«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

martes, 23 de diciembre de 2008

EL FRAUDE DE LA MEMORIA HISTÓRICA (II): Unos cadáveres que no interesan a nadie


Imagen: Soldados del Ejército Popular en el Ebro (1938)

36 esqueletos exhumados de una fosa común de la Guerra Civil, en cajas de cartón
La asociación Pozos de Caudé, que promovió su exhumación, los abandonó después de confirmar que no eran las personas que buscaban


Hallados 36 esqueletos exhumados de una fosa común de la Guerra Civil en la localidad de Singra, Teruel, apilados en cajas de cartón en la antigua escuela del municipio. La asociación Pozos de Caudé que promovió su exhumación los abandonó después de que los exámenes forenses confirmaran que no eran las personas que buscaban. El Ayuntamiento de Cindrá les pide que se hagan cargo de ellos.

La fosa común que se encontraba en el cementerio de Singra donde se hallaron los 36 cadáveres fue abierta en noviembre del pasado año a petición de la asociación Pozos de Caudé en un intento por encontrar a 12 personas de Calamocha pertenecientes al bando republicano que fueron fusilados en la localidad durante la Guerra Civil.

Una vez exhumados los esqueletos fueron analizados por un grupo de expertos que determinaron que la identidad no se correspondía con las personas que buscaban, si bien se trataba de soldados de ambos bandos que portaban botas y cartucheras con balas. Desde entonces los esqueletos se encuentran en cajas de cartón, en las antiguas escuelas de Singra.

Para Manuel Martín, Alcalde de Singra, el tener las cajas en las escuelas en un peligro: "La Asociación Pozos de Caudé tiene que comprar las cajas. Como no son los familiares que buscan dicen que 'ya lo harán. El tenerlos ahí, en un almacén del Ayuntamiento, es un peligro porque si un día entra cualquier animal los problemas son para nosotros" afirma el alcalde.

El Ayuntamiento de Singra puso anuncios en su momento en 'El País' y 'El Mundo' para que si hay personas que tengan la sospecha de que se trata de sus familiares traten de identificarlos, por el momento no hay ningún tipo de reclamación.

Tomado de: http://www.cadenaser.com/espana/articulo/36-esqueletos-exhumados-fosa-comun/csrcsrpor/20081208csrcsrnac_9/Tes



GUERRA CIVIL / CUANDO LA MEMORIA NO INTERESA
36 CADAVERES JOVENES QUE NADIE QUIERE

Tras nueve meses de aquí para allá, los restos de soldados de ambos bandos serán enterrados. Tuvieron la desgracia de ser hallados cuando se buscaba a 12 republicanos fusilados. Es el epílogo sarcástico en el dichoso año de la Memoria
ANA MARIA ORTIZ
Un viento helado y silbante azota de costado Singra la mañana del miércoles. Manuel Martín, el alcalde de esta localidad ubicada 40 kilómetros arriba de Teruel, abre una de las puertas del antiguo colegio -cerrado por falta de críos desde hace dos décadas- y señala el despropósito: «Usted cree que esto es sitio...». En la pared de la izquierda del cuartucho, junto a una vieja mesa, una pala, un banco descolorido y un montón de botes de pintura llenos de polvo y telarañas, se apilan un montón de cajas de cartón marrón.
Se comprende el enojo del regidor. Esta especie de sombrío almacén no parece el lugar más apropiado para conservar lo que las cajas contienen. En ellas se guardan los restos de 36 soldados muertos en las inmediaciones de Singra durante la Guerra Civil y sacados la primavera pasada de una fosa común del cementerio. Desde entonces, hará nueve meses, han estado rodando de una dependencia a otra sin que nadie supiera muy bien qué hacer con los huesos de estos 36 desconocidos, combatientes de ambos lados. Antes que en cajas estuvieron cuatro meses extendidos sobre papel de periódico en el suelo del aula de al lado. «Expuestos a que cualquier rata u otro animal entrara y los destrozara», explica Manuel Martín.
Hasta que el alcalde socialista de este pueblo conservador -los 98 vecinos votan al PP en las generales pero al él en las municipales- logró colar su voz en la radio aprovechando la polémica montada por el juez Baltasar Garzón y su iniciativa de desenterrar hasta el último muerto de la Guerra Civil. «Podemos levantar media España buscando a familiares», se pronunció Martín, «pero, ¿qué pasa con los que salen y que nadie reclama?, ¿qué hacemos con ellos?». La denuncia surtió efecto. Pasado mañana, por orden del Gobierno de Aragón, los 36 de Singra abandonarán sus féretros de cartón y serán ceremoniosamente sepultados en tres nichos del cementerio de la localidad.
Para entender cómo han llegado los huesos a este lúgubre rincón de la vieja escuela hay que remontarse dos años atrás. Fue en 2006 cuando la asociación Pozos de Caudé, que agrupa a familiares de desaparecidos durante la contienda y quienes han abierto varias fosas en la zona, se puso en contacto por primera vez con el ayuntamiento de Singra. [En toda España, desde el año 2000 se han abierto 175 fosas comunes de las que se han recuperado los restos de 4.100 personas].
Los de Pozos de Caudé buscaban a 12 concejales republicanos de la vecina localidad de Calamocha fusilados en las cercanías de Singra en 1936, en los albores de la contienda. Según algún testimonio de la época, sus cadáveres habían acabado bajo el suelo del camposanto del pueblo. Llamaban al alcalde porque querían sacarlos de allí y entregárselos a sus descendientes. «Todos sabíamos que en esa fosa había soldados y que si excavaban sus restos saldrían los primeros», relata Martín.
La historia de la sepultura de los combatientes anónimos se conocía porque la había contado Vicente Gómez, quien participó en los enterramientos. Vicente, 90 años el próximo abril, es un anciano muy lúcido y bien puesto. Sentando frente al ventanal de su casa, dibuja las posiciones que ocupaban los dos bandos enfrentados aquel febrero de 1938. Los nacionales, instalados en Singra -algunos oficiales dormían en su casa- avanzando camino de Madrid. Los republicanos, en la sierra de enfrente intentando contener la embestida. Cuando la batalla acabó, con el triunfo de los primeros, a Vicente le ordenaron que aparejara su carro y recogiera los cadáveres, de ambos bandos, desperdigados en la zona. «Salimos cuatro carros y cargamos una decena de cuerpos cada uno», recuerda.Los echaron en la fosa.
Y allí estaban cuando los arqueólogos comenzaron las excavaciones en octubre de 2007. Ni rastro de los concejales republicanos que se buscaban, quienes, probablemente, están bajo las tumbas de los vecinos de Singra, levantadas en los 80. Para sacarlos habría que mover a todos los muertos. En su lugar, salieron esqueletos armados con cartucheras, restos de municiones, dentaduras jóvenes...Uno a uno, hasta 36. Anónimos. Sin ninguna placa o pista que los identificara.
El martes serán enterrados de nuevo juntos, distribuidos en tres nichos que serán sellados con una enorme placa de zinc. En ella, se leerá la famosa estrofa del poeta John Donne: «La muerte de cualquier hombre me disminuye porque soy parte de la humanidad.Por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas...».