Opinión invitada
La retirada del proyecto Ruiz Gallardón sobre el aborto ha provocado unas reacciones merecedoras de análisis. Advirtamos, ante todo, que lo sucedido se reduce, en sustancia, a que la ley abortista Aído del PSOE no va a ser sustituida por una ley Gallardón abortista del PP. Importa retener esto, porque en medio de la polvareda puede perderse de vista lo central.No se trataba de una completa supresión legal del aborto humano provocado. Por eso, creo que los teatrales enfados de algunos significados dirigentes provida parecen más la reacción despechada de quien se reconoce manipulado y despreciado -y por tener que reconocer que no tienen influencia sobre el PP-, que decepción por el asesino desamparo en que permanecen los embriones humanos no nacidos.
La indignación airada de estos dirigentes parece dar a entender que deseaban la promulgación de la ley Gallardón, es decir, de una ley abortista. Hete aquí que los provida acaban por defender el aborto. Debe ser que, para ellos, eso de que la virtud está en el justo medio consiste, en este caso, en que, entre no abortar y abortar todos los días, lo moral y meritorio es abortar en días alternos.
Al margen de que el proyecto Gallardón fuera más o menos concesivo que la ley Aído, es inaceptable que la reacción de muchos provida se haya reducido a ostentosas renuncias eternas a las seducciones del PP. Ocultan que lo apoyaban en esta ley abortada. Uno, por eso, no acaba de creerse tanto aspaviento, como si tuvieran algo de histrionismo y de hipocresía.
El rasgamiento público de vestiduras era digno de mejor causa, habida cuenta de que esos provida llevan muchos años jugando a acompasar los fines de sus respectivas asociaciones con los intereses del PP. Por lo visto, como Rajoy no les ha avisado del cambio y parece no haberles tomado en suficiente estima, se han quedado decepcionados como amantes abandonadas. Quizás sea que Génova no paga traidores.
El problema es que han quedado con las vergüenzas al aire. Ya no pueden dirigir las fuerzas provida sin que se les note que las han manipulado a placer y que han apostado por un defensor -el PP- que les ha dejado tirados. Debería darles vergüenza seguir presentándose como defensores provida y, en consecuencia, si tuvieran algo de dignidad, se irían en silencio a sus vidas privadas dimitiendo de sus cargos. A continuación, los movimientos provida deberían hacer un riguroso examen de su pasado y de sus posibilidades de futuro, repristinar sus finalidades -a saber, la defensa absoluta de la vida del nasciturus-, y cambiar sus estructuras de modo que vuelvan a ser entidades ajenas a cualquier manejo político partidista. Si no, están muertos.
Importa retener que la ley Gallardón no suprimía la legalidad del aborto humano provocado. Y que muchos provida y políticos católicos estaban encantados de apoyarla.
Mientras algunos provida saltaban a los medios de comunicación, los políticos nominalmente provida presentes en el gobierno han hecho un “cuerpo a tierra” con camuflaje. Silencio total. Hasta que ha sonado el clarín en boca del Obispo de Alcalá de Henares y su clarísima carta. Entonces el pueblo fiel ha dirigido su mirada a aquellos políticos, a la espera de que llamaran, ellos también, “a las cosas por su nombre”. A lo sumo, se les ha visto en foto durante la Beatificación de Álvaro del Portillo.
Reconoce Mons. Reig en su carta que una falta de la Iglesia española en estos años ha sido su alineamiento con el poder: “Con afecto hacia las personas y con dolor, también debo decir que, en ocasiones, algunas instancias de la Iglesia Católica que camina en España no han propiciado, más bien han obstaculizado, la posibilidad de que aparezcan nuevos partidos o plataformas que defiendan sin fisuras el derecho a la vida, el matrimonio indisoluble entre un solo hombre y una sola mujer, la libertad religiosa y de educación, la justicia social y la atención a los empobrecidos y a los que más sufren: en definitiva la Doctrina Social de la Iglesia”.
Como pollos sin cabeza, políticos y dirigentes providas manchados con estos acontecimientos, rehúsan cambiar de rumbo. Ni siquiera parece afectarles gran cosa quizás por aquello de que Reig es sólo obispo de Alcalá y no de Madrid o de toda España- leer que el PP es una “estructura de pecado”. Debe ser que el poder es muy goloso, y nadie tiene ganas de renunciar a sus atractivos y apoyar a los humildes, como Alternativa Española, la Comunión Carlista u otros partidos semejantes. No hay mal menor si queremos que no lo haya.
Algo también tendrá que renovar el votante provida. Es asimismo satisfactorio sentirse uno votando a partidos que tocan poder, como si con votarles se hiciera uno partícipe de sus honores y gloria. Queremos votar al que gana. Pues bien: los partidos provida sólo ganarán si se les vota. Es evidente que el círculo vicioso del voto-poder sólo se invertirá si se escucha a la conciencia recta, aquella que suspira por hacer bienes realmente posibles y dejarse de males menores. ¿O la conciencia ya no existe en España?
José Juan Escandell |