«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

jueves, 26 de noviembre de 2009

Carta abierta a D. Benigno Blanco



Carlos Ibáñez Quintana

Secretario Acción Política de la Comunión Tradicionalista Carlista

Hojeando el semanario “Alfa y Omega”, número correspondiente al día 19 de noviembre, me encuentro con párrafo suyo, pronunciado en el curso de una entrevista, que dice: “Hay todavía algún católico fundamentalista de cabeza que no ama la libertad, como ama la verdad y un buen católico defiende ambas, no se queda en el tradicionalismo”.

Los tradicionalistas amamos en primer lugar, y sin reservas, la Verdad. Porque hubo Uno que nos dijo que “la Verdad os hará libres”. Se podrán hacer frases muy bonitas distinguiendo la libertad de la Verdad, como si fuese factible separarlas. Y no es eso. Como nos ha recordado recientemente S. S. Benedicto XVI, la Verdad es lo primero. Sin ella la Caridad se convierte en sentimentalismo. También aquí; sin Verdad no puede haber libertad, sino las opiniones de cada uno, que cada uno impone a los demás sin respetar ninguna libertad. Esto es lo que estamos viendo, viviendo y padeciendo.
Es muy bonito eso de presentarse en la palestra pretendiendo que los enemigos de la Verdad y de la libertad les acepten. Para ello no se limitan a resaltar que son defensores de la libertad, sino que les conceden que, entre los amantes de la Verdad los hay quienes no aman la libertad y nos cargan el “mochuelo” a los tradicionalistas. Me recuerda Vd. a un tipo de mi pueblo quien, cuando le llamaban “hijop..”, contestaba “yo no soy; el hijop. es mi hermano”. Su hermano había nacido antes del matrimonio de su madre.
Del mismo modo, ante los que han osado decir que “la libertad os hará verdaderos” Vd. se presenta con cara amable y les dice: “yo también amo la libertad, los que no la aman son los tradicionalistas fundamentalistas”. Se cree, inocentemente, que así le admitirán a un diálogo democrático. Así no hace Vd. más que perder el tiempo.
Los tradicionalistas amamos la libertad como el que más. Y no separamos la Verdad de la libertad. Porque ¿puede Vd. mencionar un caso en que, mandando los que niegan la existencia de la Verdad, se haya respetado algún tipo de libertad? Me refiero a las libertades auténticas, las que elevan al hombre y no las que le hacen esclavo de sus pasiones.
La lucha que los tradicionalistas llevamos desde hace ciento setenta y cinco años es una lucha por la libertad. Cuando hemos sido vencidos, las libertades concretas, las que de verdad interesan al pueblo, han perdido fuerza. Cuando hemos triunfado, la libertad no fue respetada porque con el poder se hicieron los mismos que separaban la Verdad de la libertad. Esa es la historia. Y los tradicionalistas de hoy seguimos proclamando que sin Verdad no hay libertad. Y se lo decimos, sin complejos, a los que hoy mandan. Y no nos importa que por dar a la Verdad toda la importancia que se merece, que nunca será suficiente, nos traten de enemigos de la libertad. Lo harán de todas formas porque su arma, su única arma, es la mentira. Además, estamos seguros que esos mismos se ríen de los que, “defienden ambas”, al modo que Vd. lo ha manifestado.