«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

domingo, 8 de julio de 2012

Mérida: la "Guernica" extremeña por Moisés Domínguez Núñez

Tupolev SB-2 Katiuska, modelo de bombardero soviético que actuó sobre Mérida













MOISÉS DOMÍNGUEZ NÚÑEZ.- Debido a que la “guerra de la propaganda” fue la única que ganó el Frente Popular, uno de los aspectos menos conocidos, pero no por ello menos importantes, en el estudio del conflicto fraticida en Extremadura es el bombardeo de poblaciones civiles en la retaguardia extremeña nacional. Estas acciones indiscriminadas han pasado casi desapercibidas y ocultadas por los ríos de tinta que se han escrito sobre la represión en Extremadura del bando ganador de la Guerra Civil.
Hoy nos proponemos dar a conocer algunos de los bombardeos que causaron más  víctimas civiles durante la Guerra Civil en Extremadura y que demuestra la criminal actuación de la aviación gubernamental en estas tierras. Porque esta actuación no se produjo un día concreto y de forma esporádica y casual sino que fue constante y causó un goteo interminable de muertes y heridos. Como muy bien expresa el profesor Stanley G.Payne:
El bombardeo de ciudades había sido una práctica normal de los republicanos en las primeras semana de la guerra civil, que en varias ocasiones, a comienzos del conflicto, se jactaron del daño causado a las ciudades controladas por los nacionales[1].
Una base principal de este trabajo se basa en los testimonios y las vivencias propias recogidas por periodistas que visitaron la ciudad y que fueron notarios excepcionales de estas criminales acciones bélicas aéreas.

Bombardeos en Mérida: el testimonio de los periodistas
Mérida era un importe nudo de comunicaciones férreas, telefónicas y eléctricas y desde que fue tomada por los rebeldes el 11 de Agosto de 1936 estuvo en el punto de mira de la aviación frentepopulista durante los años 1936 y 1937.
El 12 de Agosto de 1936 la 1ª escuadrilla del Grupo de Reconocimiento Nº21 compuesta por Breguet XIX al mando del Capitán Juan Quintana Ladrón de Guevara, ante la carencia de defensas antiaérea, agotará en el ataque a Mérida todas las bombas existente en el aeródromo de Don Benito. De hecho el Capitán Quintana solicitará a Madrid el envío urgente de bombas y munición ametralladora.
El 13 de Agosto va a ser uno de los días en que con más virulencia atacó la aviación leal a Emerita Augusta. Decenas de muertos por las calles que no son retirados, heridos terriblemente mutilados andando como zombis por una ciudad desierta en busca de asistencia sanitaria y escenas pavorosas de destrucción y muerte serán relatadas por los corresponsales que sufrieron en primera persona este bombardeo en el que, como dijo un periodista portugués: “Quási dez mil quilos de metralla foram lançados pelos aeroplanos de Madrid”.
El corresponsal portugués del Diario de Lisboa Leopoldo Nunes nos deja una visión dantesca de la ciudad:
El avión, volando muy alto, dejó caer cincuenta bombas.
Como eran de cinco kilos, no tenían gran eficacia, pero destruyeron
algunos tejados y provocaron incendios. Hubo muchos heridos.

Juro que es la emoción más intensa que se puede sentir la
que se experimenta de un bombardeo aéreo. No se puede
huir. No hay defensas. Tenemos que esperar, en una angustia
brutal, a que pase la ola de metralla. Tres cuartos de hora duró
esta terrible situación
[…]
A las ocho en punto, nueva alarma, en un clamor
indescriptible. ¡¡¡Los aviones!!!

No era uno solo, eran tres. Las bombas debían de ser de
un peso superior a treinta kilos. No se me olvidará nunca ese largo momento de angustia. Hombres, mujeres y niños desgreñados, solas o con los hijos al cuello. Las mujeres lloraban y pedían amparo a la Virgen.
Se oía llorar en todas partes.

 Explotaba una bomba. El edificio se derruía. Se levantaba
una nube de humo. Se saltaban las puertas y ventanas. Los
cristales se rompían con fragor. Y todo esto aumentaba el
pánico indescriptible de la población. Los padres no sabían
de sus hijos. Las mujeres gritaban por los maridos. Los niños
se agarraban a las personas mayores en un ansia enloquecedora.
¿Quién protegería a esos inocentes niños?

También, alucinado, fui a dar en una calle estrecha donde
había un restaurant cerca del mercado. Precisamente en ese
momento cayó una bomba en la casa de al lado. Pedazos de
madera y de piedras fueron a caer en nuestro refugio. Huí de
allí. Otra bomba cayó más cerca todavía. No valía la pena
huir. Me quedé quieto en el hueco de una puerta, en el estado
que es fácil calcular. Decididamente, cuesta mucho hacer
periódicos... A las nueve terminó el bombardeo. La población pasó en
ese día, y los que le siguieron, horas terribles de luto y de
sangre
[2].
No menos expresivo es el jornalista del Diario de Noticias José Augusto Dos Santos que en su crónica del día 13 de Agosto nos deja este relato estremecedor de los hechos:
“Me siento fuertemente desconcertado en cuanto me gritan a los oídos:
 ¡Los aviones!, ¡Los aviones!
Me sobresalto, me estremezco, inconsciente aun, salto de la cama. Oigo, lo que me parece, el roncar de un motor de avión. En poco tiempo un silbido agudo, seguido de una explosión lejana. Después el martilleo de una ametralladora. Veo el reloj. Son las seis horas cinco minutos.
La visita de los aviones del gobierno de Madrid no se hace esperar .De su base en Don Benito a 60 Kilómetros de Mérida, alcanzan fácilmente la ciudad. Yagüe aseguraba en la víspera que seriamos bombardeados. Su predicción me dio plena confianza. Resolví vivir el bombardeo como un espectáculo nuevo-una emoción inédita-.
Durante poco más de media hora se repitió el ruido del motor, el silbido de la bomba, la explosión y la repuesta de la ametralladora.
Espero, en cada momento, ver aparecer por los aires un avión rebelde para dar caza al aparato que osa bombardear la base las fuerzas del sur. Solo después sabré que aquí no hay aviación defensiva, ni siquiera piezas anti-aéreas.
Mérida esta, pues, completamente a merced de los aparatos enemigos.
De momento esto no me preocupa. Entretanto decenas de bombas caen sobre la ciudad. Aquí y allí se elevan columnas de humo. Ciertamente hay incendios y personas heridas. Realmente, el objetivo del ataque no es atacar a la columna de millares de hombres que habían llegado en la víspera, pues éstos habían aprovechado la oscuridad de la noche para partir hacia Badajoz.
El avión de Madrid bombardea, pues, una población civil, y una pequeña guarnición. Nada más. Cuando el aparato desaparece decido ir a ver los destrozos. Para mi es un espectáculo nuevo recorrer una ciudad bombardeada pocos minutos antes.
Vamos a la calle.
Recorro las calles y plazas. Por todos lados escombros, basuras y vidrios rotos. Hay muros medio derruidos, tejados caídos, casas semi-destrozadas. La ciudad, después de haber sufrido el ataque del ejército, sufre la represalia de la aviación gubernamental.
Pobre gente de Mérida, ¡cómo han sufrido!
En una plaza se monta una ametralladora. Los soldados andan de calle en calle, con panecillos. En las puertas de las panaderías hay filas de civiles que esperan la venta del pan. No hay agua ni leche. Se bebe aguardiente y anís.
Desciendo por una calle estrecha, que da a la plaza del Ayuntamiento, cuando oigo de nuevo, el roncar del avión. Ahora, el ruido del motor es más fuerte y surge de varios puntos. ¡No es un solo avión son tres bombarderos que visitan de nuevo la ciudad indefensa!
El pánico se apodera de la multitud. En un momento, las calles se quedan desiertas. Todos procuran un abrigo, una puerta, una escalera, cualquier cosa.
¡Los aviones del Gobierno!
Un voluntario de artillería que me acompaña sigue con sus ojos el movimiento de los aparatos. Me hace una señal. Oigo un silbido y hay una explosión formidable que parece que tumba la casa donde estoy, el barrio, la ciudad. Son las 8 de la mañana, dos horas después del primer “raid”. Ahora, las explosiones ya no son como las de hace poco. Estas deben ser bombas de 50 kilo o más.
Se viven minutos de angustia. Es claro que los aviadores toman puntos de referencia para bombardear con más intensidad. Comienzo tomando notas, en un frenesí que no se explicar. ¡Es estúpido preocuparme de los apuntes, cuando todo esto no se olvida!
Los minutos de angustia son más lentos.
Es la impresión más violenta, más horripilante, más dolorosa, ésta que se siente cuando sobre nosotros sobrevuela la muerte.
¿Donde caerán las bombas? ¿Aquí cerca de nosotros, sobre esta casa? ¿En este Barrio? ¿Cuánto tiempo durara esto? Tengo ganas de gritar ¿Por qué esperan? Que comience el bombardeo para que la gente se oriente.
Acuden al espíritu, contradictoriamente, todas estas reflexiones.
Me siento horriblemente lucido.
Pasan tal vez tres minutos. El roncar de los motores es ahora más fuerte y se oyen muchos silbidos de bombas. Parece que la ciudad va a saltar por los aires. Reventaron tres proyectiles casi al mismo tiempo. Desgraciadamente, estoy en el centro de la ciudad, a unos 60 metros del Ayuntamiento. En poco tiempo otro silbido y una explosión, ahora más cerca de nosotros. Mi compañero me avisa que el Ayuntamiento esta siendo el blanco (del ataque). No tengo tiempo de reaccionar. Una explosión formidable me deja inconsciente en el suelo. Los otros están a salvo.
Un periodista francés que me acompaña[3] saltó al balcón y está escondido en un rincón. La bomba de 50 kilos de metralla reventó en la casa de enfrente. A través de los cristales rotos que la honda expansiva rompió, se ve la pared medio destruida y una columna de humo gris, que sale del interior. Se apodera de todos un terror inexplicable. Estoy estúpidamente anonadado. No reacciono. Mecánicamente actuó como un autómata, tomo notas.
Otra explosión en la misma calle – un poco más arriba. Revientan bombas en otros puntos de la ciudad. Es una sinfonía macabra, esta de las explosiones. Las ametralladoras permanecen en silencio.
Aislado, oigo un tiro de mosquetón. (Se después que es un soldado alocado que no se contiene y que dispara pretendiendo alcanzar a los aviones que vuelan a 2000 metros).
Los tres aparatos continúan en su tarea de destrucción y de muerte. Se ve que cumplen, escrupulosamente, su misión: Matar gente indefensa, destruir una ciudad, encanto y orgullo de Extremadura.
Ya pasó más de media hora. La casa en la que estoy es demasiado peligrosa para continuar allí.
Resuelvo salir, a pesar del peligro que se corre. Yo, el periodista francés, el chofer y un voluntario salimos pegados a las paredes, a lo largo de las calles.
Ni una puerta abierta. En un egoísmo absurdo todas se cerraron. Uno de los aviones esta ahora mismo encima de nosotros. Siento nítidamente el peligro que corremos. Entonces, al ver una puerta abierta, atravesé la plaza desierta. Detrás de mí, corriendo, los otros, a excepción del chofer que se refugió en un mercado cubierto.
Poco después, una bomba explotó a tan solo 50 metros de nosotros. Sin control, indiferentes al peligro, atravesamos las calles y plazas desiertas, en el camino del hotel donde hay refugios seguros.
Es cuando jadeantes, lo alcanzamos, en cuclillas en un rincón el chofer esta libido. La metralla de una bomba había caído sobre el tejado de zinc del mercado donde él se refugiaba.
El hotel, por ser el cuartel general, era uno de los puntos mas atacados. Nuestras maletas en el piso superior están allí retenidas.
Los aviones comienzan a relajar su furia. Son las 9 horas. Después de 60 minutos de bombardeo seguían impunemente rumbo a Don Benito.
Corremos a nuestras habitaciones a buscar las maletas.
Partimos. El automóvil rueda veloz por las calles aun desiertas. Atravesamos el puente y del otro lado del puente vimos la ciudad descendiendo hasta la ribera del río. Densas columnas de humo se yerguen en una muestra triste de desgracias de la ciudad indefensa.
Y se pierden de la vista, en dirección hacia Madrid. Los tres aparatos son ya pequeños puntos que se pierden en el azul inmenso del infinito[4].
Por no extendernos y en la misma línea que los anteriores jornalistas el corresponsal luso del Diario de Lisboa Félix Correira en su libro Quem vem lá? (Lisboa, 1940) dedica un capitulo al “Bombardeo aéreo de Mérida” del 13 de Agosto expresando que habían llovido más de 200 bombas y dando la “impressao de verdadeira guerra”[5].
En el contraataque gubernamental del día 14 de Agosto de 1936 tres biplanos Breguet iban y venían entre Don Benito y Mérida, dejando caer metralla sin cesar.
El 15 de Agosto de 1936 el corresponsal del Daily Mail Harold Cardozo nos da una impresión de la ciudad que está siendo nuevamente bombardeada:
En el momento en que llegamos a Mérida comenzó el bombardeo aéreo diario.
Desconocía la ciudad, yo necesitaba encontrar un refugio inmediato, ya que los dos aviones enemigos estaban lanzando bombas no sólo de 30 libras ,si no también de 100 libras, lo que podía provocar grandes daños.
El viejo acueducto romano - una maravillosa ruina-fue lo primero que vi y estuve allí hasta que pude llegar a través de un enlace que me llevó al comandante de la columna del Coronel Helli R. Tella.
Me dijo que durante los últimos tres días cerca de 500 bombas habían sido arrojadas pero que era más el daño material que otra cosa.
Pude ver que los dos aviones estaban tratando de alcanzar los apeaderos del ferrocarril y también el patio cuadrado encalado donde se almacenan los contenedores de gasolina.
Los objetivos eran importantes, pero los dos aeroplanos volaban muy alto y lanzaron sus bombas por toda la ciudad, sin embargo nunca alcanzaron el blanco. Las razones de esta cautela era que un avión Rojo había sido derribado por fuego de ametralladora durante la tarde anterior.
Esquivando las bombas y la lluvia de azulejos y cascotes  llegué a la sede de Coronel Tella y le pedí que me informara de la noche anterior[6].
El periodista estadounidense John Elliot del Herald Tribune de Nueva York que acompañaba al anterior corresponsal nos deja este otro testimonio:
El viaje a Mérida se reanudó esta mañana (15/08/1936) con un convoy de tres camiones que transportaban tropas y provisiones a los rebeldes en la guarnición de Mérida. El viaje fue tranquilo, cuando por primera vez paramos en un amplio valle con cima de la Montaña en el Hornachos al fondo.
Sin embargo justo cuando el coche del corresponsal alcanzaba el puente sobre el río Guadiana en Mérida se dio la alarma ya que se iniciaba un ataque aéreo. Con un grupo de soldados el escritor se apresuro a cobijarse debajo de los arcos en ruinas de un antiguo acueducto romano que nunca soñó que un día el trabajo de sus constructores que un día su trabajo se utilizará para proteger a los soldados contra un ataque desde el cielo.
Mérida ha estado esperando el bombardeo de los aviones leales. Había dos aviones en el grupo de ataque y volaron hacia adelante y hacia atrás sobre la ciudad, dejando caer bombas pesadas. Mérida ha sufrido mucho más severamente la guerra que Badajoz[7].

Otros bombardeos y sus víctimas
En estos bombardeos indiscriminados de la GLORIOSA[8] hubo muchas  víctimas inocentes de mujeres y niños que nada tenían que ver con una Guerra que estaba asolando el solar patrio.
Como ejemplo anotamos que el 18 de Septiembre de 1936 de los cinco paisanos que fallecen debido a las bombas de la aviación frente populista uno será el niño de 14 años Manuel Nieto Pascual[9]. Sorprendentemente el Historiador extremeño Francisco Espinosa en su libro La Columna de la Muerte lo contabiliza como víctima de la represión nacional y expresa: "Por increíble que parezca, la persona inscrita (en 1951) había nacido en 1929 y en profesión consta la de jornalero" (pág. 520, nota 677).
Aunque, efectivamente, en su partida de defunción expresa, como causa de la muerte "relacionadas con la Guerra Civil" como hemos dicho esta muerte se debió a las heridas producidas por una bomba de la Aviación “GUBERNAMENTAL[10]. ¡Curiosa manera de contabilizar “represaliados”!
El 16 de Agosto visitan la ciudad los reporteros galos René Brut y Jean D´Esme. Este último deja constancia de los continuos bombardeos:
Mérida-30.000 habitantes base del avance sobre Madrid de las tropas de Franco, sufre regularmente el bombardeo de los aviones del Frente popular, cuya aeródromo se encuentra en Don Benito, a unos 60 kilómetros[11].
El periodista pro-nacional Manuel Sánchez del Arco en su visita a Mérida en los días posteriores a la toma de la ciudad dedica unos párrafos a los bombardeos por parte de la Aviación Roja:
…No han cesado los aviones marxistas de bombardear Mérida. En sus calles quedan bien visibles aun las huellas de la metralla… todo en Mérida lleva la huella de la metralla marxista. También -¿Cómo no? la ermita de Sta.Eulalia Patrona de Mérida fue bombardeada por los rojos, pero las bombas, como en el Pilar, no hicieron daño...[12].
Mérida no dejo de ser un objetivo para la aviación gubernamental y el 19 de diciembre de 1936, se produce otro ataque aéreo. En concreto el parte oficial del Ministerio de Marina y Aire expresaba “...En las afueras de Badajoz han sido bombardeadas a primera hora de la tarde algunas posiciones enemigas. También fue bombardeado la Estación y el puente de Mérida. Las bombas cayeron sobre varios depósitos y un tren que había detenido en la Estación[13].
El Diario Labor del 21 de Diciembre de 1936 recoge las muertes ocasionadas a consecuencia del bombardeo del día anterior:
La aviación roja bombardeó Mérida (el 20/12/1936) habiendo causado la muerte de cinco paisanos sin conseguir herir a ni un solo soldado .Después fueron a Badajoz donde no hicieron más baja que la de un mulo[14]. Como víctimas del bombardeo del 20 de diciembre habría un niño de nueve meses, otro de un año, otro de 2 años... desde luego estas víctimas inocentes eran unos “fascistas muy peligrosos”.
Al día siguiente prosigue el bombardeo y así lo recoge el parte oficial de Guerra: “Otra escuadrilla leal bombardea las estaciones de ferrocarril de Badajoz y Mérida[15].
23 de diciembre: uno de los raids más criminales
Cuatro días después del primer bombardeo del mes de Diciembre se va a llevar acabo uno de los raids más criminales sobre la ciudad de Mérida. En este bombardeo participaran los bimotores soviéticos Tupolev SB-2 conocido popularmente como Katiuskas encuadrados en el Grupo 12 de la aviación gubernamental y cuyos campos de aviación estaban en San Clemente y Sisante ambas poblaciones sitas en la provincia de Cuenca. Fue uno de los bombarderos más rápidos y versátiles utilizados durante el conflicto. Durante el otoño e invierno de 1936 se emplearon a fondo por tierras de Salamanca, Extremadura y Andalucía atacando objetivos civiles.
El 23 de Diciembre de 1936 desde Guareña comunican que a las 12 horas 17 minutos han pasado por su cielo 3 trimotores (sic) en dirección a Mérida. En Mérida son avistados a eso de las 12 y 20 minutos e inmediatamente comienza el bombardeo[16].
Aunque el parte oficial de Guerra del bando republico expresa: “A mediodía de hoy fue bombardeada la estación férrea de Mérida, sobre la cual arrojaron nuestro aparatos doce bombas de cien kilos y seis de cincuenta, causando en las instalaciones grandes daños[17] la realidad es bien distinta pues las bombas caerán dentro de la villa causando grandes destrozos y lo que es aun peor: habrá  víctimas mortales y numerosos heridos entre la población civil.
Los historiadores Jesús Salas Larrazábal y Rafael de Madariaga nos expresan:
Las escuadrillas (Tupolev SB-2) se emplearon en la segunda quincena del mes contra Salamanca, Extremadura y el Sur, son de destacar el bombardeo de la estación ferroviaria de Mérida el 23 (de Diciembre) sobre la que se lanzaron tonelada y media de bombas (doce de 100 kg y seis de 50)[18].
Lamentablemente no aclara si fue la 1ª escuadrilla de Tupolev SB-2 (con base en San Clemente ) o la 2ª escuadrilla de Tupolev SB-2 (en Sisante )
Los daños en los edificios de la ciudad son cuantiosos. Así en el acta del 26 de Enero de 1937 del Liceo de Mérida se hace mención a los destrozos provocados por las bombas: “Se acuerda proceder al arreglo de todos los desperfectos, dejando en suspenso el cielo raso del cine[19].
Pero si cuantiosas son las perdidas materiales mayores serán aun las humanas. El parte oficial de Guerra del Bando Nacional no deja lugar a dudas:
Una incursión de unos aparatos enemigos sobre las poblaciones civiles de Badajoz y Mérida ha causado la muerte de una vaca en la primera población y, en la de Mérida  víctimas inocentes no militares, 25 muertos y 48 heridos entre mujeres, niños y paisanos de clases modestas y trabajadoras casi en su totalidad, y un solo soldado herido leve cuando transitaba por la calle.
Esta población se encuentra a cuarenta kilómetros de las líneas de combate y tiene su carácter completamente civil[20].
Entre los muertos se encuentra José Gutiérrez. Su nieto relata: “salió de casa a comprar y fue victima del bombardeo que se produjo en la Rambla[21]. Como consecuencia del ataque aéreo sufrió graves heridas que le ocasionaron la muerte, como así recoge un certificado de defunción del Registro Civil de Mérida fechado el 9 de Enero de 1937[22].

Sin embargo, los casos más sangrantes serán las muertes de las niñas Candela Sudón Suárez (hija de Juan Sudón propietario de la zapatería Sudón), Ascensión Gijón La Osa (Chonita) y Antonia Valverde López (Antoñita" o "la morenita" como la llamaban cariñosamente sus amigas). Esta última victima era la hija pequeña del Médico Andrés Valverde Grimaldi, toda una institución en la ciudad:
Estaba operando ese día (en el Hospital de San Juan de Dios) cuando una Bomba cayó en la Puerta de la Villa (en el mismo centro de la población) causando varias  víctimas, entre las que se encontraba su hija pequeña[23] .
Realmente, según una testigo presencial amiga de las difuntas, los hechos ocurrieron de la siguiente manera:
“Salimos del Colegio de Las Josefinas (próximo al Arco de Trajano) a las 12h., nos dirigíamos a nuestras casas, pero antes teníamos la costumbre de entrar en la Zapatería Sudón propiedad de Juan Sudón padre de una de mis amigas, a conversar. (A escasos metros de la casa de D. Andrés Valverde Grimaldi).
A las 12,30 la explosión de una de las bombas mató a mis tres mejores amigas.
Enrique Murillo Rojo se encontraba en la barbería Vélez para afeitarse y la misma bomba que mató a las niñas, mató a esta persona. Todo esto fue casi en la misma Puerta de la Villa donde estaban, la barbería Vélez, la zapatería Sudón y la casa de Andrés Valverde (el médico).
La bomba cayó en la misma puerta de entrada de la barbería. Dañó todos los cimientos de la casa, casi destruyéndola, junto con la casa de la Singer. Tuvieron que tirar estas casas.
Lo que buscaban lo republicanos, eran destruir las comunicaciones (vías férreas, puentes, etc.), pero como eran muy malos tirando las bombas, estos, no acertaban y caían sobre la población. [24]
El Diario Hoy de 24 de Diciembre de 1936 recoge la noticia en sus páginas interiores:
El Bombardeo produjo más de ochenta bajas. Inmediatamente de tener conocimiento de este salvaje bombardeo se traslado a Mérida el comandante militar señor Cañizares[25], que visitó el lugar en que cayeron las bombas y los heridos.
Entre las  víctimas figura una hija del catorce años de edad del médico de Mérida don Andrés Valverde, que al llegar al Hospital pocos minutos después del bombardeo para asistir a los heridos que llegaban a él, se encontró con el cadáver de su hija, a pesar de lo cual y de los requerimientos que se le hicieron para que se retirase a su casa, continuó operando hasta que a las ocho de la noche se terminó de asistir a todos los heridos.
A requerimiento del comandante militar llegó a Mérida para operar a algunos de los heridos, el doctor de Badajoz don Augusto Vázquez[26].
Según los testigos presénciales el doctor permaneció impasible ante la noticia de la muerte de hija, atendiendo estoicamente a los múltiples heridos:
Preguntó si realmente estaba muerta. Se lo confirmaron y dijo a sus ayudantes ¿Cuántos enfermos quedan por operar? 25, contesto uno de ellos. Pues sigamos, llevad a mi hija a casa, acostarla en su camita y ahora iré a darle el último beso[27].
Por este acto tan noble y heroico recibiría la Medalla de la Cruz al Mérito Militar.
La prensa internacional también recogió ampliamente este salvaje bombardeo. Por no extendernos recogemos esta noticia publicada en un periodo norteamericano
Loyalist Bomb Towns: Avila , Dec.25 An insurgent communique states that Governament planes bombed Merida and Badajoz ,25 being killed and 48 wounted[28].
Nuevos bombardeos
No por estos acontecimientos tan graves dejará Mérida de seguir recibiendo la visita de los bombardeos gubernamentales.
A mediados de Febrero de 1937 el ABC (Sevilla) daba la noticia de un nuevo bombardeo: “En Mérida ha habido varias víctimas, tres militares, cuatro mujeres y cuatro niños[29]. El 17 de Febrero de 1937 se produce otra masacre de parecidas dimensiones. Así lo recogía el Diario Hoy: “Sobre Mérida ocho explosivos. Una de las bombas cayó en el manicomio y produjo 19 víctimas[30].
El 8 de Mayo de 1937, el ABC recogía el parte oficial de Guerra del bando republicano: “Valencia 8 , 2 de la Madrugada… esta tarde( 07/05/1936) ha sido bombardeada la estación de Mérida y algunas otras instalaciones ferroviarias en el sector del Oeste con gran eficacia[31].
Aunque la propaganda marxista publica el 13 de Mayo de 1937 que el día anterior hay un nuevo “bombardeo sobre la estación ferroviaria de Mérida[32], cayendo las bombas en algunos pabellones y varios trenes formados, los objetivos vuelven a ser civiles. A las siete y media de la mañana del 12 de Mayo de 1937 el enésimo raid ha provocado ocho víctimas: tres niños y una mujer heridos y cuatro fallecidos (dos hombres y dos mujeres[33]). Entre los muertos se encuentra el ferroviario cordobés José Gallardo Medina, que fue posteriormente enterrado en Córdoba.
El 23 de Julio de 1937 a las 10 de la mañana vuelve hacer acto de presencia la aviación gubernamental sobre los cielos de Mérida dejando caer varias bombas [34] sobre la estación, así como edificaciones próximas, produciendo grandes destrozos[35].
A partir de esa fecha se mejoraron las defensas anti-aéreas y las fuerzas aéreas del Frente Popular dejarán de visitar Mérida.
Como anécdota final expongo una historia sin más trascendencia pero que ayuda a comprender la angustia constante de una familia emeritense en aquellos terribles días:
Mi casa era una gran casa (se vendió hace años) palaciega. Disponía de sótano en donde, en esos días, se refugiaban mi familia y algunos vecinos, de los bombardeos.
Tenían un perrito. Pues bien, este perrito, distinguía perfectamente los aviones republicanos de los nacionales. Cuando oía los motores de los aviones republicanos que eran los que bombardeaban, comenzaba a ladrar y a tirar de los pantalones y faldas de mi familia para llevarlos al sótano. Cuando eran los nacionales, tan solo se quedaba atento con las orejas y se volvía a dormir como si nada. Distinguía perfectamente, sería por el ruido de los motores, los aviones republicanos de los nacionales[36].
Como hemos visto los bombardeos en la retaguardia extremeña por parte de la Gloriosa fueron totalmente indiscriminados y buscando objetivos civiles. Sólo en Mérida la Angelical aviación frentepopulista realizó unos cuarenta y cinco bombardeos que ocasionaron más de 230 víctimas inocentes, unos 80 muertos y más de 150 heridos según los papeles del General Cuesta[37].
Víctimas que no aparecen en listado alguno ni son recordadas por algunas de las asociaciones de la Memoria Histórica extremeñas. Espero con este trabajo haber honrado su MEMORIA.


[1] Stanley G. PAYNE, Franco, Perfil de la Historia, Barcelona: Planeta de Agostini, 1995, 58.
[2] Leopoldo Nunes, La guerra en España. Dos meses de reportajes en los frentes de Extremadura y Andalucía, Granada: Librería Prieto, 1938, 202-203.
[3] Se trata del corresponsal de Le Matin, Guillaume de Brassy, pseudónimo de Henri Marie Bonneville de Marssangy.
[4] Jose Augusto DOS SANTOS, Jornal de um correpondente da Guerra em Espamha .Empresa Nacional de Publicidade, 1936, 35-39 .
[5] También al respecto se puede ver sendos articulos escrirtos por este periodista en: Diario de Lisboa (13 de agosto de 1936), 1 y (19 de agosto), 10.
[6] Daily Mail (17 de agosto de 1936), 12.
[7] The New York Herald Tribune (17 de agosto de 1936), 1 y 2.
[8] Era la forma popular con la que se conocía a la Fuerza Aérea Frente-populista.
[9] Partida defunción Folio 29 pagina 37 de 29 de Enero de 1951 .
[10] Hoy (23 de septiembre de 1936), 3
[11] L´Intransigeant (26 de agosto de 1936), 1 y 4
[12] ABC (Sevilla) (25 de agosto de 1936 ), 4
[13] La Vanguardia (Barcelona) ( 22 de diciembre de 1936), 7; El Sol (Madrid) (21 de diciembre de 1936)
[14] La Labor (21 de diciembre de 1936), 1.
[15] El bien público (22 de diciembre de 1936).
[16] Archivo Histórico del Ejército del Aire, Signatura A. 12259/128.
[17] La Voz (24 de diciembre de 1936).
[18] Jesús Salas Larrazábal y Rafael de Madariaga, El bimotor de bombardeo rápido Tupolev SB-2. Su actuación en España, Madrid: Ministerio de Defensa, 2007, 26.
[19] Fernando Delgado Rodríguez, Historia del Liceo de Mérida, 2001, 95.
[20] ABC (Sevilla) (24 de diciembre de 1936), 1.
[21] La Rambla está situada entre el inicio de la Puerta de la Villa y los parques y el antiguo cuartel de artillería. Es decir, Plaza de España, calle Santa Eulalia y Puerta de la Villa.
[22] Hoy (27 de enero de 2006).
[24] Testimonio de Emilía Sánchez de la Montaña entonces una niña de apenas 14 años que vivía en Mérida
[25] Se trata del Coronel Eduardo Cañizares Navarro
[26] Hoy (24 de diciembre de 1936).
[28] Western Aarhus (29 de diciembre de 1936), 23.
[29] ABC (Sevilla) (17 de febrero de 1937).
[30] Hoy (17 de febrero de 1937)
[31] ABC (Madrid) (8 de mayo de 1937).
[32] La Libertad (13 de mayo de 1937).
[33] ABC (Sevilla) (13 de mayo de 1937) y Pensamiento Alavés (ibid.)
[34] La Libertad (24 de julio de 1937)
[35] El Luchador (24 de julio de 1937)
[36] Informante anónimo A.T.C. que vivió los bombardeos republicanos sobre Mérida.
[37] Archivo General Militar de Ávila Legajo 35, Carpeta 17, Armario 18, folio 7 y 8

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