«M. Proudhon ha escrito en sus Confesiones de un revolucionario estas notables palabras: "Es cosa que admira el ver de qué manera en todas nuestras cuestiones políticas tropezamos siempre con la teología". Nada hay aquí que pueda causar sorpresa, sino la sorpresa de M. Proudhon. La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas» (Donoso Cortés).

miércoles, 23 de enero de 2013

Las Biblias de Obama: tomar el nombre de Dios en vano


Todos los medios de comunicación se han hecho eco de las Biblias sobre las que puso ayer su mano el presidente de Estados Unidos al inaugurar oficialmente su segundo mandato.

Ya resulta chocante que se vinculen dos Biblias no a la Revelación ni a la Palabra de Dios sino a dos de los más conspicuos representantes de la mitología de los “derechos humanos”: Lincoln y Luther King. Ahora bien, sin con algo se confrontan con las Biblias utilizadas por Obama, es con su obra de Gobierno y con el programa político que el Presidente amenaza con seguir aplicando.

Las recetas económicas y los programas de ingeniería social de Obama no son indiferentes para nosotros ni afectan exclusivamente al pueblo que los padece sino que nos ayudan a comprender, por un lado, el cambio de discurso de la izquierda europea en general y española en particular y, por otro, ese magma común, síntesis del liberalismo y del socialismo que va más allá de la frágil y aparente división entre derechas e izquierdas. Con palabras más sencillas: conocer a Obama nos sirve para comprender a Rodríguez Zapatero (o a sus sucesores) y a Mariano Rajoy.

Para entender lo que decimos, conviene recordar cómo la izquierda europea llevaba desde 1917 mirando a otro lado ante los millones de víctimas que estaba costando a la humanidad la ideología comunista pero, cinismo aparte, hay que reconocer que el derrumbamiento de las viejas estructuras concebidas en el primer tercio del siglo XX por estatólatras del perfil de Lenin o Stalin vino muy bien a una izquierda europea que desde los años 60 parasitaba en un entorno de constante progreso material. Para entonces, las raíces de la izquierda europea no estaban ya en la Unión Soviética sino en los Estados Unidos.

Este entronque norteamericano ha sido expuesto con detalle por Paul Edgard Gottfried (La extraña muerte del marxismo, Ciudadela, Madrid, 2007). La estrategia de acción cultural indirecta delineada por el comunista italiano Gramsci (1891-1937) fue proyectada por la llamada Escuela de Frankfurt y regresa a Europa desde USA en las elaboraciones ideológicas que activaron y sustentaron el proceso subversivo de los años sesenta del siglo XX, particularmente efectivas entre los estudiantes. Dichos planteamientos son también la base del neosocialismo que busca perpetuarse en el poder asegurándose la reelección ininterrumpida mediante la transformación de la base cultural de las naciones que someten a su ingeniería social.

Volviendo a Obama, no es necesario aquí glosar sus promesas electorales ni su discurso, me remito a lo dicho por Eulogio López. Pero poner por testigo de ese programa a la Palabra de Dios, aunque sean las Biblias de Lincoln y de Luther King, se aproxima bastante a lo que todos entendemos por tomar el nombre de Dios en vano. Porque el segundo Mandamiento prohíbe jurar sin justicia, y tal cosa ocurre cuando se jura algo que no es justo o lícito.

Y es que el proyecto de Obama –incongruencias y demagogias aparte- está en pugna con la propia ley natural que establece también la base moral indispensable para la edificación de la comunidad política y proporciona la base necesaria a la ley civil que se adhiere a ella. Como enseña Pío XII en la Humani generis, en la situación actual, la gracia y la revelación son necesarias al hombre para que las verdades religiosas y morales puedan ser conocidas «de todos y sin dificultad, con una firme certeza y sin mezcla de error».

Al existir esta continuidad entre ley natural y ley revelada, poner el programa de Obama bajo el amparo de la Biblia, más allá de la pura incoherencia, solamente es posible cuando se ignora, como hacen las sectas protestantes y es propio del relativismo religioso useño, que «la doctrina de la fe que Dios ha revelado, no ha sido propuesta como un hallazgo filosófico que deba ser perfeccionado por los ingenios humanos, sino entregada a la Esposa de Cristo como un depósito divino, para ser fielmente guardada e infaliblemente declarada. De ahí que también hay que mantener perpetuamente aquel sentido de los sagrados dogmas que una vez declaró la santa madre Iglesia y jamás hay que apartarse de ese sentido so pretexto y nombre de una más alta inteligencia [Can. 3]. “Crezca, pues, y mucho y poderosamente se adelante en quilates, la inteligencia, ciencia y sabiduría de todos y de cada uno, ora de cada hombre particular, ora de toda la Iglesia universal, de las edades y de los siglos; pero solamente en su propio género, es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido, en la misma sentencia”» (Concilio Vaticano I, Constitución dogmática sobre la fe católica, 24 de abril de 1870).

No es casualidad que en USA se gestara una de las herejías precursoras del modernismo, el llamado americanismo, tendencia que hacía prevalecer las virtudes naturales y el bienestar material con una amplia tolerancia religiosa (cfr. carta Testem benevolentiae, de León XIII al cardenal Gibbons, 22 de enero de 1899). Y tampoco es casualidad que el modelo useño sea tan del agrado de algunos conspicuos representantes de la laicidad, la positiva y la que no lo es tanto.