«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

viernes, 9 de mayo de 2014

ÁNGEL DAVID MARTÍN RUBIO: Pan de Vida

"La Comunión de la Santísima Virgen": Parroquia de San Pedro (Buñol)
Las lecturas del Evangelio de la Misa nos presentan a lo largo de varios días de este Tiempo litúrgico de Pascua (III Semana, Forma Ordinaria) las palabras pronunciadas por Jesús en la Sinagoga de Cafarnaum después de la multiplicación de los panes y los peces. Es lo que llamamos el discurso del pan de vida, en el que se unen dos principales referencias: la Fe y la Eucaristía.

¿Qué es lo que haremos para ejercitarnos en obras del agrado de Dios?”; ante esta pregunta que escuchábamos hace unos días, Jesucristo enseña que la obra agradable a Dios es la Fe; que creamos en Él. Solo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios, enviado por el Padre para salvar al mundo, acude a Él con confianza y acepta su acción redentora. Para quien vive de esta manera, Jesucristo es Pan de Vida. El que se alimenta de este Pan en la Eucaristía, encontrará fortaleza para sostener su fe y no tendrá más hambre, no tendrá más sed.

Jesús socorrió la necesidad de los que le seguían para oír su Palabra con la multiplicación de los panes y los peces. Pero, Él mismo les advierte que aquel alimento es figura, anticipo, anuncio de otro alimento mucho más poderoso que es Él mismo, su Cuerpo y Sangre: la Santísima Eucaristía: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6, 50-51)

Desentrañando el significado de esta promesa de Jesús, enseña el Catecismo Romano que la Eucaristía posee una virtud infinita para procurarnos la gloria eterna. Es ya una señal en esa vida aquella suma paz y tranquilidad de conciencia que disfrutan las almas después de comulgar. Y en el momento de la muerte, fortalecidos por la virtud divina del sacramento, levantaremos el vuelo hacia la bienaventuranza eterna.

Con frecuencia, aplicamos el Santo Sacrificio de la Misa en Sufragio por el alma de algún difunto y de manera genérica, la Iglesia encomienda a todos ellos en cada celebración:

— Alentados por la promesa de Jesús, esperamos que el Señor conceda la eterna recompensa de estar junto a Él en el Cielo a quien, mientras vivió en este mundo se alimentó con frecuencia en el sagrado banquete de la Eucaristía.

— Pedimos al Señor que haya tenido misericordia en el momento del juicio particular de quien tantas veces se postró para pedir perdón de sus pecados en el tribunal del Sacramento de la Penitencia.

— Y si aún quedaran reliquias del pecado en su alma, pedimos la gracia de acortar el tiempo de purificación.

La Virgen Santísima, que recibiría tantas veces la Comunión de manos del Apóstol San Juan quien, según una piadosa tradición celebraba para Ella la Santa Misa, nos enseñe y ayude a recibir dignamente a Jesucristo en la Eucaristía.

Y adquiramos y conservemos la santa costumbre de rezar por los difuntos y concretemos esta práctica piadosa en la celebración por ellos de la Santa Misa. Confiando en gozar un día en el Cielo, de aquellos por quienes rogamos mientras aún peregrinamos por este mundo.

Publicado en Tradición Digital