«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

jueves, 16 de octubre de 2008

SEGUNDO AVANCE DEL INFORME OFICIAL (I): Aljucén y Almendralejo

Terminada la publicación de los capítulos más relevantes del libro "Extremadura bajo la influencia soviética" comenzamos a dar conocimiento a nuestros lectores del
"Segundo avance del informe oficial sobre los asesinatos, violaciones, incendios y demás depredaciones y violencias cometidos en algunos pueblos del Mediodía de España por las hordas marxistas al servicio del llamado Gobierno de Madrid. Julio, agosto y septiembre MCMXXXVI", publicado por el Estado Español en 1936


ALJUCÉN (Prov. Badajoz)

En este pueblecito, de unos seiscientos vecinos, cometieron las hordas marxistas durante la dominación roja ONCE ASESINATOS, más innume­rables saqueos en los domicilios de las personas de orden.

Comenzaron los crímenes el día 25 de Julio, fecha en que fue asesinado el médico titular D. Luis Alberto de Mena y San Millán, quien, requerido por los rojos para que prestase sus auxilios a un supuesto enfermo fue tiro­teado por la espalda; le remataron con otra descarga cuando yacía herido en el suelo.

Culminó la ferocidad de los rojos al asesinar a los vecinos Victoriano Solís Cordero, Gumersindo Solís Conde, Agustín Belvís Hidalgo, Juan José Polo Burgos, Julián Fernández Robles, Manuel Tirado Esteban, Juan Larios Poncela, Antonio Pérez Barahona, Adolfo Galles Guijo y Daniel Peña Muñoz, hechos prisioneros el día 20 de Julio y encerrados en el salón de baile del pueblo. En la madrugada del 9 de Agosto, se les dio muerte de la si­guiente forma: Después de hacer los rojos nutridísimas descargas de fusilería en los alrededores el pueblo, para amedrentar a los vecinos y fingir un ata­que de las tropas salvadoras, grupos de forajidos se dirigieron al local donde se hallaban los presos y rompiendo a culatazos las ventanas, arrojaron unas ochenta bombas de mano al interior, sin compadecerse ante los desgarradores gritos de angustia que daban las víctimas, las cuales, en su indescriptible pánico, se refugiaban heridos por la metralla tras un pequeño mostrador. Uno de los detenidos, ileso aún, abrió violentamente una puerta y escapó entre el nutridísimo fuego de los guardianes, que se encontraban apostados en la calle. Cuando los marxistas se dieron cuenta de que los ametrallados vivían aún, penetraron en la estancia, rematando a sus víctimas a tiros y culatazos, con tal saña, que quedaron como montón informe de carne.

Cometido este horrendo crimen, y antes de su huída, intentaron las hordas marxistas atropellar a distintas mujeres indefensas, principalmente a la esposa del muerto Daniel Peña Muñoz, intento frustrado por la providencial llegada de las fuerzas salvadoras.

Las imágenes de la Iglesia Parroquial, fueron profanadas y mutiladas, especialmente la de la Patrona del pueblo.

ALMENDRALEJO (Prov. Badajoz)

A raíz de estallar el movimiento salvador de España, se desató la furia marxista en Almendralejo. Fue tal el número de encarcelamientos, que pronto se vieron llenos los dos pisos de la cárcel, siendo preciso habilitar como prisión el Matadero municipal, y, por último, el convento de Santa Clara, del cual se habían expulsado a las monjas. Se detuvo a todo el que no simpatizase con los grupos marxistas, fuese rico o pobre, propagandista político (como D. Francisco Elías de Toro), o ajeno a la política (como el Sr. Gerente de la Compañía Hidro-eléctrica). Las detenciones duraron desde el 18 de Julio hasta el 6 de Agosto, víspera de la entrada de las tropas en esta ciudad, y fueron hechas con el más cruel refinamiento; detenían a un individuo a cualquier hora de la noche, lo ponían en libertad y lo volvían a detener, jugando con sus esperanzas y sus temores. Tal sucedió con D. Juan Limón, que acabó muriendo en presidio. Los marxistas dispusieron que fuesen las seño­ras o sus hijas quienes llevaran la comida a los presos, obligándolas a formar cola en la puerta de la cárcel, bajo un sol aplomador, la amenaza de las es­copetas y las injurias de la chusma.

En una celda pequeñísima, sin más ventilación que una mirilla en la puerta, encerraron a los presos, llegando a estar juntos seis individuos (entre ellos Diego Garrido, Manuel Loza, Máximo Álvarez y Juan Alcántara), a los que obligaron a hacer sus necesidades en esta misma habitación. Muchos de los presos fueron brutalmente apaleados, entre ellos D. Gabino Merino, D. José Carrasco de la Barrera, D. Jesús Gómez, D. Francisco Blanco y otros muchos, a quienes torturaron tres individuos armados de porras. Esto suce­día mientras dos más apuntaban con pistolas o escopetas, para que los agre­didos no pudieran defenderse. Hubo algunos que quedaron como muertos, teniendo que sacarlos en brazos de la habitación donde les habían pegado.

Para mayor vejación de las personas detenidas, se les obligó a aumentar los fondos rojos. El comité exigió de los Bancos una lista de cuentas corrien­tes y un talonario de cheques; con estos instrumentos, y siempre bajo la amenaza de las pistolas, forzaron a los cuenta-correntistas (que en su mayoría estaban ya presos) a entregarles sus fortunas.

Los marxistas llevaron su ensañamiento hasta el punto de detener y en­carcelar a la esposa del comandante Blanco, contra la que no había más car­go que la presunción de que su marido se hubiese puesto en Sevilla a dispo­sición del Ejército salvador.

Los pocos individuos que pudieron librarse de los horrores de la cárcel, también fueron objeto de vejaciones. Nadie podía salir de su casa sin expo­nerse a que lo detuvieran, pues las milicias obraban por su cuenta, y se in­cautaron de todos los aparatos de radio para que las noticias de Sevilla no pudiesen ser oídas. De la Iglesia Parroquial tomaron posesión los marxistas convirtiéndola en reducto defensivo y garaje.

La noche del 6 de Agosto avisaron las campanas la llegada de seiscientos fusiles, que se repartieron entre los milicianos, los cuales poseían con anterioridad escopetas y pistolas, robadas a las personas de orden. El día 7, a las once de la mañana, acercose a Almendralejo el Ejército salvador. Enton­ces los rojos reunieron a los presos de la cárcel en el patio de la misma, cerrando todas las puertas que daban a dicha dependencia. Los detenidos en Convento fueron agrupados en la Iglesia, y al oírse los primeros disparos de las tropas, los marxistas comenzaron a arrojarles bombas y botellas de inflamables.

Estos horrores duraron hasta las cinco de la tarde, hora en que los que quedaron vivos fueron puestos en libertad por los Regulares.

Relación de muertos en la cárcel de Almendralejo.- D. Javier Merino Martínez, don Antonio ­Merino Garrido, don Saturnino Merino Garrido, don Pedro López Cabeza, don José López Cabeza, don Antonio López Cabeza, don Manuel González y González, don José Terrón Vargas, don Ángel López Crespo, don Francisco Cabezas Gallardo, don Juan Alcántara Alcántara, don Juan Pedro Arias Merchán, don José Cano Gómez, don Manuel González Ojeda, don Domingo García Vélez, don Manuel Nieto Marín, don Antonio Santos Alcañiz, Máximo Álvarez García, don Miguel Villena Ballesteros, don Alberto Elías de Toro, don Francisco Mejías Barrientos, don Miguel Bordallo Vicioso, don Agustín López Navarrete, don Manuel Guillén Ramos y don Juan Limón Barrero.

Muertos en el Convento de las Monjas.- D. José Jiménez Marcos, don Guillermo Barrientos Álvarez y don Manuel González Dorado.
Total: VEINTIOCHO MUERTOS.

Mutilados.- D. Francisco Elías de Toro, perdió una pierna y don Aquilino de la Hera.
Heridos.- D. Francisco Montero de Espinosa (quemaduras en todo el cuerpo), don Ale­jandro Vargas (herida de bala en una pierna), don Alfonso Iglesias (quemaduras en un pie), don Jesús Gómez (mutilación general y heridas en los ojos), don Luis Espinosa (lesión en los ojos con quemaduras), don Jaime Ozores Marquina (diversas heridas de metralla), don Al­fonso Rodríguez Ferro (ídem). don Antonio Cabezas (idem), don José Pérez Sánchez (idem). don José Moreno (ídem) y un hijo del apoderado del Conde de Bagaes (quemaduras en la córnea y pérdida probable del ojo).

Un sacerdote llamado D. Medardo, fue insultado groseramente, golpeándosele en la cara con una llave inglesa. D.Félix García de la Peña fue incomunicado en el cuartito de la Cárcel, sufriendo un ataque de enajenación mental; a pesar del certificado médico siguió detenido. Lo mismo ocurrió a otros presos que enfermaron gravemente en la Cárcel, como D. Pedro Barrera ­Morán (pulmonía), D. Saturno Merino (apendicitis) y D. Manuel Espinosa (enfermedad crónica).

No mataron únicamente a personas de posición acomodada; asesinaron a pobres obreros, como los hermanos López Cabeza, Manuel Nieto Marín, Manuel Guillén Ramos y José Jiménez Marcos, sin más sustento que su jornal, ni más delito que el de no pensar como los marxistas.