En este domingo de Pascua, la Liturgia nos presenta la figura de Jesús Buen Pastor, viendo en esta imagen la expresión del amor universal de Cristo hacia su Iglesia.
El mismo Jesús presenta en el Evangelio el reino de su Iglesia como un rebaño cuyo pastor es Él mismo y sus relaciones con la Iglesia como las de un pastor con sus ovejas: los cristianos le pertenecen, los guarda celosamente y es para ellos fuente de vida y salvación. Cristo mismo se define como única Puerta de las ovejas y como Buen Pastor que da la vida por ellas y para darles Vida eterna (Forma Ordinaria: Jn 10, 1-10).
Subió Cristo a los cielos pero dejó otros pastores visibles que en nombre suyo apacentarán la grey de la Iglesia: el Papa, los obispos, los sacerdotes. Cada uno de ellos ha de ser pastor bueno como Jesucristo y vivir adornado de las mismas cualidades que Él nos enseña. El Evangelio de hoy nos recuerda a cada uno nuestra obligación: a los fieles la de ser dóciles y fieles a la voz del Buen Pastor y de los pastores; a los pastores la Iglesia nuestro deber de apacentar el rebaño que Dios nos ha confiado y de hacerlo como Dios quiere, siguiendo las recomendaciones de San Pedro (“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey”, 1Pe 5, 2-3).
Es interesante poner de relieve que las palabras de Jesús se pronuncian en un contexto polémico. El Evangelio continúa la polémica iniciada a raíz de la curación del ciego de nacimiento. Entonces se sirvió de la imagen de la Luz para condenar a los ciegos obstinados que son los fariseos. Ahora viene a descalificarlos como guías espirituales del pueblo mediante esta parábola en la que Él mismo se define como única Puerta de las ovejas y como Buen Pastor que da la vida por ellas y para darles Vida eterna. Esta era, además, una imagen mesiánica desde el Antiguo Testamento; el profeta Ezequiel había desautorizado a los “falsos pastores de Israel” que esquilmaban el rebaño y abandonaban a las ovejas y había anunciado en nombre de Dios la promesa de suscitar pastores según su Corazón. Por tanto, junto al modelo del Buen Pastor, Jesús advierte contra los pastores mercenarios
La distinción entre el buen pastor y el asalariado, llega hasta nuestros días. Por eso se comprende el lamento, muy extendido de los que se quejan cuando en la Iglesia se introduce la confusión doctrinal. No solo porque circulan con ligereza opiniones dispares sino porque falta la orientación de muchos pastores. Desde los más diversos ámbitos se presentan como doctrina de la Iglesia ideas y prácticas contrarias a la misma y los fieles están sometidos a la continua desautorización práctica de lo que se proclama en la doctrina o en la legislación canónica. Los criterios o normas superiores que nos dan la orientación auténtica de la jerarquía de la Iglesia, de los buenos pastores, pueden sintetizarse en estos criterios:
1.Todos debemos conocer las verdades de fe ya formuladas. Cuando el Magisterio de la Iglesia universal propone de forma definitiva la doctrina de la fe y la moral, sus afirmaciones son inmutables. Nosotros encontramos esas verdades en el Credo, en las profesiones de fe, en los catecismos autorizados... Nadie puede sustituir ni suprimir una sola verdad de fe no uno solo de los principios morales así definidos. “Pues sea maldito cualquiera –yo, o incluso un ángel del cielo- que os anuncie un Evangelio distinto del que yo os anuncié. Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido ¡caiga sobre él la maldición!” (Gal 1, 8-9).
2.Las normas de disciplina y las aplicaciones prácticas es lo único que puede variar pero solo por decisión de la autoridad de la Iglesia. La obediencia a las normas vigentes es voluntad de Dios y preserva la libertad contra las arbitrariedades. En algún caso, además, (como en la Eucaristía o la Confesión) el cumplimiento de las normas condiciona la validez de los Sacramentos y ningún sacerdote ni otro fiel se atreverá a no respetarlas si conserva la fe en el misterio de salvación que es la Iglesia.
3. Tampoco debemos prestar oído a la confusión sembrada desde los medios de comunicación que anuncian cambios previsibles o inminentes, haciéndose eco de diversas opiniones, a veces recogidas incluso de labios de obispos y cardenales o aprovechando el tono coloquial de algunas expresiones empleadas por el Papa. Menos aún, hay que esperar cambios en prácticas basadas en la propia revelación como la que impide que los divorciados vueltos a casar civilmente se acerquen a los Sacramentos hasta que no regularicen su situación ante la Iglesia.
“Jesucristo es el mismo ayer, hoy y para siempre. No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas” (Heb 13, 8-9). Las verdades de la fe –la doctrina católica- nos dicen lo que Cristo es y lo que Cristo hace. Por eso no puede ser buen cristiano el que no ama las verdades de la fe y no procura ajustar su vida a ellas mediante una continua conversión.
Una vez más, a la Virgen Sta.María le pedimos que sea columna sobre la que se sostiene la solidez de nuestra fe y de las enseñanzas que hemos recibido para vivir de tal manera en la Iglesia militante mientras estamos aquí en la tierra que podamos formar parte un día de la Iglesia triunfante en el Cielo.
Publicado en Tradición Digital