«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

martes, 27 de julio de 2010

Julio-1937: Cáceres bajo las bombas del Frente Popular

El Sol, Madrid, 20-diciembre-1936

 
La lucha aérea durante la Guerra Civil pasa por tres etapas:

1.- Los primeros días se vuela con el material existente, caduco y apenas preparado para una guerra de larga duración. Los combates podían recordar a los de la Primera Guerra Mundial: pocos enfrentamientos por la escasez de material y falta de aviadores.

2.- Al poco de estallar el conflicto ambos bandos se lanzan a la búsqueda de material aéreo más adecuado a sus necesidades, se inicia así la segunda fase en la cual el Gobierno republicano se apoya directamente en Francia, que comienza el suministro de aviones más modernos, los Dewoitine y Loire (como cazas) y los Potez (como bombarderos), mientras que los sublevados logran el apoyo, casi a la vez que los gubernamentales, de Italia y Alemania que les suministran aviones de transporte (Savoia-81 y Junker-52, susceptibles de ser empleados como bombarderos) para realizar el traslado de las tropas por el aire a través del estrecho. Poco después llegaban los primeros cazas, los Fiat CR 32 y los Heinkel 51 que bien administrados permitieron a los nacionales pasar de la inferioridad al dominio del aire desde Talavera de la Reina (comienzos de septiembre-1936) y facilitaron el rápido avance hacia Madrid.

3. En la tercera fase llegan al bando frentepopulista los suministros de procedencia soviética que les permiten obtener la superioridad en el aire y se consigue detener el avance de las tropas nacionales en las mismas puertas de la capital de España.
 
Este desequilibrio fue poco a poco igualado superado hasta tal punto que en el momento en que se combatía en Brunete (julio-1937) lograban las alas Nacionales el dominio del Aire que no se dejarían arrebatar ya en toda la guerra. Durante la campaña del Norte (hasta octubre del mismo año) actuaron muy lucidamente tanto las escuadrillas españolas como las italianas y alemanas con marcada supremacía aérea ya que en la región norteña tuvieron los nacionales por primera vez en la campaña superioridad numérica en aviones sobre los republicanos. En la Batalla del Ebro (julio/noviembre-1938) la Aviación nacional dio su máximo rendimiento. Todo avance de las tropas de tierra era precedido por fuertes bombardeos aéreos seguidos inmediatamente por una acción de las unidades de asalto o ametrallamiento.
 
La Aviación durante nuestra guerra vio la transición del avión biplano al monoplano, desarrollándose nuevas tácticas de combate aéreo que se realizan a mayor velocidad y altura, se verificó el aumento del potencial de fuego de los cazas y se ejecutaron los primeros bombardeos de poblaciones como elemento de castigo hacia la población civil.
 
Operaciones militares y bombardeos en la retaguardia
Si bien durante la Primera Guerra Mundial ambos bandos habían bombardeado ciudades de la retaguardia enemiga, fue durante la Guerra Civil Española cuando se generalizó esta práctica, prevista en las doctrinas que sobre el poder aéreo se desarrollaron en Europa y en Estados Unidos en la época de entreguerras. En este último sentido es importante la distinción entre bombardeo táctico y estratégico. Bombardeo táctico es aquel en el que las fuerzas aéreas intentan derrotar al enemigo en una batalla en particular (en muchas ocasiones cooperando con otros elementos de las fuerzas armadas), mientras que el bombardeo estratégico es aquel en el que el objetivo es derrotar al enemigo en la guerra, realizando para ello una campaña de envergadura que mine poco a poco los recursos del adversario (ya sea su capacidad industrial, la moral de sus ciudadanos en retaguardia o cualquier otro procedimiento).

El bando republicano fue el primero en bombardear ciudades, de forma que antes de finalizar el mes de julio de 1936 ya habían sido bombardeadas Zaragoza, Córdoba, Sevilla y otras, según se reconoce en sus propios partes oficiales de guerra. Ahora bien, mientras que el Gobierno republicano inició una activa campaña propagandística internacional frente a los bombardeos nacionales, que llegó incluso al Vaticano, la propaganda nacional, mucho menos preocupada por estas materias, sólo acertó a responder tardíamente con unos folletos que registran menos bombardeos y muertos que los que hubo realmente .
La Ofensiva Nacional sobre Vizcaya (31-marzo a 29-junio-1937) supuso un duro revés para el Gobierno republicano pues suponía la incorporación a la España de Franco de las zonas más importantes en recursos minerales e industria estratégica. La única manera de evitar este desastre era crear ataques de diversión y quebrantadores contra otros frentes. Tal era una de las razones principales de la primera gran ofensiva de la República, en Brunete (del 5 al 25 de julio de 1937).
Una respuesta secundaria menos conocida fue una campaña de bombardeos contra ciudades de la retaguardia nacional, iniciada poco después del comienzo de la campaña del Norte y antes de los ataques a Durango y Guernica. Por ejemplo, el 12 de abril un avión bombardeó Valladolid y la carga cayó sobre varias casas próximas a la Academia de Caballería y una escuela en el momento en que salían de ella los niños. Murieron 30 personas y hubo 100 heridos, algunos de los cuales fallecieron más tarde . Palma de Mallorca, Granada, Sevilla, Talavera de la Reina, Burgos, Alba de Tormes (Salamanca), Navalcarnero, Segovia, Cantalejo (Segovia), Cáceres, Córdoba, Daroca y Calatayud (Zaragoza), Miranda de Ebro, Granada, Zaragoza … serían, entre otros, las ciudades convertidas durante los meses de abril a diciembre de 1937 en objetivo de la Aviación republicana que causó centenares de víctimas entre la población no-combatiente.
El Bombardeo de Cáceres
La incursión aérea contra la ciudad de Cáceres fue organizada durante la batalla de Brunete que se venía desarrollando en las inmediaciones de Madrid durante el mes de julio de 1937. En la mañana del 23 de julio cinco de los aviones de bombardeo soviéticos llamados Katiuskas sobrevolaron la ciudad sobre las nueve y media de la mañana, descargando sobre su núcleo urbano dieciocho bombas que afectaron a lugares como el Mercado de Abastos, Instituto de Enseñanza Media, Gobierno Civil, Plaza de Santa María, calles Santi Espíritu y Nidos y traseras del cuartel de la Guardia Civil. De poco habían servido las medidas preventivas que se habían tomado días antes de producirse la agresión por parte del Gobernador Militar y del alcalde. Así, en la Plaza Mayor, la noche del 22 de julio se trabajaba activamente en la colocación de sacos terreros.

Especialmente dramáticas fueron las circunstancias ocurridas en la Plaza de Santa María. Unos cacereños murieron postrados ante la Patrona pues la Virgen de la Montaña se encontraba en la hoy Concatedral de Santa María; otros cuando abandonaban el Templo y otros al dirigirse a él. El Obispo Fray Francisco Barbado Viejo, con sus ropas manchadas por los cascajos y la sangre de los heridos, se adentró entre las ruinas para confortarlos y auxiliar en los últimos momentos a los más graves. Grave confusionismo reinó también en el Mercado de Abastos por la aglomeración existente en el mismo al estallar en sus proximidades algunos explosivos.
Dos de estas bombas cayeron frente a una de las puertas de Santa María y su metralla cruzada penetró en la Iglesia dejando sin vida o malheridos a todos los que estaban al fondo, por debajo de las pilas del agua bendita; otros murieron en la plazuela; el Palacio de Mayoralgo se vino abajo, como varios edificios de la Plaza y las traseras del Ayuntamiento, con personas muertas o heridas en todos ellos. El Obispo, el dominico Fray Francisco Barbado Viejo, con su blanco hábito cubierto de sangre, acudió a reconfortar a los heridos y a administrar la extrema unción.

La información sobre lo ocurrido en Cáceres fue recogida en el Parte Oficial de Guerra en los siguientes términos:
«La aviación enemiga, siguiendo su criminal costumbre de bombardear
poblaciones
indefensas de la retaguardia, sin finalidad militar alguna, ha
bombardeado hoy
la capital de Cáceres con cinco aviones causando muertos y
heridos en la
población civil, la mayor parte mujeres y niños. Este criminal
proceder obliga a
llevar a cabo las naturales y prontas represalias que ya
hemos tenido que
ejercer en otras ocasiones iguales
»
El Parte Oficial republicano únicamente afirmaba, con evidente escarnio de la verdad, que se habían bombardeado «diversos objetivos militares en las cercanías de Cáceres».

El resultado fueron 31 muertos y 64 heridos, cuatro de los cuales murieron después elevando a 35 el número de víctimas del bombardeo. De éstos 12 eran hombres y 23, mujeres. La víctima más joven era una niña de 4 años y la de más edad un anciano de 87. 14 de ellos pueden considerarse de edad madura, 15 eran menores de 25 años y 6 mayores de 60.

Sospechándose que esta acción formaba parte de un plan previamente trazado por el Gobierno republicano, sospecha que se iba a reforzar al descubrirse en las Navidades de 1937 el proyecto de infiltración en la propia retaguardia cacereña llevado a cabo por Máximo Calvo, las autoridades nacionales reforzaron las defensas antiaéreas en las poblaciones extremeñas mas importantes: se crearon refugios, se construyeron trincheras, se implantaron servicios de vigilancia y escuchas, instalándose sirenas que anunciaban de la presencia de aviones. Todo ello ocurría sobre todo a partir del otoño de 1937, afortunadamente los bombardeos republicanos en la retaguardia extremeña descendieron notablemente hasta que tuvo lugar la ofensiva del verano de 1938 en La Serena.