Un amable colaborador de Desde mi campanario nos ha enviado una traducción (no oficial) de la homilía pronunciada por Mons. Fellay, superior general de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, en el Seminario de Winona el pasado 2 de febrero y que ha servido para que determinados medios rotulen que Mons. Fellay asegura que la FSSPX está obligada a decir no a la propuesta de la Iglesia Católica o que Fellay dice que la Fraternidad "está obligada a decir que no" a la propuesta de la Santa Sede. Juzguen nuestros lectores lo que ocurre cuando las frases se leen en su integridad.
La Fraternidad San Pío X ha sido fundada por la Iglesia y en (dans = dentro de) la Iglesia, y afirmamos que sigue existiendo dentro de ella; a pesar del hecho que pretende negar su existencia diciendo que ha sido suprimida en 1976 (fuera de toda evidencia y sin ningún respeto a las propias leyes de la Iglesia). Por eso continuamos estando dentro. Nuestro venerado fundador insistió muchas veces sobre la importancia de insistir en que la Fraternidad está dentro de la Iglesia. También ahora, a medida que el tiempo pasa, creo que debemos guardar este don espiritual; es muy importante que conservemos el espíritu católico.
No somos un grupo independiente. Incluso si batallamos con Roma, estamos, por decirlo de alguna manera, con Roma. Estamos, si ustedes quieren, al mismo tiempo luchando contra Roma y con Roma. También proclamamos y seguimos diciendo que somos católicos. Que queremos permanecer católicos. Muchas veces yo he dicho en Roma: “Ustedes están tratando de expulsarnos. Y vemos que sería mucho más fácil para nosotros estar afuera. Tendríamos muchas más ventajas. ¡nos tratarían mucho mejor!”. Miremos a los protestantes, como abren las iglesias para ellos; y a nosotros nos las cierran. Pero nosotros decimos: “no nos preocupemos de esto”. Hacemos las cosas bajo la mirada de Dios. Sufrimos por causa de la Iglesia, de acuerdo. No nos gusta esto, está claro. Pero es nuestro deber permanecer en la verdad. Y debemos continuar afirmando que pertenecemos a la Iglesia. Somos católicos.
Queremos ser y permanecer católicos; es muy importante mantener esto.
Es igualmente importante también que nosotros no soñemos una Iglesia Católica exclusivamente fruto de nuestra imaginación, pero que no sería la Iglesia real. Es con la Iglesia real con quien nosotros tenemos problemas. He ahí lo que hace las cosas más difíciles: el hecho de que nosotros tengamos problemas con Ella. Lo que no nos autoriza, por así decirlo, a dar un portazo. Al contrario, es nuestro deber ir siempre a Roma, llamar a la puerta, no para pedir que nos dejen entrar (porque ya estamos dentro) sino para rogarles que se conviertan; que cambien y retornen a lo que es la Iglesia. Es un gran misterio, no es simple. Porque al mismo tiempo debemos reconocer a esta Iglesia, -que es lo que afirmamos en el Credo: “creo en la Iglesia Católica” – y porque reconocemos que hay un papa, que hay una jerarquía. Nosotros reconocemos todo esto.
Pero en la práctica, a varios niveles, estamos obligados a decir “no”. No porque a nosotros nos plazca, sino porque la Iglesia ya se pronunció en estas cuestiones. E incluso muchas de ellas la Iglesia ya las ha condenado. Por esto, en nuestras discusiones con Roma, estamos, por decirlo de alguna manera, bloqueados. El “problema-llave” en estas cuestiones es el Magisterio, la enseñanza de la Iglesia. Ellos nos dicen: “Nosotros somos el Papa, nosotros somos la Santa Sede”, y nosotros esto lo aceptamos. Y siguen diciendo: “Tenemos el poder supremo”, y también lo admitimos. Insisten: “somos la última instancia magisterial, totalmente necesaria” –Roma nos es necesaria para mantener la fe, y nosotros estamos de acuerdo. Entonces ordenan: “obedecednos”, y nosotros les decimos: “no”, por lo que nos reprochan ser protestantes, porque colocamos nuestra razón por encima del “magisterio de hoy”. Así que les respondemos: “vosotros sois modernistas; pretendéis que la enseñanza de hoy puede ser diferente de la de ayer”. Les decimos que al adherirnos a lo que la Iglesia enseñaba ayer, nos estábamos adhiriendo a lo que la Iglesia enseña hoy. Pues la verdad no está ligada al tiempo. La verdad está por encima del tiempo. Lo que ha sido proclamado una vez, obliga siempre. He ahí lo que es un dogma. Dios está así por encima del tiempo. Y la fe consiste en adherirse a la verdad de Dios. La Fe está sobre el tiempo. Y la Fe consiste en adherirse a la verdad de Dios. Por eso la Iglesia de hoy está ligada a la Iglesia de ayer y debe ser semejante a ella, solamente semejante a ella. También cuando se oye al Papa actual decir que debe haber continuidad en la Iglesia, nosotros decimos “¡efectivamente!” Es lo que nosotros decimos desde siempre. Cuando se habla de la Tradición, es precisamente lo que se quiere decir. Ellos afirman que debe haber Tradición, que debe haber continuidad, y que hay continuidad. El Vaticano II ha sido hecho para la Iglesia, como en la Iglesia hay continuidad, el Vaticano II pertenece también a la Tradición. Y nosotros reaccionamos: “perdón, ¿qué estáis diciendo?”
Pero esto va más lejos, queridos fieles. Os voy a describir que ha pasado durante las discusiones, al fin de las cuales recibimos la invitación de Roma. En esta invitación se encontraba la propuesta de una solución canónica para regular nuestra situación. Y puedo afirmar que lo que se nos ha presentado hoy –y que es diferente a lo que nos ha sido presentado e 14 de septiembre de 2011- puede ser considerado como bueno. Atiende nuestras condiciones, digamos, a nivel práctico. No hay muchos más problemas en este plano. Pero el problema permanece a otro nivel, al nivel doctrinal. A veces, incluso en el dominio doctrinal se avanza muy deprisa, queridos hermanos. La llave del problema es de principios (la coherencia con la Tradición). Nos dicen: “debéis aceptar en los casos donde hay dificultades en los documentos del Concilio –los puntos ambiguos objeto del debate- como el ecumenismo, la libertad religiosa, en coherencia con la enseñanza de siempre de la Iglesia”. Es más, afinan: “así, cuando hay una ambigüedad en el Concilio, debéis comprenderla como la Iglesia la ha enseñado desde siempre.”
Van todavía más lejos y dicen: “se debe rechazar todo lo que se opone a la enseñanza tradicional de la Iglesia”. Bueno, es lo que nosotros hemos dicho siempre. ¿no es sorprendente que Roma nos imponga este principio? Sorprendente. Entonces vosotros podríais preguntar: “¿Por qué no aceptáis?”. Pues bien, queridos fieles, es que hay todavía un problema. En el texto de este Preámbulo doctrinal, nos dan dos ejemplos de cómo debemos entender estos principios. Nos dan los ejemplos del ecumenismo y de la libertad religiosa, tales como son descritos en el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, que retoma exactamente los puntos que nosotros reprochamos al Concilio.
En otros términos, Roma nos dice: “Nosotros hemos hecho siempre esto. Somos tradicionales; el Vaticano II es la Tradición”. Os preguntaréis: “¿a dónde nos conduce esto?” ¿Qué palabras encontraremos nosotros para decir que estamos de acuerdo o que no lo estamos?” Incluso si aceptan los principios que nosotros hemos sostenido siempre, es porque, para ellos, estos principios significan lo que ellos piensan, pero que está en exacta contradicción con lo que nosotros afirmamos.
Yo creo que no se puede ir más lejos en la confusión. En otros términos, esto significa que ellos dan otro significado a la palabra “Tradición”, y puede ser la palabra “coherencia”. He ahí por qué nosotros estamos obligados a decir “no”. No vamos a firmar esto. Estamos de acuerdo en el principio, pero no nos damos cuenta de que la conclusión es contraria. ¡Gran misterio! Entonces, ¿qué va a pasar ahora? Hemos enviado nuestra respuesta a Roma. Ellos continúan diciendo que están reflexionando, y esto quiere decir que probablemente están atascados. Al mismo tiempo, yo creo que nosotros podemos ver ahora lo que ellos verdaderamente quieren. ¿Nos quieren verdaderamente en la Iglesia o no?, Nosotros les hemos hablado muy claramente: “Si nos aceptáis es sin cambios. Sin obligación de aceptar esas cosas; así estamos ya listos. Pero si ustedes quieren hacérnoslas aceptar, entonces no”. Y nosotros no hemos hecho más que citar a Msr. Lefebvre, que ya dijo esto en 1987 –y muchas veces antes, pero la última vez que lo dijo fue en 1987- En otros términos, mi muy queridos hermanos, humanamente hablando es difícil decir lo que nos reserva el porvenir, pero nosotros sabemos que cuando tratamos con la Iglesia, estamos en relación con Dios, con la Divina Providencia, y nosotros sabemos que esta Iglesia es su Iglesia. Los hombres pueden perturbar, destruir. Pueden introducir el disenso, pero Dios está por encima de ella, y Dios sabe como dirigir su Iglesia en forma recta, a pesar de todos estos incidentes humanos, de todos estos renglones torcidos.
Esta prueba acabará, no sé cuando. A veces este final parece aproximarse, a veces alejarse. Dios conoce los tiempos, pero humanamente hablando, será preciso esperar a un buen momento antes de comenzar a ver mejorar las cosas –cinco, diez años. Estoy convencido de que en diez años las cosas serán diferentes porque la generación salida del Concilio habrá desaparecido y la generación siguiente no tiene un lazo con el Concilio. Y ya ahora, muy queridos hermanos, escuchamos a varios obispos que nos dicen: “vosotros dais demasiada importancia a este Concilio; dadle de lado. Será la mejor manera de que la Iglesia vaya hacia delante. Dejadlo a un lado, olvidadlo. Retornemos a la realidad, a la Tradición”
¿No es muy interesante escuchar decir a los obispos esto? ¡Es un lenguaje nuevo! Lo que significa que sí que hay una nueva generación que sabe que, en la Iglesia, hay cosas más series que el Vaticano II, y que nosotros debemos retornar a lo que de verdad es serio, si me permitís que os hable así. El Vaticano II es serio, a causa de los daños que ha producido, es verdaderamente serio. Pero en tanto que el Concilio ha querido ser pastoral, está ya pasado de moda. Sabemos de alguien que estaba trabajando en el Vaticano en una tesis universitaria sobre el magisterio del Vaticano II. Nos ha dicho él mismo que nadie en las universidades romanas quería aceptar este trabajo. Finalmente un profesor lo ha hecho, pero con el siguiente postulado: la autoridad del magisterio del Vaticano II es la de una homilía de los años 60. ¡Y el candidato ha sido recibido!
Se verá, mis muy queridos hermanos. Para nosotros está muy claro. Nosotros debemos siempre sostener la verdad, profesar la fe. No vamos a dar marcha atrás, sea lo que llegue. Hay algunas amenazas por parte de Roma ahora, seguro. Se verá. Dejamos todo esto en manos del Buen Dios y de la Santa Virgen. ¡Oh! Sí, Debemos continuar nuestra cruzada de rosarios. Confiamos en ella, confiamos en Dios. Y lo que deba llegar, llegará. No os puedo prometer una bonita primavera. Sólo sé que el combate de la fe continuará, sea lo que venga. Sea que seamos reconocidos o no lo sea. Podéis estar seguros de que los progresistas no estarán contentos. Ellos continuarán, y nosotros continuaremos en el combate.