«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

martes, 10 de marzo de 2009

EL TERROR Y LA IZQUIERDA POLÍTICA: ¿UNIÓN INSEPARABLE?



Tristes recuerdos los que asoman esta semana en el calendario. El lunes, aniversario de la segunda victoria consecutiva del PSOE en las elecciones generales. Hoy, 11 de marzo, han pasado cinco años desde el más sangriento atentado terrorista de la historia de España y el recuerdo y la oración por las víctimas coinciden con las preguntas que siguen sin respuesta acerca de quiénes fueron los últimos responsables de aquel crimen.

Que el Partido Socialista haya pasado un año más en el Gobierno no es cuestión secundaria para el futuro de España como nación, sobre todo cuando se observa el asunto en perspectiva. Desde que en 1977 volvió a quedar la vida política en manos del juego de las mayorías parlamentarias únicamente los socialistas han tenido un proyecto coherente de transformación de las mentalidades que ha sido aplicado de manera concienzuda en los largos períodos que han controlado el poder.

Los Gobiernos de UCD y del PP, fugaces en el tiempo y en las realizaciones, habían renunciado a cualquier fundamentación de su labor en una concepción del hombre y de la sociedad —más allá de las mezquinas consignas liberales— y se limitaron a una gestión de los recursos económicos más o menos brillante en el segundo caso y desastrosa en el primero. Por el contrario, el Partido Socialista de González y de Rodríguez, fiel a una estrategia gramsciana ha laborado tenazmente y en la misma dirección para provocar un cambio social de tal naturaleza que las citas electorales se acaben convirtiendo en una simple convalidación de su presencia en el poder por parte de una colectividad configurada a imagen de los deseos del Gobierno.

Educación para la ciudadanía, memoria histórica, diálogo con los terroristas, despenalización del aborto concebido como un derecho, “matrimonio” de homosexuales, feminismo radical, reformas educativas… no son simples cortinas de humo para disimular la crisis económica como pretende la versión oficial del centro-derecha. Son los pilares irrenunciables de una obra de Gobierno que se inició en 1982.
«El PSOE no ha cumplido nada de lo que prometió salvo aquello que tenía una
carga negativa, inmoral, coactiva de las libertades existentes o proclamadas por
la Constitución. Alcanzado el poder, los socialistas pusieron en marcha no el
programa de acciones positivas anunciado, sino la liberación de sus
resentimientos personales y corporativos, el espíritu de revancha, el
“enchufismo” y favoritismo entre sus partidarios, las corruptelas, ampliamente
denunciadas por la Prensa, en los ayuntamientos en las comunidades autónomas y
en el mismo seno de la Administración gubernamental […] Satisficieron y
revivieron sus “viejos rencores” desmontando estatuas, y han defraudado no sólo
a su electorado, sino a quienes, siendo adversarios de su fe marxista, hubieran
aceptado todas las iniciativas que contribuyesen a mejorar la vida nacional
española, la unidad y la convivencia interna, el avance en el camino de la
justicia social y la consolidación del prestigio de España en la comunidad
internacional».

No, aunque lo parezca, las anteriores palabras no corresponden a uno de los balances que del último año de Gobierno socialista ofrecieron ayer los medios de comunicación. Aparecieron en un libro publicado por Antonio Gibello en 1985 y estaban valorando los dos primeros años de Felipe González. Pero es que en la España de veinte años después han cambiado muy pocas cosas: incluyendo la corrupción, el retroceso en la justicia social y el desprestigio internacional. Y encima, los socialistas nos siguen quitando las estatuas.

La perpetuación de la izquierda en el poder y el terrorismo son dos de los más graves problemas que amenazan a la libertad de los españoles. Aunque a lo mejor bastaba con solucionar uno para que se disolviera el otro porque de manera sistemática a lo largo del último siglo (de la Semana Trágica al 11-M, pasando por la revolución de Octubre, las checas y los GAL) las izquierdas han vegetado siempre a la oscura sombra del terror.