«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

viernes, 2 de noviembre de 2012

Tres razones para no ir a Roma


Del 1 al 3 de noviembre tiene lugar en Roma una gran peregrinación internacional de católicos vinculados a la forma extraordinaria del rito romano. Somos conscientes, por propia experiencia, de que actos de esta naturaleza tienen una enorme repercusión y que de ellos se servirá la Providencia para extender el conocimiento y la devoción por la Misa tradicional. Personalmente agradezco a Dios haber asistido por primera vez a dicha Liturgia en una peregrinación a Roma que tuvo lugar en octubre de 1998, con motivo del décimo aniversario de la creación de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei.

A los organizadores y peregrinos de esta ocasión les deseo lo mejor, un verdadero éxito en el número y en los frutos espirituales. Sin embargo, no veo oportuna una celebración que se presenta como una acción de gracias a Benedicto XVI por el Motu Proprio Summorum Pontificum. Y ello por tres razones:

1.- Porque la Liturgia tradicional constituye, en forma evidente, el sostén de muchas familias, de obras católicas, de escuelas, de vocaciones religiosas y sacerdotales… Sin embargo, no encontramos un reconocimiento práctico de esta realidad y, en particular en España, sufrimos diariamente las interferencias que obispos y clérigos oponen a esta celebración.

Recluidos en lugares inverosímiles, sometidos a traslados y a cambios de horario, limitados en el número de sus celebraciones, silenciados en lo que a proyección pública se refiere… ni sacerdotes ni fieles gozamos de verdadera libertad para ejercer el derecho a celebrar y participar en la Liturgia de acuerdo con las normas del citado Motu Proprio.

La propia peregrinación que estamos comentando ha sido objeto de un trato desde las instancias oficiales romanas que podemos calificar de displicente: la iniciativa se ha anunciado con retraso, el horario definitivo ha fijado una Misa en la Basílica de San Pedro: ¡a las tres de la tarde! Y ni siquiera está determinado el lugar concreto de la celebración que dependerá de la cantidad de participantes… Parca es también la respuesta del destinatario del homenaje: ¿va a dirigir su palabra a los asistentes o se limitarán éstos a aplaudirle mantenidos a larga distancia?

2.- Porque la solución arbitrada en el Motu Proprio Summorum Pontificum y explicitada en la posterior Instrucción Universae Ecclesiae lejos de dar una respuesta satisfactoria a la problemática planteada por el Novus Ordo Missae surgido de la reforma litúrgica posconciliar (la llamada Misa de Pablo VI) se limita a obliterar el conflicto real que existe entre las dos formas rituales.

Más allá del valor jurídico del documento, resulta difícilmente verificable a la luz de la realidad de las cosas que ambas «son, de hecho, dos usos del único rito romano» (SP, art. 1) y no menos problemática resulta la distinción, introducida ahora por primera vez, entre forma ordinaria y extraordinaria de dicho rito. En realidad, el contraste entre el resultado de la reforma litúrgica y las formas previas es tan acusado que los Cardenales Ottaviani y Bacci llegaron a la conclusión de que «el nuevo “Ordo Missae” —si se consideran los elementos nuevos susceptibles de apreciaciones muy diversas, que aparecen en él sobreentendidas o implícitas— se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la teología católica de la Santa Misa tal como fue formulada por la 20ª sesión del Concilio de Trento que, al fijar definitivamente los cánones del rito, levantó una barrera infranqueable contra toda herejía que pudiera atentar a la integridad del Misterio» (Carta a Pablo VI de los cardenales Ottaviani —prefecto de la Congregación para la doctrina de la Fe— y Bacci que sirve de presentación al Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae, 1969).

Si antes decíamos que no se observa una correspondencia entre la respuesta de Roma y la verdadera entidad del movimiento litúrgico tradicional, cabe ahora constatar la ausencia de medidas efectivas que conduzcan a superar el verdadero colapso en que se encuentra la Liturgia Católica.

Aunque a veces se ha hablado de documentos en gestación y se han desatado rumores, dudas, inquietudes, comentarios… los resultados obtenidos hasta ahora no pueden ser más magros. Por poner solamente un ejemplo, desde Roma todavía no se ha conseguido que la totalidad de las conferencias episcopales rectifiquen la mala traducción de las palabras de la Consagración de la Misa (“pro multis”). Y eso en un asunto que toca al corazón de la Liturgia. No se alegue, como argumento en contra de lo que decimos, los cambios escénicos introducidos en los actos programados por la Curia Romana y por sus imitadores puesto que no van acompañados de medidas efectivas y consecuencias prácticas.

Más preocupantes aún son los reiterados anuncios acerca del «mutuo enriquecimiento entre las dos formas del Rito romano» que hacen pensar en una consolidación de la reforma posconciliar, por la vía de una síntesis dialéctica equidistante del rito romano tradicional y de los que hoy son reconocidos como excesos. Dicho equilibrio nos devolvería a un Misal de Pablo VI químicamente puro, neutralizando al mismo tiempo tanto los abusos como la portentosa resistencia que ha permitido conservar en vigor el Misal Romano Tradicional.

3.- Por último, celebraciones como la peregrinación que nos ocupa, con asistencia de destacados representantes del establishment eclesiástico, caracterizados defensores de las más radicales posiciones conciliares, tienden a difuminar realidades tan inseparables como lo son la Liturgia tradicional y la necesaria fidelidad al patrimonio teológico y disciplinar de la Iglesia.

En efecto, la ley de la oración es la ley de la fe, la Iglesia cree como ora. Pero el adagio no funciona a la inversa y no basta con celebrar una Liturgia ortodoxa para conservar o recuperar la fe. Ahora bien, resulta difícil contradecir que detrás de la reforma litúrgica fruto de lo que se ha denominado el movimiento litúrgico desviado— existen nuevas doctrinas teológicas que han dado origen a una nueva liturgia sustancialmente diferente de la Liturgia romana tradicional. Un detallado estudio publicado en 2001 llegaba a las siguientes conclusiones:
«El análisis del Novus Ordo Missae y de la Institutio generalis Missalis romani nos obligará a comprobar que la estructura del rito ya no se funda en el sacrificio sino en el banquete conmemorativo. Descubriremos igualmente que el rito ha puesto en primer plano la presencia de Cristo en su Palabra y en su pueblo, relegando a un segundo plano la presencia de Cristo como sacerdote y como víctima. Por una consecuencia inevitable, la dimensión eucarística se pondrá por delante de la finalidad satisfactoria. La conclusión de esta triple verificación se impondrá entonces: para designar las diferencias entre el misal tradicional y el nuevo, el término ruptura litúrgica es más apropiado que el de reforma litúrgica» (Fraternidad Sacerdotal San Pío X, El problema de la reforma litúrgica. La Misa de Vaticano II y de Pablo VI, Argentina, 2001, p.15-16).
Con más sencillez pero no menor acierto coincide en esta apreciación el conocido analista Vittorio Messori:
«Estoy contento [con la instrucción Universae Ecclesiae], ciertamente. Aunque también aquí habría algo que decir. La primera: de la nueva instrucción, que he leído atentamente, surge que el antiguo rito preconciliar y el nuevo surgido de la reforma postconciliar deben ser considerados con igual dignidad y puestos en el mismo plano. Pero si el rito antiguo era bello y bueno, como ahora se reconoce, ¿por qué ha sido sustituido? ¿Por qué, mejor dicho, ha sido trastornado? Si sólo se quería cambiar la lengua, ¿por qué no ha sido traducido del latín con algunos retoques, aquí y allí, como ha ocurrido otras veces en la historia dela Iglesia? Por otro lado, pienso que esta comprensión del Papa Ratzinger, esta mano tendida, este intento de reconciliación no disuadirá a los herederos de Lefebvre. De hecho, estoy convencido que el verdadero problema no es para ellos la liturgia,la Misa en latín. Hay dos perspectivas diversas dela Iglesia, dos lecturas diversas del Evangelio”.
Se toca aquí el fondo de una cuestión que no cabe resolver con respuestas autoritativas sin ningún tipo de argumentación racional ni teológica (al estilo de las proporcionadas en Summorum Pontificum). Porque a lo que se aspira es a que se nos devuelva un tesoro de fe y piedad que nos fue inicuamente arrebatado por aquellos arbitristas que implementaron una ruptura litúrgica radicalizando más aún los principios contenidos en la Constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II, al amparo de sus contradicciones y ambigüedades.

Y mientras no se den pasos decisivos en esa dirección, no veo ninguna razón para estar en Roma del 1 al 3 de noviembre.