En su afán manipulador olvidan algo que cualquiera puede comprobar en un mapa. Guadalupe no es un aerolito caído del cielo: el Santuario de la Patrona de Extremadura está enclavado en un amplio territorio que, históricamente, ha pertenecido a la Archidiócesis de Toledo. Son numerosas las Parroquias de las provincias de Cáceres y Badajoz que, afortunadamente para ellas, están enclavadas en dicho territorio, pero nadie habla de ellas ni reclama su extremeñidad, probablemente porque "no tienen petróleo". Como nadie cuestiona que la diócesis (presuntamente) extremeña de Plasencia se extienda por las provincias de Salamanca, Cáceres y Badajoz.
Pienso que deberían ser criterios pastorales los que decidan las modificaciones que sean necesarias en los límites diocesanos, pero, sobre todo, deberíamos aprender en la Iglesia a escuchar a los propios interesados: los sacerdotes y fieles que saben que no hay ninguna contradicción entre pertenecer (administrativamente) a la región extremeña y (eclesiásticamente) a la Archidiócesis primada.
Pero sobre todo no deberían encontrar ningún eco quienes pretenden ahogar con mezquinos lazos aldeanos y localistas, una devoción como la de Nuestra Señora de Guadalupe a la que nuestros antepasados dieron gloriosa proyección universal.
Historicus