Alemania, que cuenta con una larga experiencia en recibir inmigración musulmana, fue en el pasado año 2014 escenario de enfrentamientos entre kurdos y admiradores de los cortacabezas del Estado Islámico. Después, para escándalo de algunos, apareció el movimiento PEGIDA (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente) protestando contra el aumento del integrismo islamista en suelo alemán. Y digo que ha sido para escándalo de algunos porque no tardaron en aparecer, con su charlatanería progre y multiculti por bandera, alertando del resurgir de la bestia parda y de sus cruces gamadas.
Sólo conozco de PEGIDA lo poco que he podido leer por internet. El seguimiento que hacen los medios de esta gente es el estándar en estos casos, tildándolos de neonazis y hooligans. Pero, aunque no sé si los cabecillas son o no son admiradores del Tercer Reich (imagino que un sector considerable de sus manifestantes sí), veo lógico que numerosos alemanes ignoren los lloriqueos de la inquisición progre y se manifiesten públicamente contra la presencia musulmana en su país. No sé a los demás lectores de Hispaniainfo, pero a mí no me gustaría ver a los admiradores del Estado Islámico manifestándose en mi calle y soltando vítores a los exterminadores de los cristianos de Irak. Aunque, por lo visto, a los progres y antifas alemanes no parece desagradarles la idea de tener a potenciales integristas residiendo junto a ellos… ¡Bastante trabajo tienen exorcizando a los espíritus de Hitler y sus seguidores como para preocuparse de que unos tipos quieren exportar a su país la decapitación de infieles al islam!
Es muy conocido el tópico de que en nombre de Dios (lo llamen como lo llamen) y de la Patria se han cometido muchas atrocidades e injusticias. Pues bien, creo que en nombre de la tolerancia van camino de cometerse muchas más.
El modelo multicultural que llevan tiempo imponiéndonos en Occidente es un suicidio, se pongan como se pongan los progres, los antifas y hasta los beatos de turno. La inmigración descontrolada y la filantropía masónica de “amemos a todas las personas sin importar su raza, nacionalidad o religión” han dado como frutos la delincuencia, los guettos y el integrismo. Sólo hay que leer las noticias de los últimos años o darse un paseo por algunos barrios. A esto se han prestado con mucho gusto las organizaciones políticas de la izquierda; sobre todo en España, donde en su afán por acabar con la sociedad tradicional cristiana defienden que la Catedral de Córdoba vuelva a manos de los musulmanes.
Pero la amenaza islamista que se cierne sobre los países occidentales no es sólo responsabilidad de la izquierda; es más, ni siquiera es la responsable principal. Hace muchos, muchos años, un hombre nefasto para la Historia de la Humanidad llamado Juan Jacobo Rousseau tuvo la ocurrencia de decir que el hombre era bueno por naturaleza pero se pervertía por culpa de la sociedad. Hoy, la base de lo que dijo Rousseau sigue intacta pero sustituyendo al hombre por los inmigrantes extraeuropeos y a la sociedad por el hombre blanco; de esta manera, la tendencia generalizada es la de que los inmigrantes son unas bellísimas personas que vienen a Europa por culpa del expolio sufrido en sus países a manos de unos blancos avariciosos y egoístas. De esa manera, con una brillante jugada de bombero-pirómano, el sistema liberal-capitalista consigue mano de obra barata y destruye las identidades religiosas y culturales de Europa haciendo responsables a los propios afectados.
Pero los blanquitos comienzan a darse cuenta de esa mentira llamada multiculturalidad y la inquisición progre (laica, por supuesto) hace uso de su arma más poderosa: levantar la mano, apuntar con el dedo índice y gritar a todo pulmón una serie de adjetivos a cada cual más histérico y propio de una pataleta infantil (nazi, fascista, racista, islamófobo…). Sólo hay que verles, histéricos y rojos de ira (lo único que les queda de rojos ya, todo sea dicho), cuando ven que el Frente Nacional francés, el Amanecer Dorado griego y ahora el PEGIDA alemán no dejan de sumar apoyos a sus reivindicaciones por mucho que se les defenestre y se les difame. Ahí es cuando los mamporreros de la oligarquía capitalista lucen su verdadero rostro, dejando a un lado su filantropía barata y exhibiendo su totalitarismo latente cuando piden la ilegalización y la represión contra quienes osan poner en duda las aparentes aportaciones de la inmigración a Occidente.
Lo que está sucediendo en Alemania, en Reino Unido, en Francia y en otros países europeos debería ponernos en alerta a los españoles. Nosotros llevamos menos tiempo recibiendo inmigración pero ya hemos empezado a sufrir sus efectos. Si no queremos ver manifestaciones a favor del Estado Islámico por la Gran Vía de Madrid, más nos valdría poner fin a la erección de mezquitas en suelo español. Y si no queremos ver cómo nuestros antiguos hermanos de ultramar degradan nuestros barrios, irá siendo hora de empezar a controlar quién entra en nuestro territorio y de devolvérsele a sus compatriotas si se le ocurre vivir aquí de la delincuencia y no del trabajo honrado.
Gabriel García Hernández |