1. LA PROMESA
«Yo prometo, en un exceso de misericordia de mi Corazón, conceder a todos los que reciban la Sagrada Comunión nueve primeros viernes de mes consecutivos:
- la gracia de la penitencia final
- no morir en mi desgracia, sin recibir los Sacramentos
- tendrán en mi Divino Corazón un asilo seguro en el último momento».
Promete tres gracias:
- Morir en estado de gracia
- La recepción de los Sacramentos que sean necesarios en aquel momento
- Asilo seguro en su Corazón, es decir, seguridad de no ser rechazado por Él
La promesa es absoluta y exige la comunión bien hecha según la intención del Sagrado Corazón y precisamente nueve viernes de mes, los primeros, seguidos
Jesucristo no dice que se salvarán los que hagan exteriormente la práctica pero sigan pecando con obstinación. Si no que dará una gracia especial para vivir y morir cristianamente:
- Que exige nuestra colaboración especial.
- No acaba con nuestra libertad cristianamente pues la certeza moral que da esta promesa no excluye el temor prudente que recomienda S.Pablo: «Con temor y temblor trabajad por vuestra salud» (Flp 2, 12).
2. ¿CUÁL FUE LA INTENCIÓN DE JESUCRISTO AL HACER ESTA PROMESA?
2.a. Mostrarnos la importancia que Él da a la devoción a su Corazón y a la Comunión reparadora.
2.b. Tranquilizar a algunas almas escrupulosas con la certeza moral de su salvación.
2.c. Abrir a los pecadores una puerta de salvación:- Esto no quiere decir que un pecador que rehúse convertirse durante su vida se salvará de todas formas a la hora de la muerte.
- Lo que ocurre es que un pecador que haya cumplido bien los requisitos de esta devoción, emprenderá a partir de ella una vida auténticamente cristiana que le asegurará cada vez más la gracia de la perseverancia final.
2.d. No son nuestros méritos los que nos alcanzan la gracia. La perseverancia final es gratuita.
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Este es el sentido de la Gran Promesa, prueba elocuente, de la desbordante misericordia del Corazón de Cristo.