Publicado en Iglesia en Coria-Cáceres; 15-noviembre-2009
El pasado 6 de noviembre se ha celebrado por segundo año consecutivo la conmemoración litúrgica de los Mártires Españoles del siglo XX consagrada a las víctimas de la persecución religiosa sufrida por la Iglesia en nuestra Patria entre 1931 y 1939. El Papa Benedicto XVI, en su Carta Apostólica con ocasión de la beatificación de 498 de estos mártires el 28 de octubre de 2007 en Roma fijó dicha fecha para la memoria, conjunta al igual que su beatificación.
En las diócesis relacionadas con los nuevos beatos —todas las de España menos seis, más algunas de Cuba, México y Francia— es memoria obligatoria y el resto de las diócesis de España y de otros países pueden también hacer propia dicha conmemoración litúrgica.
Esta ocasión resulta especialmente apropiada para recordar a dos miembros del Cabildo Catedral de Coria que murieron víctimas de la misma persecución religiosa. Nos referimos a D.Gabriel del Cueto y Cueto, Doctoral de la Santa Iglesia Catedral y D.Ruperto Piñero Mena, Canónigo de la misma. A ellos se podría añadir otros dos sacerdotes muy vinculados con Coria: el también canónigo D.Fausto Cantero Roncero (con proceso de beatificación abierto en la Archidiócesis de Toledo) y el Capellán de la Armada D.Cástor Rodríguez Andrés, nacido en esta ciudad.
El primero de los citados, D.Gabriel del Cueto y Cueto, había nacido en Santa María de Taranes-Ponga (Asturias) y en el verano de 1936 se encontraba en su tierra natal; provincia que sufrió tan ásperamente la actuación de los revolucionarios ya comenzada en octubre de 1934. Fue detenido en Gijón y estuvo encarcelado en la Cárcel del Coto de dicha ciudad durante bastantes meses. Finalmente le llevaron a construir fortificaciones en el frente en una de las llamadas “Brigadas Penales” en las que los presos realizaban trabajos forzados en condiciones durísimas, entre amenazas y castigos y en las cuales fueron asesinados muchos de ellos. Las circunstancias de su muerte el 12 de octubre de 1937 en San Esteban de las Cruces las relata D.Ángel Garralda en su documentado estudio sobre la persecución religiosa en Asturias:
«Se pusieron a trabajar en el chalet de Villafría, llevando piedras en cadena. Ese día habían muerto varios milicianos en combate. En el momento en que precisamente estaba moviendo una gran piedra junto con Juan Bautista Fernández Díaz (hoy párroco de Cangas de Onís), éste nos añade el detalle de que pasó el cabo Félix y le llamó diciendo: "Gabriel, venga conmigo".
Al poco tiempo, continúa Manuel Astorga, vi cómo pasó el teniente con unos zapatos en la mano que a mí me parecieron los de Gabriel del Cueto.
Efectivamente, al término del trabajo se nos dijo que había muerto; era el canónigo de Coria al que se llevó en unas parihuelas y se le dio tierra».
D.Ruperto Piñero Mena había nacido en 1893 y llegó a Madrid pocos días antes del Movimiento para pasar las vacaciones con sus padres que servían como porteros en el Convento de Madres Mercedarias. En los primeros días de la revolución se vieron obligados a abandonar dicho lugar y a refugiarse en casa de unos vecinos; debido a su condición sacerdotal tuvo que esconderse en diversos lugares pero no siguió los consejos que le daban para que se procurara un carnet comunista alegando que de nada le serviría si es que el Señor le había elegido para mártir. Felipe Gil redactó las siguientes notas para la Revista Mater Clementissima del Pontificio Colegio Español de San José en Roma, donde había sido alumno entre 1915 y 1922:
El 13 de noviembre de 1936 fueron los milicianos a hacer un registro en aquella casa con el pretexto de que salían tiros de ella. Aunque le avisaron que se escondiera, no quiso hacerlo, y al pedirle los milicianos la documentación, les presentó lo único que tenía: su cédula de sacerdote. Le dejaron con su padre diciendo que a los dos días volverían. Empero a los pocos instantes se presentaron de nuevo con el siniestro coche de la muerte. Al ser arrancado del lado de su padre, éste, llorando y abrazándole exclamó: “¡Hijo, no te vuelvo a ver!...” y él repuso: “Padre, sea lo que Dios quiera”.
Junto con él fue conducido un vecino suyo, a quien los rojos perdonaron la vida, y que informó después a la desconsolada madre de Ruperto cómo llamados los dos en la noche del 14 de Noviembre para declarar viole en aquellos momentos con una tranquilidad y serenidad que admiraban.
Ignoramos los detalles de su muerte. Enterrado junto con otros dieciocho, que corrieron la misma suerte, en el Cementerio de Fuencarral, al ser exhumado, encontraron su cuerpo incorrupto con once disparos en la cabeza y diversos miembros del mismo. Los milicianos mismos se encargaron de consignar la causa de su muerte poniéndole este epitafio: “Fascista y Jesuita”, “Fascista y Párroco, U.H.P.”»
Ángel David Martín Rubio