Las últimas declaraciones de D.Javier Novell -nos resistimos a llamar homilía a una soflama de ese carácter-, han destapado el rostro de otro obispo que se pone al servicio de las tesis políticas del nacionalismo parasitario.
La situación a la que los partidos y organizaciones inspiradas en esta ideología están llevando a España en general y a regiones como Cataluña en particular es lo suficientemente grave como para merecer que Novell hubiera pronunciado una condena sin paliativos del nacionalismo.
Lejos de apuntar una crítica, para el actual ocupante de la diócesis de Solsona “estar a favor de la independencia de Cataluña es perfectamente legítimo moralmente“ y, por tanto, los católicos, si lo desean, puede ser independentistas”. De auténtica blasfemia cabe calificar el hecho de haber recurrido a nuestra Santísima Madre en refuerzo de sus peregrinas teorías: “nacida en un país ocupado y oprimido, sabe bien lo que significan las esteladas. ¿Qué le vamos a explicar sobre deseos de independencia política?”.
Como una verdadera manipulación se debe considerar también el recurso a textos del Vaticano II o de Juan Pablo II silenciando que, precisamente por la lección de la más reciente historia europea de los siglos XIX y XX las enseñanzas de los Papas (y del propio Juan Pablo II) están llenas de advertencias acerca de la incompatibilidad entre el nacionalismo y un auténtico patriotismo y de los peligros que este disolvente principio supone para la convivencia y el bien común.
Quienes -como Novell- pretenden avalar el nacionalismo desde la doctrina católica juegan a la confusión de esta ideología con el verdadero patriotismo que es el amor y la piedad hacia la Patria y cuyo principal fundamento teológico es la virtud de la piedad además de otros títulos como la justicia legal, la caridad y la gratitud.
Al sano patriotismo se oponen dos pecados. Por defecto se opone el internacionalismo de los hombres sin patria, que desconocen la suya propia con el especioso pretexto de que el hombre es ciudadano del mundo. Por exceso se opone el nacionalismo exagerado, que ensalza desordenadamente a la propia patria como si fuera el bien supremo y desprecia a los demás países con palabras o hechos, muchas veces calumniosos o injustos.
Este último sentimiento fue adquiriendo en la segunda mitad del siglo XIX y en el XX formas más particulares dentro de cada nación. Se han fomentado nacionalismos cada día más estrechos a los que cabe aplicar con propiedad el nombre de separatismos, con lo cual se ha perjudicado a las grandes entidades formadas por la historia. Rozando en ocasiones extremos racistas, se ha acentuado la nota separatista en tal forma de desconsideración y desestima a otros pueblos o naciones, que en el fondo se ha incurrido en auténticos vicios farisaicos.
Tal es el caso de los nacionalismos mecidos en la crisis decimonónica y consolidados en la medida que España ha perdido o se le ha arrebatado todo proyecto común y se han borrado las raíces de su propia identidad. Con razón se ha señalado que la crisis de identidad de una Patria se produce, entre otras vías por querer ser otro, por renunciar a ser y por diluir el ser en una ingenua y utópica sociedad universal.
No somos ingenuos. Sabemos que quienes promovieron al episcopado a D.Javier Novell conocían perfectamente su perfil político. Pero no perdemos la esperanza y es nuestra obligación alzar la voz pidiendo al Papa que tome las medidas oportunas para poner a Novell en su sitio.
Y mejor, si hay una frontera por medio.
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Esto es falso en las actuales circustancias históricas de la sociedad española Ya lo puede decir el Papa si le place. Atenta directamente contra el cuarto, quinto y séptimo mandamientos, pues no sólo se hace menosprecio al legado patrio, sino que se daña a las personas y además se pretende robar tal legado.
Que en un pais ficticio, como tantos que se crearon tras las guerras mundiales, o en un pais que ha sido anexionado forzosamente tras una guerra, se pueda hablar de legitimidad de su independencia es algo distinto. Pero en paises conformados durante siglos bajo una autoridad común y que comparten un mismo destino histórico se venga a romper todo ese legado porque unos señores se inventaron un cotarro provinciano adornado con la ideología nacionalista a finales del siglo XIX para poder meter tajada en lo que era el cotarro del gobierno central, estaríamos ante una auténtica inmoralidad. Los obispos que contribuyen a tal inmoralidad no son auténticos pastores de sus comunidades, sino mercenarios que llevan el rebaño a grandes males.
El obispo Novell no ha abogado en esa frase que citan ustedes por la independencia, no ha mostrado su postura. Simplemente ha dicho que la independentista es una postura compatible con la fe católica, cosa que me parece totalmente cierta, porque no tiene por qué entrar en conflicto con la moral cristiana, y, si entra, explíquenme dónde, y lleguen a la conclusión ustedes mismos de que dentro de la Iglesia se pueden tener diferentes opiniones políticas.
El asunto es que, en mi opinión, acaban ustedes de juzgar gravemente a un obispo de la Iglesia de una forma bastante ligera, pues no se han parado a reflexionar seriamente (dejando sentimientos a un lado) sobre sus palabras, que, a mi parecer, no son ninguna herejía ni nada.
Solo estais escuchando lo que dicen en Madrid y no habeis preguntado a los que vivimos aquí.
Recomendar al Sr. Obispo que use más su breviario sin conocerlo es bastante patético. Practicais la demagogía sin informaros. Y os llamais cristianos. Que patético!
Además el Sr. Obispo no promueve el nacionalismo. No os enterais de nada.
Endavant Sr. Bisbe estem amb vosté en la pregària.
http://tradiciondigital.es/?s=novell&x=0&y=0
No veo la “exaltación”.
Mas le valiera a este Monseñor dedicar mas tiempo a leer su breviario
y hacer pias acciones , que a promover el separatismo catalan.
Lo peor es el silencio de toda la Conferencia Episcopal, tan tibios y canallas como dignos émulos de Oppas.