En relación con al artículo publicado en el número
3.064 (15-abril-2012) de Iglesia en Coria-Cáceres (Suplemento al
Boletín Oficial del Obispado de Coria-Cáceres, pág. 3) con el título “Cena
pascual como la celebró Jesús”, convendría hacer algunas precisiones:
1. La idea de que la celebración de la Misa hunde sus raíces en la cena
pascual judía no pasa de ser una hipótesis que lleva a pensar que Cristo asumió
el rito de la pascua antigua puesto que instituyó la Eucaristía durante la cena
pascual. Rito pascual, por cierto, que sólo se nos describe en su dimensión
conmemorativa, sin conservar su dimensión de inmolación. Así se atenúa el
vínculo que la misa tiene con la Cruz, en beneficio de la cena.
2. Los cristianos, no tenemos “el mismo Dios” que los actuales judíos (que no creen en Jesucristo) pues ellos rechazan que Jesucristo sea el Hijo de Dios verdadero. Los cristianos tampoco tenemos el mismo “monoteísmo” que los judíos porque ellos afirman que Dios es uno en naturaleza y uno también en cuanto a la persona, el monoteísmo cristiano, en cambio, lo confiesa uno en naturaleza y trino en personas.
3. El tono en que está redactado el artículo olvida que el judaísmo de antes de Cristo es distinto del posterior a Éste, como tampoco se menciona que la Antigua Alianza fue reemplazada completamente por la Nueva. Sería bueno también que se explicase si al hablar del “SÉDER, Cena Pascual Judía” hay que entender un acto de naturaleza religiosa o una simple parodia folklórica, algo así como si habláramos de una “cena medieval” o de unas jornadas de gastronomía “romana”.
4. Especialmente distorsionadas en el artículo resultan las palabras de Jesús: “Haced esto en memoria mía”, referidas a una hipotética invitación al “amor hacia todas las personas sin distinción de credos ni de culturas”. En realidad, son palabras (inseparables de su contexto antecedente: Esto es mi Cuerpo… Éste es el Cáliz de mi Sangre) que expresan la radical novedad de lo que estaba sucediendo en esa Última Cena con respecto a las cenas ordinarias, por muy pascuales que sean. Jesús trasmitió a los Apóstoles el poder necesario para hacer lo que Él hizo en aquella ocasión. De este modo, la tradición cristiana percibió en este recuerdo de la entrega por separado de su cuerpo y su sangre un signo eficaz del sacrificio que pocas horas después habría de consumarse en la Cruz.
5. Para un católico es preocupante la voluntad, que se manifiesta en actos reiteradamente celebrados, de exhumar las formas hebraicas del rito de la Pascua, como si la Última Cena y el sacrificio redentor de Jesucristo no las hubiesen superado definitivamente. El culto y la liturgia nunca son “teatro”, reproducción arqueológica de hechos pasados. Por eso, resultan distorsionantes ciertas pretensiones litúrgicas, que tienden a minar la Eucaristía, reproduciendo una cena judía.
Celebración del Séder: las imágenes