En relación con el artículo publicado en Alfa y Omega: De la insuperable contribución de la Iglesia a la Transición. Impulsora de la democracia (n.804, 25-X-2012) pueden ser de interés algunas precisiones:
1.
Sobre las presuntas fricciones de la Iglesia con el régimen de Franco,
es cierto que algunos obispos pudieron moderar tendencias totalitarias
existentes en personas o movimientos que participaban en un sistema tan
heterogéneo. Dicha intervención no puede atribuirse a un elemento
extrínseco, sino que fue consecuencia del sentido católico de un Estado
en el que se había subrayado la proyección social que dimana de la
inspiración de la Iglesia. Este principio fue formulado en las Leyes
Fundamentales: «La nación española considera como timbre de honor el
acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la santa Iglesia
católica, apostólica y romana, única verdadera y fe inseparable de la
conciencia nacional, que inspirará su legislación»
2. Más allá de episodios anecdóticos, el Vaticano II no supuso ninguna crisis grave,
como lo demuestra la rápida adopción de sus exigencias de libertad
religiosa, hecho «tan opuesto a la significación originaria del
alzamiento y régimen español, como a la tradicional doctrina de la
propia Iglesia católica», en expresión de Rafael Gambra. Eso no
significa que la agitación de los años 60 y 70, manifestación no sólo de
una agitación político-partidista, sino de una verdadera crisis interna
de la Iglesia, afectara trágicamente a la Iglesia española y a sus
relaciones con el Estado.
3. Tanto Pablo VI como
algunos eclesiásticos favorecieron la deriva de los acontecimientos en
la llamada Transición. Pero dicha postura no fue unánime, como lo
demuestran, por ejemplo, las precisiones críticas publicadas con ocasión
del referéndum constitucional por el arzobispo don Marcelo González, a
las que se adhirieron 8 obispos. El resultado del proceso fue el
establecimiento de un sistema en el que no se ha enseñado cuál es la
misión específica del poder en lo moral y religioso, y en el que no se
han inculcado eficazmente las exigencias morales del orden
constitucional, por lo cual, aunque se reconociera su insuperable contribución
a la Transición, no por ello podría hacerse un balance positivo, en lo
que al cumplimiento de la misión específica de la Iglesia se refiere.
Nota publicada en la revista Alfa y Omega
Para
una más aplia exposición histórica del período, recomendamos escuchar
las conferencias de D.José Guerra Campos sobre la Iglesia en España
(1936-1975)
Publicado en Tradición Digital