir. No hay defensas. Tenemos que esperar, en una angustia
brutal, a que pase la ola de metralla. Tres cuartos de hora duró
esta terrible situación
[…]
A las ocho en punto, nueva alarma, en un clamor
indescriptible. ¡¡¡Los aviones!!!

No era uno solo, eran tres. Las bombas debían de ser de
un peso superior a treinta kilos. No se me olvidará nunca ese largo momento de angustia. Hombres, mujeres y niños desgreñados, solas o con los hijos al cuello. Las mujeres lloraban y pedían amparo a la Virgen.
Se oía llorar en todas partes.

 Explotaba una bomba. El edificio se derruía. Se levantaba
una nube de humo. Se saltaban las puertas y ventanas. Los
cristales se rompían con fragor. Y todo esto aumentaba el
pánico indescriptible de la población. Los padres no sabían
de sus hijos. Las mujeres gritaban por los maridos. Los niños
se agarraban a las personas mayores en un ansia enloquecedora.
¿Quién protegería a esos inocentes niños?

También, alucinado, fui a dar en una calle estrecha donde
había un restaurant cerca del mercado. Precisamente en ese
momento cayó una bomba en la casa de al lado. Pedazos de
madera y de piedras fueron a caer en nuestro refugio. Huí de
allí. Otra bomba cayó más cerca todavía. No valía la pena
huir. Me quedé quieto en el hueco de una puerta, en el estado
que es fácil calcular. Decididamente, cuesta mucho hacer
periódicos... A las nueve terminó el bombardeo. La población pasó en
ese día, y los que le siguieron, horas terribles de luto y de
sangre
[2].
No menos expresivo es el jornalista del Diario de Noticias José Augusto Dos Santos que en su crónica del día 13 de Agosto nos deja este relato estremecedor de los hechos:
“Me siento fuertemente desconcertado en cuanto me gritan a los oídos:
 ¡Los aviones!, ¡Los aviones!
Me sobresalto, me estremezco, inconsciente aun, salto de la cama. Oigo, lo que me parece, el roncar de un motor de avión. En poco tiempo un silbido agudo, seguido de una explosión lejana. Después el martilleo de una ametralladora. Veo el reloj. Son las seis horas cinco minutos.
La visita de los aviones del gobierno de Madrid no se hace esperar .De su base en Don Benito a 60 Kilómetros de Mérida, alcanzan fácilmente la ciudad. Yagüe aseguraba en la víspera que seriamos bombardeados. Su predicción me dio plena confianza. Resolví vivir el bombardeo como un espectáculo nuevo-una emoción inédita-.
Durante poco más de media hora se repitió el ruido del motor, el silbido de la bomba, la explosión y la repuesta de la ametralladora.
Espero, en cada momento, ver aparecer por los aires un avión rebelde para dar caza al aparato que osa bombardear la base las fuerzas del sur. Solo después sabré que aquí no hay aviación defensiva, ni siquiera piezas anti-aéreas.
Mérida esta, pues, completamente a merced de los aparatos enemigos.
De momento esto no me preocupa. Entretanto decenas de bombas caen sobre la ciudad. Aquí y allí se elevan columnas de humo. Ciertamente hay incendios y personas heridas. Realmente, el objetivo del ataque no es atacar a la columna de millares de hombres que habían llegado en la víspera, pues éstos habían aprovechado la oscuridad de la noche para partir hacia Badajoz.
El avión de Madrid bombardea, pues, una población civil, y una pequeña guarnición. Nada más. Cuando el aparato desaparece decido ir a ver los destrozos. Para mi es un espectáculo nuevo recorrer una ciudad bombardeada pocos minutos antes.
Vamos a la calle.
Recorro las calles y plazas. Por todos lados escombros, basuras y vidrios rotos. Hay muros medio derruidos, tejados caídos, casas semi-destrozadas. La ciudad, después de haber sufrido el ataque del ejército, sufre la represalia de la aviación gubernamental.
Pobre gente de Mérida, ¡cómo han sufrido!
En una plaza se monta una ametralladora. Los soldados andan de calle en calle, con panecillos. En las puertas de las panaderías hay filas de civiles que esperan la venta del pan. No hay agua ni leche. Se bebe aguardiente y anís.
Desciendo por una calle estrecha, que da a la plaza del Ayuntamiento, cuando oigo de nuevo, el roncar del avión. Ahora, el ruido del motor es más fuerte y surge de varios puntos. ¡No es un solo avión son tres bombarderos que visitan de nuevo la ciudad indefensa!
El pánico se apodera de la multitud. En un momento, las calles se quedan desiertas. Todos procuran un abrigo, una puerta, una escalera, cualquier cosa.
¡Los aviones del Gobierno!
Un voluntario de artillería que me acompaña sigue con sus ojos el movimiento de los aparatos. Me hace una señal. Oigo un silbido y hay una explosión formidable que parece que tumba la casa donde estoy, el barrio, la ciudad. Son las 8 de la mañana, dos horas después del primer “raid”. Ahora, las explosiones ya no son como las de hace poco. Estas deben ser bombas de 50 kilo o más.
Se viven minutos de angustia. Es claro que los aviadores toman puntos de referencia para bombardear con más intensidad. Comienzo tomando notas, en un frenesí que no se explicar. ¡Es estúpido preocuparme de los apuntes, cuando todo esto no se olvida!
Los minutos de angustia son más lentos.
Es la impresión más violenta, más horripilante, más dolorosa, ésta que se siente cuando sobre nosotros sobrevuela la muerte.
¿Donde caerán las bombas? ¿Aquí cerca de nosotros, sobre esta casa? ¿En este Barrio? ¿Cuánto tiempo durara esto? Tengo ganas de gritar ¿Por qué esperan? Que comience el bombardeo para que la gente se oriente.
Acuden al espíritu, contradictoriamente, todas estas reflexiones.
Me siento horriblemente lucido.
Pasan tal vez tres minutos. El roncar de los motores es ahora más fuerte y se oyen muchos silbidos de bombas. Parece que la ciudad va a saltar por los aires. Reventaron tres proyectiles casi al mismo tiempo. Desgraciadamente, estoy en el centro de la ciudad, a unos 60 metros del Ayuntamiento. En poco tiempo otro silbido y una explosión, ahora más cerca de nosotros. Mi compañero me avisa que el Ayuntamiento esta siendo el blanco (del ataque). No tengo tiempo de reaccionar. Una explosión formidable me deja inconsciente en el suelo. Los otros están a salvo.
Un periodista francés que me acompaña[3] saltó al balcón y está escondido en un rincón. La bomba de 50 kilos de metralla reventó en la casa de enfrente. A través de los cristales rotos que la honda expansiva rompió, se ve la pared medio destruida y una columna de humo gris, que sale del interior. Se apodera de todos un terror inexplicable. Estoy estúpidamente anonadado. No reacciono. Mecánicamente actuó como un autómata, tomo notas.
Otra explosión en la misma calle – un poco más arriba. Revientan bombas en otros puntos de la ciudad. Es una sinfonía macabra, esta de las explosiones. Las ametralladoras permanecen en silencio.
Aislado, oigo un tiro de mosquetón. (Se después que es un soldado alocado que no se contiene y que dispara pretendiendo alcanzar a los aviones que vuelan a 2000 metros).
Los tres aparatos continúan en su tarea de destrucción y de muerte. Se ve que cumplen, escrupulosamente, su misión: Matar gente indefensa, destruir una ciudad, encanto y orgullo de Extremadura.
Ya pasó más de media hora. La casa en la que estoy es demasiado peligrosa para continuar allí.
Resuelvo salir, a pesar del peligro que se corre. Yo, el periodista francés, el chofer y un voluntario salimos pegados a las paredes, a lo largo de las calles.
Ni una puerta abierta. En un egoísmo absurdo todas se cerraron. Uno de los aviones esta ahora mismo encima de nosotros. Siento nítidamente el peligro que corremos. Entonces, al ver una puerta abierta, atravesé la plaza desierta. Detrás de mí, corriendo, los otros, a excepción del chofer que se refugió en un mercado cubierto.
Poco después, una bomba explotó a tan solo 50 metros de nosotros. Sin control, indiferentes al peligro, atravesamos las calles y plazas desiertas, en el camino del hotel donde hay refugios seguros.
Es cuando jadeantes, lo alcanzamos, en cuclillas en un rincón el chofer esta libido. La metralla de una bomba había caído sobre el tejado de zinc del mercado donde él se refugiaba.
El hotel, por ser el cuartel general, era uno de los puntos mas atacados. Nuestras maletas en el piso superior están allí retenidas.
Los aviones comienzan a relajar su furia. Son las 9 horas. Después de 60 minutos de bombardeo seguían impunemente rumbo a Don Benito.
Corremos a nuestras habitaciones a buscar las maletas.
Partimos. El automóvil rueda veloz por las calles aun desiertas. Atravesamos el puente y del otro lado del puente vimos la ciudad descendiendo hasta la ribera del río. Densas columnas de humo se yerguen en una muestra triste de desgracias de la ciudad indefensa.
Y se pierden de la vista, en dirección hacia Madrid. Los tres aparatos son ya pequeños puntos que se pierden en el azul inmenso del infinito[4].
Por no extendernos y en la misma línea que los anteriores jornalistas el corresponsal luso del Diario de Lisboa Félix Correira en su libro Quem vem lá? (Lisboa, 1940) dedica un capitulo al “Bombardeo aéreo de Mérida” del 13 de Agosto expresando que habían llovido más de 200 bombas y dando la “impressao de verdadeira guerra”[5].
En el contraataque gubernamental del día 14 de Agosto de 1936 tres biplanos Breguet iban y venían entre Don Benito y Mérida, dejando caer metralla sin cesar.
El 15 de Agosto de 1936 el corresponsal del Daily Mail Harold Cardozo nos da una impresión de la ciudad que está siendo nuevamente bombardeada:
En el momento en que llegamos a Mérida comenzó el bombardeo aéreo diario.
Desconocía la ciudad, yo necesitaba encontrar un refugio inmediato, ya que los dos aviones enemigos estaban lanzando bombas no sólo de 30 libras ,si no también de 100 libras, lo que podía provocar grandes daños.
El viejo acueducto romano - una maravillosa ruina-fue lo primero que vi y estuve allí hasta que pude llegar a través de un enlace que me llevó al comandante de la columna del Coronel Helli R. Tella.
Me dijo que durante los últimos tres días cerca de 500 bombas habían sido arrojadas pero que era más el daño material que otra cosa.
Pude ver que los dos aviones estaban tratando de alcanzar los apeaderos del ferrocarril y también el patio cuadrado encalado donde se almacenan los contenedores de gasolina.
Los objetivos eran importantes, pero los dos aeroplanos volaban muy alto y lanzaron sus bombas por toda la ciudad, sin embargo nunca alcanzaron el blanco. Las razones de esta cautela era que un avión Rojo había sido derribado por fuego de ametralladora durante la tarde anterior.
Esquivando las bombas y la lluvia de azulejos y cascotes  llegué a la sede de Coronel Tella y le pedí que me informara de la noche anterior[6].
El periodista estadounidense John Elliot del Herald Tribune de Nueva York que acompañaba al anterior corresponsal nos deja este otro testimonio:
El viaje a Mérida se reanudó esta mañana (15/08/1936) con un convoy de tres camiones que transportaban tropas y provisiones a los rebeldes en la guarnición de Mérida. El viaje fue tranquilo, cuando por primera vez paramos en un amplio valle con cima de la Montaña en el Hornachos al fondo.
Sin embargo justo cuando el coche del corresponsal alcanzaba el puente sobre el río Guadiana en Mérida se dio la alarma ya que se iniciaba un ataque aéreo. Con un grupo de soldados el escritor se apresuro a cobijarse debajo de los arcos en ruinas de un antiguo acueducto romano que nunca soñó que un día el trabajo de sus constructores que un día su trabajo se utilizará para proteger a los soldados contra un ataque desde el cielo.
Mérida ha estado esperando el bombardeo de los aviones leales. Había dos aviones en el grupo de ataque y volaron hacia adelante y hacia atrás sobre la ciudad, dejando caer bombas pesadas. Mérida ha sufrido mucho más severamente la guerra que Badajoz[7].

Otros bombardeos y sus víctimas
En estos bombardeos indiscriminados de la GLORIOSA[8] hubo muchas  víctimas inocentes de mujeres y niños que nada tenían que ver con una Guerra que estaba asolando el solar patrio.
Como ejemplo anotamos que el 18 de Septiembre de 1936 de los cinco paisanos que fallecen debido a las bombas de la aviación frente populista uno será el niño de 14 años Manuel Nieto Pascual[9]. Sorprendentemente el Historiador extremeño Francisco Espinosa en su libro La Columna de la Muerte lo contabiliza como víctima de la represión nacional y expresa: "Por increíble que parezca, la persona inscrita (en 1951) había nacido en 1929 y en profesión consta la de jornalero" (pág. 520, nota 677).
Aunque, efectivamente, en su partida de defunción expresa, como causa de la muerte "relacionadas con la Guerra Civil" como hemos dicho esta muerte se debió a las heridas producidas por una bomba de la Aviación “GUBERNAMENTAL[10]. ¡Curiosa manera de contabilizar “represaliados”!
El 16 de Agosto visitan la ciudad los reporteros galos René Brut y Jean D´Esme. Este último deja constancia de los continuos bombardeos:
Mérida-30.000 habitantes base del avance sobre Madrid de las tropas de Franco, sufre regularmente el bombardeo de los aviones del Frente popular, cuya aeródromo se encuentra en Don Benito, a unos 60 kilómetros[11].
El periodista pro-nacional Manuel Sánchez del Arco en su visita a Mérida en los días posteriores a la toma de la ciudad dedica unos párrafos a los bombardeos por parte de la Aviación Roja:
…No han cesado los aviones marxistas de bombardear Mérida. En sus calles quedan bien visibles aun las huellas de la metralla… todo en Mérida lleva la huella de la metralla marxista. También -¿Cómo no? la ermita de Sta.Eulalia Patrona de Mérida fue bombardeada por los rojos, pero las bombas, como en el Pilar, no hicieron daño...[12].
Mérida no dejo de ser un objetivo para la aviación gubernamental y el 19 de diciembre de 1936, se produce otro ataque aéreo. En concreto el parte oficial del Ministerio de Marina y Aire expresaba “...En las afueras de Badajoz han sido bombardeadas a primera hora de la tarde algunas posiciones enemigas. También fue bombardeado la Estación y el puente de Mérida. Las bombas cayeron sobre varios depósitos y un tren que había detenido en la Estación[13].
El Diario Labor del 21 de Diciembre de 1936 recoge las muertes ocasionadas a consecuencia del bombardeo del día anterior:
La aviación roja bombardeó Mérida (el 20/12/1936) habiendo causado la muerte de cinco paisanos sin conseguir herir a ni un solo soldado .Después fueron a Badajoz donde no hicieron más baja que la de un mulo[14]. Como víctimas del bombardeo del 20 de diciembre habría un niño de nueve meses, otro de un año, otro de 2 años... desde luego estas víctimas inocentes eran unos “fascistas muy peligrosos”.
Al día siguiente prosigue el bombardeo y así lo recoge el parte oficial de Guerra: “Otra escuadrilla leal bombardea las estaciones de ferrocarril de Badajoz y Mérida[15].
23 de diciembre: uno de los raids más criminales
Cuatro días después del primer bombardeo del mes de Diciembre se va a llevar acabo uno de los raids más criminales sobre la ciudad de Mérida. En este bombardeo participaran los bimotores soviéticos Tupolev SB-2 conocido popularmente como Katiuskas encuadrados en el Grupo 12 de la aviación gubernamental y cuyos campos de aviación estaban en San Clemente y Sisante ambas poblaciones sitas en la provincia de Cuenca. Fue uno de los bombarderos más rápidos y versátiles utilizados durante el conflicto. Durante el otoño e invierno de 1936 se emplearon a fondo por tierras de Salamanca, Extremadura y Andalucía atacando objetivos civiles.
El 23 de Diciembre de 1936 desde Guareña comunican que a las 12 horas 17 minutos han pasado por su cielo 3 trimotores (sic) en dirección a Mérida. En Mérida son avistados a eso de las 12 y 20 minutos e inmediatamente comienza el bombardeo[16].
Aunque el parte oficial de Guerra del bando republico expresa: “A mediodía de hoy fue bombardeada la estación férrea de Mérida, sobre la cual arrojaron nuestro aparatos doce bombas de cien kilos y seis de cincuenta, causando en las instalaciones grandes daños[17] la realidad es bien distinta pues las bombas caerán dentro de la villa causando grandes destrozos y lo que es aun peor: habrá  víctimas mortales y numerosos heridos entre la población civil.
Los historiadores Jesús Salas Larrazábal y Rafael de Madariaga nos expresan:
Las escuadrillas (Tupolev SB-2) se emplearon en la segunda quincena del mes contra Salamanca, Extremadura y el Sur, son de destacar el bombardeo de la estación ferroviaria de Mérida el 23 (de Diciembre) sobre la que se lanzaron tonelada y media de bombas (doce de 100 kg y seis de 50)[18].
Lamentablemente no aclara si fue la 1ª escuadrilla de Tupolev SB-2 (con base en San Clemente ) o la 2ª escuadrilla de Tupolev SB-2 (en Sisante )
Los daños en los edificios de la ciudad son cuantiosos. Así en el acta del 26 de Enero de 1937 del Liceo de Mérida se hace mención a los destrozos provocados por las bombas: “Se acuerda proceder al arreglo de todos los desperfectos, dejando en suspenso el cielo raso del cine[19].
Pero si cuantiosas son las perdidas materiales mayores serán aun las humanas. El parte oficial de Guerra del Bando Nacional no deja lugar a dudas:
Una incursión de unos aparatos enemigos sobre las poblaciones civiles de Badajoz y Mérida ha causado la muerte de una vaca en la primera población y, en la de Mérida  víctimas inocentes no militares, 25 muertos y 48 heridos entre mujeres, niños y paisanos de clases modestas y trabajadoras casi en su totalidad, y un solo soldado herido leve cuando transitaba por la calle.
Esta población se encuentra a cuarenta kilómetros de las líneas de combate y tiene su carácter completamente civil[20].
Entre los muertos se encuentra José Gutiérrez. Su nieto relata: “salió de casa a comprar y fue victima del bombardeo que se produjo en la Rambla[21]. Como consecuencia del ataque aéreo sufrió graves heridas que le ocasionaron la muerte, como así recoge un certificado de defunción del Registro Civil de Mérida fechado el 9 de Enero de 1937[22].

Sin embargo, los casos más sangrantes serán las muertes de las niñas Candela Sudón Suárez (hija de Juan Sudón propietario de la zapatería Sudón), Ascensión Gijón La Osa (Chonita) y Antonia Valverde López (Antoñita" o "la morenita" como la llamaban cariñosamente sus amigas). Esta última victima era la hija pequeña del Médico Andrés Valverde Grimaldi, toda una institución en la ciudad:
Estaba operando ese día (en el Hospital de San Juan de Dios) cuando una Bomba cayó en la Puerta de la Villa (en el mismo centro de la población) causando varias  víctimas, entre las que se encontraba su hija pequeña[23] .
Realmente, según una testigo presencial amiga de las difuntas, los hechos ocurrieron de la siguiente manera:
“Salimos del Colegio de Las Josefinas (próximo al Arco de Trajano) a las 12h., nos dirigíamos a nuestras casas, pero antes teníamos la costumbre de entrar en la Zapatería Sudón propiedad de Juan Sudón padre de una de mis amigas, a conversar. (A escasos metros de la casa de D. Andrés Valverde Grimaldi).
A las 12,30 la explosión de una de las bombas mató a mis tres mejores amigas.
Enrique Murillo Rojo se encontraba en la barbería Vélez para afeitarse y la misma bomba que mató a las niñas, mató a esta persona. Todo esto fue casi en la misma Puerta de la Villa donde estaban, la barbería Vélez, la zapatería Sudón y la casa de Andrés Valverde (el médico).
La bomba cayó en la misma puerta de entrada de la barbería. Dañó todos los cimientos de la casa, casi destruyéndola, junto con la casa de la Singer. Tuvieron que tirar estas casas.
Lo que buscaban lo republicanos, eran destruir las comunicaciones (vías férreas, puentes, etc.), pero como eran muy malos tirando las bombas, estos, no acertaban y caían sobre la población. [24]
El Diario Hoy de 24 de Diciembre de 1936 recoge la noticia en sus páginas interiores:
El Bombardeo produjo más de ochenta bajas. Inmediatamente de tener conocimiento de este salvaje bombardeo se traslado a Mérida el comandante militar señor Cañizares[25], que visitó el lugar en que cayeron las bombas y los heridos.
Entre las  víctimas figura una hija del catorce años de edad del médico de Mérida don Andrés Valverde, que al llegar al Hospital pocos minutos después del bombardeo para asistir a los heridos que llegaban a él, se encontró con el cadáver de su hija, a pesar de lo cual y de los requerimientos que se le hicieron para que se retirase a su casa, continuó operando hasta que a las ocho de la noche se terminó de asistir a todos los heridos.
A requerimiento del comandante militar llegó a Mérida para operar a algunos de los heridos, el doctor de Badajoz don Augusto Vázquez[26].
Según los testigos presénciales el doctor permaneció impasible ante la noticia de la muerte de hija, atendiendo estoicamente a los múltiples heridos:
Preguntó si realmente estaba muerta. Se lo confirmaron y dijo a sus ayudantes ¿Cuántos enfermos quedan por operar? 25, contesto uno de ellos. Pues sigamos, llevad a mi hija a casa, acostarla en su camita y ahora iré a darle el último beso[27].
Por este acto tan noble y heroico recibiría la Medalla de la Cruz al Mérito Militar.
La prensa internacional también recogió ampliamente este salvaje bombardeo. Por no extendernos recogemos esta noticia publicada en un periodo norteamericano
Loyalist Bomb Towns: Avila , Dec.25 An insurgent communique states that Governament planes bombed Merida and Badajoz ,25 being killed and 48 wounted[28].
Nuevos bombardeos
No por estos acontecimientos tan graves dejará Mérida de seguir recibiendo la visita de los bombardeos gubernamentales.
A mediados de Febrero de 1937 el ABC (Sevilla) daba la noticia de un nuevo bombardeo: “En Mérida ha habido varias víctimas, tres militares, cuatro mujeres y cuatro niños[29]. El 17 de Febrero de 1937 se produce otra masacre de parecidas dimensiones. Así lo recogía el Diario Hoy: “Sobre Mérida ocho explosivos. Una de las bombas cayó en el manicomio y produjo 19 víctimas[30].
El 8 de Mayo de 1937, el ABC recogía el parte oficial de Guerra del bando republicano: “Valencia 8 , 2 de la Madrugada… esta tarde( 07/05/1936) ha sido bombardeada la estación de Mérida y algunas otras instalaciones ferroviarias en el sector del Oeste con gran eficacia[31].
Aunque la propaganda marxista publica el 13 de Mayo de 1937 que el día anterior hay un nuevo “bombardeo sobre la estación ferroviaria de Mérida[32], cayendo las bombas en algunos pabellones y varios trenes formados, los objetivos vuelven a ser civiles. A las siete y media de la mañana del 12 de Mayo de 1937 el enésimo raid ha provocado ocho víctimas: tres niños y una mujer heridos y cuatro fallecidos (dos hombres y dos mujeres[33]). Entre los muertos se encuentra el ferroviario cordobés José Gallardo Medina, que fue posteriormente enterrado en Córdoba.
El 23 de Julio de 1937 a las 10 de la mañana vuelve hacer acto de presencia la aviación gubernamental sobre los cielos de Mérida dejando caer varias bombas [34] sobre la estación, así como edificaciones próximas, produciendo grandes destrozos[35].
A partir de esa fecha se mejoraron las defensas anti-aéreas y las fuerzas aéreas del Frente Popular dejarán de visitar Mérida.
Como anécdota final expongo una historia sin más trascendencia pero que ayuda a comprender la angustia constante de una familia emeritense en aquellos terribles días:
Mi casa era una gran casa (se vendió hace años) palaciega. Disponía de sótano en donde, en esos días, se refugiaban mi familia y algunos vecinos, de los bombardeos.
Tenían un perrito. Pues bien, este perrito, distinguía perfectamente los aviones republicanos de los nacionales. Cuando oía los motores de los aviones republicanos que eran los que bombardeaban, comenzaba a ladrar y a tirar de los pantalones y faldas de mi familia para llevarlos al sótano. Cuando eran los nacionales, tan solo se quedaba atento con las orejas y se volvía a dormir como si nada. Distinguía perfectamente, sería por el ruido de los motores, los aviones republicanos de los nacionales[36].
Como hemos visto los bombardeos en la retaguardia extremeña por parte de la Gloriosa fueron totalmente indiscriminados y buscando objetivos civiles. Sólo en Mérida la Angelical aviación frentepopulista realizó unos cuarenta y cinco bombardeos que ocasionaron más de 230 víctimas inocentes, unos 80 muertos y más de 150 heridos según los papeles del General Cuesta[37].
Víctimas que no aparecen en listado alguno ni son recordadas por algunas de las asociaciones de la Memoria Histórica extremeñas. Espero con este trabajo haber honrado su MEMORIA.


[1] Stanley G. PAYNE, Franco, Perfil de la Historia, Barcelona: Planeta de Agostini, 1995, 58.
[2] Leopoldo Nunes, La guerra en España. Dos meses de reportajes en los frentes de Extremadura y Andalucía, Granada: Librería Prieto, 1938, 202-203.
[3] Se trata del corresponsal de Le Matin, Guillaume de Brassy, pseudónimo de Henri Marie Bonneville de Marssangy.
[4] Jose Augusto DOS SANTOS, Jornal de um correpondente da Guerra em Espamha .Empresa Nacional de Publicidade, 1936, 35-39 .
[5] También al respecto se puede ver sendos articulos escrirtos por este periodista en: Diario de Lisboa (13 de agosto de 1936), 1 y (19 de agosto), 10.
[6] Daily Mail (17 de agosto de 1936), 12.
[7] The New York Herald Tribune (17 de agosto de 1936), 1 y 2.
[8] Era la forma popular con la que se conocía a la Fuerza Aérea Frente-populista.
[9] Partida defunción Folio 29 pagina 37 de 29 de Enero de 1951 .
[10] Hoy (23 de septiembre de 1936), 3
[11] L´Intransigeant (26 de agosto de 1936), 1 y 4
[12] ABC (Sevilla) (25 de agosto de 1936 ), 4
[13] La Vanguardia (Barcelona) ( 22 de diciembre de 1936), 7; El Sol (Madrid) (21 de diciembre de 1936)
[14] La Labor (21 de diciembre de 1936), 1.
[15] El bien público (22 de diciembre de 1936).
[16] Archivo Histórico del Ejército del Aire, Signatura A. 12259/128.
[17] La Voz (24 de diciembre de 1936).
[18] Jesús Salas Larrazábal y Rafael de Madariaga, El bimotor de bombardeo rápido Tupolev SB-2. Su actuación en España, Madrid: Ministerio de Defensa, 2007, 26.
[19] Fernando Delgado Rodríguez, Historia del Liceo de Mérida, 2001, 95.
[20] ABC (Sevilla) (24 de diciembre de 1936), 1.
[21] La Rambla está situada entre el inicio de la Puerta de la Villa y los parques y el antiguo cuartel de artillería. Es decir, Plaza de España, calle Santa Eulalia y Puerta de la Villa.
[22] Hoy (27 de enero de 2006).
[24] Testimonio de Emilía Sánchez de la Montaña entonces una niña de apenas 14 años que vivía en Mérida
[25] Se trata del Coronel Eduardo Cañizares Navarro
[26] Hoy (24 de diciembre de 1936).
[28] Western Aarhus (29 de diciembre de 1936), 23.
[29] ABC (Sevilla) (17 de febrero de 1937).
[30] Hoy (17 de febrero de 1937)
[31] ABC (Madrid) (8 de mayo de 1937).
[32] La Libertad (13 de mayo de 1937).
[33] ABC (Sevilla) (13 de mayo de 1937) y Pensamiento Alavés (ibid.)
[34] La Libertad (24 de julio de 1937)
[35] El Luchador (24 de julio de 1937)
[36] Informante anónimo A.T.C. que vivió los bombardeos republicanos sobre Mérida.
[37] Archivo General Militar de Ávila Legajo 35, Carpeta 17, Armario 18, folio 7 y 8

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